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Urge fortalecer la seguridad de procesos industriales en Colombia
Cuando la actividad industrial no se gestiona y no se controla adecuadamente desde el punto de vista del riesgo, puede convertirse en una amenaza latente para la vida humana.

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Urge fortalecer la seguridad de procesos industriales en Colombia
Cuando la actividad industrial no se gestiona y no se controla adecuadamente desde el punto de vista del riesgo, puede convertirse en una amenaza latente para la vida humana.
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Jueves, 22 de Mayo de 2025

El desarrollo industrial es clave para el progreso económico, la innovación y la generación de empleo, no solamente en Colombia, sino en toda la región. 

Sin embargo, cuando la actividad industrial no se gestiona y no se controla adecuadamente desde el punto de vista del riesgo, puede convertirse en una amenaza latente para la vida humana, los ecosistemas y la sostenibilidad de las empresas. Por esto es que la seguridad de procesos adquiere un papel protagónico, no solo como una buena práctica, sino como un cumplimiento ético, legal y empresarial.


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Recientemente, una emergencia ocurrida en una planta en Santander reactivó las alarmas. Un incendio provocó la intoxicación de varios trabajadores y puso en riesgo la integridad de quienes laboran en el lugar y de la comunidad cercana. 

Este incidente, que fue ampliamente cubierto por los medios de comunicación, es un ejemplo claro de lo que se denomina un accidente mayor, lo que se define en: un evento de baja probabilidad pero de consecuencias catastróficas, que puede estar asociado a la liberación de sustancias químicas, incendios o explosiones.

Los accidentes mayores no son hechos aislados. En Colombia, según cifras de la Dirección de Gestión del Riesgo del Ministerio del Trabajo, el 38% de los incidentes industriales con impacto significativo registrados entre 2020 y 2024 se relacionan con deficiencias en la gestión de seguridad de procesos, y es necesario mencionar que la falta de cultura preventiva, el desconocimiento normativo y la ausencia de análisis técnicos rigurosos son factores recurrentes.


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A nivel global, las estadísticas refuerzan esta preocupación. La Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA) ha documentado más de 200 accidentes mayores en la última década relacionados con procesos industriales peligrosos. 

Casos como la explosión en la planta de fertilizantes de Texas (EE. UU.) en 2013, que dejó 15 muertos, o el accidente en el puerto de Beirut (Líbano) en 2020, que causó más de 200 víctimas, evidencian lo que puede ocurrir cuando no se gestionan los riesgos de forma adecuada y aún más reciente el accidente de una potente explosión que dejó al menos 40 muertos y más de 1.000 heridos el sábado, 26 de abril del presente año, en Bandar Abbas, el principal puerto de Irán.

Ante este panorama, el Gobierno colombiano dio un paso fundamental al expedir la Resolución 1890 de 2025, que establece los lineamientos para la implementación del Programa para la Prevención de Accidentes Mayores (PPAM) en instalaciones donde se manipulan sustancias peligrosas. Esta resolución exige a las empresas:

  • Identificar y evaluar los escenarios de riesgo mediante metodologías especializadas como HAZOP, QRA, BowTie, LOPA y What If.
  • Implementar planes de emergencia y contingencia articulados con las autoridades locales y regionales.
  • Diseñar programas de capacitación para su personal y realizar simulacros periódicos.
  • Elaborar y mantener actualizado el inventario de sustancias peligrosas, junto con un análisis de vulnerabilidades.

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Más allá del cumplimiento normativo, se trata de un asunto de responsabilidad. En un mundo donde la reputación empresarial es frágil y el escrutinio público es constante, una falla en la gestión de riesgos puede costar millones, pero también puede destruir años de confianza y aún más importante, la confianza social.

La seguridad de procesos no es simplemente una requisito técnico, es una decisión estratégica. Las empresas que logren entender este enfoque se convierten en referentes de buenas prácticas, minimizan sus exposiciones legales y económicas, y fortalecen su legitimidad frente a trabajadores, comunidades, inversionistas y autoridades.

Implementar una cultura de prevención exige invertir en conocimiento, planificación y acción. Requiere que los directivos comprendan que la prevención es más rentable que la reacción, y que la seguridad debe integrarse desde el diseño hasta la operación cotidiana. Cada válvula, cada sensor, cada procedimiento operativo debe ser parte de un sistema coherente orientado a anticipar, controlar y reducir los riesgos antes de que se conviertan en tragedias.

Las empresas deben conocer a fondo los procesos industriales que operan, entender el alcance de la Resolución 1890 de 2025 y asumir la seguridad de procesos como un eje transversal de su estrategia corporativa. No podemos seguir esperando a que los incendios o explosiones nos recuerden lo que ya sabemos: los accidentes mayores se pueden prevenir.

La seguridad no es un gasto. Es una inversión en vida, en reputación, en sostenibilidad. Porque en la industria, como en la sociedad, lo que no se previene, se lamenta.


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Redacción ingeniero químico Juan Pablo Agudelo Silva, consultor minero energético, especialista en Derecho Minero Energético y magister en Ciudades Inteligentes.

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La implementación de fuentes de energía renovable en la industria minera no solo contribuye a la mitigación de emisiones de gases, también reduce costos operativos.
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La industria minera ha sido históricamente una de las actividades económicas más importantes, llegando a representar hasta el 10% del PIB en muchos países con economías con una alta participación de la extracción de recursos. 

Sin embargo, también es una de las más desafiantes en términos de sostenibilidad, esto debido a su alto consumo de energía y de recursos naturales, así como a los impactos ambientales que llega a generar. 


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La transición hacia un modelo de minería sostenible es una necesidad urgente, donde las energías renovables y la eficiencia energética representan un papel clave para reducir estos impactos ambientales y así mejorar la calidad de vida de las comunidades directa e indirectamente involucradas.

La implementación de fuentes de energía renovable en la industria minera no solo contribuye a la mitigación de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), también reduce costos operativos y fortalece la autonomía energética de las operaciones de esta industria. 

En mi experiencia como consultor en sostenibilidad y minero energético, he trabajado en proyectos donde la integración de diferentes tipos de energías renovables, como al solar y la eólica, ha permitido reducir grandes porcentajes de la dependencia de combustibles fósiles en ciertas operaciones. 

Tecnologías como las pico turbinas hidroeléctricas han demostrado ser particularmente eficaces en zonas con recursos hídricos adecuados, generando energía baja en emisiones y estable en el tiempo. Por lo mismo el aprovechamiento de biomasa procedente de residuos orgánicos ha sido implementado en diversas operaciones para optimizar la gestión de residuos y generar energía de manera sostenible. 

Este tipo de proyectos no solo favorece el desempeño ambiental de la industria, sino que también genera un impacto positivo en la economía de las empresas mineras al reducir costos energéticos en el tiempo.


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La eficiencia energética es un factor determinante en la sostenibilidad de este sector. Medidas como la optimización de procesos industriales, la modernización de equipos y la gestión inteligente de la demanda energética permiten reducir el consumo y mejorar la rentabilidad de las operaciones en esta industria. 

Diferentes estudios han demostrado que la adopción de prácticas eficientes puede reducir el uso de energía en un 20% o más, generando ahorros significativos y reduciendo la presión sobre los recursos naturales. En un proyecto reciente, participé en la evaluación de estrategias de eficiencia energética para una empresa que logró disminuir su consumo eléctrico en un 25% mediante la implementación de diferentes tecnologías en sus equipos de extracción y procesamiento.

La minería sostenible no solo se enfoca en la dimensión ambiental, sino que también tiene un impacto social considerable. La implementación de proyectos energéticos sostenibles mejora la calidad de vida de los trabajadores y las comunidades cercanas, proporcionando acceso a electricidad confiable y promoviendo la inclusión de tecnologías de bajas emisiones en estas zonas. 

Soluciones como los sistemas de agua por bombeo solar garantizan el acceso a agua potable y de riego en zonas rurales, mejorando las condiciones de vida y optimizando los recursos hídricos de manera eficiente. 

En algunas regiones mineras donde he trabajado, la instalación de estos sistemas ha reducido la necesidad de transporte de agua en hasta un 40%, disminuyendo los costos operativos y reduciendo el impacto ambiental. A través de capacitaciones y procesos de socialización, es posible garantizar que estos proyectos sean adoptados de una buena manera por las comunidades, generando empleo, fortaleciendo el tejido social y mejorando el bienestar de la población.

Una tecnología emergente que está ganando relevancia en la industria minera es la captura, almacenamiento y uso de carbono (CCUS, por sus siglas en inglés). Este enfoque permite capturar las emisiones de CO₂ generadas por las operaciones mineras, almacenarlas de manera segura en formaciones geológicas profundas y, en algunos casos, reutilizarlas en procesos industriales como la producción de materiales de construcción o combustibles sintéticos. 


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Países como Canadá y Australia ya están implementando proyectos piloto de CCUS en minas de carbón y metales, reduciendo significativamente sus emisiones netas de carbono. La adopción de esta tecnología en la minería puede jugar un papel crucial en el cumplimiento de los objetivos de descarbonización y en la creación de un sector más sostenible y resiliente ante las regulaciones ambientales cada vez más estrictas.

Desde el punto de vista económico, la transición hacia una minería más sostenible ofrece beneficios tanto para las empresas como para los territorios donde se desarrollan estas actividades. 

Las inversiones en energías renovables y eficiencia energética pueden representar una ventaja competitiva en el mercado global, atrayendo inversionistas y asegurando el cumplimiento de normativas ambientales cada vez más exigentes. A su vez, el desarrollo de proyectos sostenibles permite diversificar la economía local, fomentando nuevas oportunidades de negocio y promoviendo el desarrollo regional. 

Según estudios recientes, las empresas mineras que han adoptado estrategias sostenibles han experimentado un aumento en la confianza de inversionistas y consumidores, lo que ha mejorado su acceso a financiamiento y ha fortalecido su reputación en mercados internacionales.

Para lograr una minería verdaderamente sostenible, es fundamental adoptar un enfoque integral que combine el uso de energías renovables, la eficiencia energética, la recuperación de suelos y la participación activa de las comunidades. 

Diseñar estrategias adaptadas a las necesidades específicas de cada operación minera y establecer indicadores de seguimiento permite evaluar los avances y garantizar la continuidad de las iniciativas. 

Con una planificación adecuada y el compromiso de todos los actores involucrados, es posible transformar la industria minera en un motor de desarrollo responsable y sostenible, asegurando un equilibrio entre crecimiento económico, bienestar social y protección ambiental.

Redacción ingeniero químico Juan Pablo Agudelo Silva, consultor minero energético, especialista en Derecho Minero Energético y magister en Ciudades Inteligentes.


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