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¿Crédito empresarial o tarjeta corporativa? Kapital explica cómo tomar la mejor decisión para financiar la operación de las pymes
En Colombia, solo el 64% de las pequeñas empresas accede a crédito formal y en las micro la cifra baja al 16%, lo que refleja una brecha significativa en inclusión financiera.

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¿Crédito empresarial o tarjeta corporativa? Kapital explica cómo tomar la mejor decisión para financiar la operación de las pymes
En Colombia, solo el 64% de las pequeñas empresas accede a crédito formal y en las micro la cifra baja al 16%, lo que refleja una brecha significativa en inclusión financiera.
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Jueves, 20 de Noviembre de 2025

El financiamiento sigue siendo un reto para las pequeñas y medianas empresas en Colombia. Según el Banco de la República, mientras el 78% de las medianas y 64% de las pequeñas acceden a crédito formal, solo el 16% de las micro lo logra. Esta realidad obliga a que los empresarios no solo busquen acceso a recursos, sino que también comprendan cuál es el instrumento más adecuado según sus necesidades y su ciclo de caja.

En ese contexto, Kapital Colombia presenta algunas recomendaciones  para entender cuándo es mejor recurrir a un crédito empresarial y cuándo a una tarjeta de crédito corporativa, con el fin de acompañar a las pymes en decisiones que impactan directamente su flujo financiero.

El financiamiento es una herramienta que debe usarse con inteligencia y propósito. Un crédito empresarial es el camino para invertir y proyectar el negocio en el mediano plazo, mientras que la tarjeta corporativa es ideal para ordenar y agilizar la operación del día a día. En Kapital creemos que la verdadera inteligencia financiera está en conocer en detalle el abanico de soluciones disponibles y elegir la que mejor se ajuste al momento y a las necesidades específicas de cada empresa”, señaló René Saul, CEO y cofundador de Kapital.

Crédito empresarial: una alternativa para necesidades de mayor plazo

El crédito empresarial es una herramienta pensada para proyectos de mayor horizonte temporal y necesidades estratégicas de crecimiento.

  • Financiar capital de trabajo: resulta útil para cubrir brechas de flujo de 30, 60 o 90 días mientras ingresan los pagos de clientes, evitando presiones inmediatas sobre la liquidez.
  • Invertir en inventario de rotación lenta: es la herramienta más adecuada para sectores como comercio o industria, que requieren abastecerse con surtido para temporadas altas que se monetizan meses después.
  • Adquirir equipos o tecnología: funciona para inversiones productivas con vida útil prolongada, como maquinaria o software especializado, que generan retorno en un horizonte de varios años.
  • Estructurar plazos flexibles: permite que las cuotas se adapten al flujo de caja real de la empresa, asegurando que la operación diaria no se vea comprometida por el pago de la deuda.

Este instrumento puede ofrecer tasas competitivas, plazos alineados al retorno de la inversión y cuotas que se ajustan al flujo de caja. Además, existen líneas rotativas que aseguran liquidez recurrente sin necesidad de recurrir a mecanismos más costosos.


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Tarjeta corporativa: una herramienta para gastos inmediatos y control operativo

La tarjeta corporativa, en cambio, aporta valor en situaciones de corto plazo y gastos recurrentes que requieren rapidez y control administrativo.

  • Compras operativas recurrentes: es muy útil para licencias de software, plataformas digitales, insumos de oficina o servicios logísticos, concentrando los gastos en un solo instrumento.
  • Viajes y representación corporativa: permite centralizar consumos de transporte, alojamiento y alimentación, con extractos detallados que simplifican la conciliación contable.
  • Emergencias puntuales: ofrece una respuesta rápida frente a imprevistos que podrían afectar la continuidad de la operación.
  • Puente de liquidez temporal: si la empresa tiene ingresos asegurados en el siguiente corte de facturación, la tarjeta puede cubrir necesidades inmediatas sin afectar la operación.
  • Control administrativo: asignar cupos por área o por proyecto facilita el seguimiento de los gastos y fortalece la disciplina financiera.

En el ámbito corporativo, la tarjeta no solo aporta agilidad y control, sino que además ofrece valor agregado a través de beneficios como seguros, programas de puntos, descuentos y periodos de gracia. Bien gestionada, se convierte en un instrumento para optimizar la liquidez de corto plazo, fortalecer el control de gastos y facilitar la planeación financiera de la compañía. Utilizada con criterio estratégico, puede ser una palanca que impulse la eficiencia operativa y genere ventajas competitivas en la administración de recursos.


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Al final, la decisión es qué instrumento responde mejor al momento que atraviesa la empresa y a sus necesidades específicas. Mientras el crédito empresarial impulsa inversiones y crecimiento en el mediano plazo, la tarjeta corporativa brinda rapidez, control y eficiencia en la operación del día a día. Conocer estas diferencias y aplicarlas de manera estratégica permite a las pymes optimizar su liquidez, reducir costos financieros y fortalecer su sostenibilidad.

Acerca de Kapital Grupo Financiero

Kapital Grupo Financiero es una institución financiera global que transforma el acceso al capital empresarial a través de su avanzada plataforma tecnológica. Con operaciones en México y Colombia, ofrece soluciones innovadoras y accesibles para empresas, impulsadas por inteligencia artificial. Kapital Bank permite a las empresas gestionar operaciones, créditos y flujo de efectivo de manera eficiente, brindándoles la ventaja competitiva de las grandes corporaciones, a una fracción del costo.

Kapital Colombia hace parte de Kapital Grupo Financiero, una institución global que transforma el acceso al capital y a la gestión empresarial mediante tecnología avanzada y soluciones impulsadas por inteligencia artificial. En sus cerca de tres años de historia en Colombia, la compañía ha impulsado el crecimiento de 1.080 empresas a través de su promesa de valor y de la mano de Kapital House, el Hub empresarial y de networking de Kapital en Bogotá, el cual busca que los empresarios cuenten con las herramientas necesarias para su crecimiento empresarial.


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La transición energética no será ganada por quienes cambien de tecnología más rápido, sino por quienes entiendan que el verdadero poder está en controlar las cadenas de valor que soportan esa tecnología.
La opinión
La Opinión

Esta semana tuve la gran oportunidad de participar como invitado en el primer webinar sobre descarbonización como reto climático, organizado por la universidad Francisco de Paula Santander y la gobernación de Norte de Santander, y quiero compartir una reflexión que en América Latina todavía no hemos interiorizado con la fuerza que merece, la transición energética no debe funcionar como un reemplazo, sino como una adición.

La conversación pública se ha planteado como si el mundo tuviera que apagar traumáticamente las fuentes convencionales para prender las renovables, y eso no es cierto. La transición energética real, la que está funcionando y la que está demostrando resultados, consiste en integrar las tecnologías de bajas emisiones dentro de las matrices existentes, de manera progresiva y ordenada, sin destruir la confiabilidad de la red, sin paralizar la industria y sin erosionar la competitividad de los territorios. Esa palabra adición, debería ser el centro del debate.

El planeta se está electrificando porque así lo exige el cambio climático, los acuerdos globales y la presión por descarbonizar. Pero la electrificación masiva tiene una verdad incómoda que pocos se atreven a enunciar con claridad, y es que descarbonizar el planeta requiere más minería. Un vehículo eléctrico necesita aproximadamente seis veces más minerales que uno convencional. Una planta solar o un parque eólico requieren mucho más cobre que una central térmica. Las nuevas tecnologías energéticas requieren grandes cantidades de litio, níquel, cobalto, cobre y tierras raras. No hay paneles solares sin aluminio. No hay turbinas eólicas sin neodimio. No hay baterías sin litio. La transición energética no será de quien tenga petróleo, sino de quien controle minerales estratégicos, capacidad de refinación y la cadena industrial para convertir esos minerales en tecnología.

Esto nos lleva a la dimensión más ignorada del tema, la cual consiste en que la geopolítica de la energía ya cambió. China domina el procesamiento y refinado de minerales críticos. El Congo concentra la mayor parte del cobalto. El triángulo del litio está en nuestra región. Y aun así, América Latina sigue discutiendo como si estuviéramos en la transición energética europea, en lugar de construir la transición energética latinoamericana. Tenemos la materia prima, pero seguimos importando el modelo mental. Seguimos creyendo que la transición consiste en copiar políticas de otros países. No. La transición consiste en desarrollar nuestra propia estrategia industrial basada en nuestras ventajas comparativas reales.


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Por supuesto, esto no se puede hacer ignorando lo social y lo ambiental. Las tecnologías de energía de bajas emisiones no están exentas de impactos. La extracción de litio consume agua. La minería de níquel mal gestionada contamina. El caso del cobalto en el Congo ha demostrado que la transición no está libre de abuso y explotación. Por eso, la minería para la transición debe ser distinta, teniendo estándares ESG estrictos, trazabilidad total, acuerdos sociales reales y beneficio territorial. No es minería sí o no. Es cómo, dónde, bajo qué gobernanza y para qué fin.

Ahora bien, ¿qué significa esto para el sector industrial y para regiones como Norte de Santander? Significa que no debemos ver la transición energética como una amenaza, sino como una oportunidad histórica de valor agregado. Podemos integrarnos a cadenas logísticas, industriales y tecnológicas que requerirán manufactura, mantenimiento especializado, servicios industriales, innovación en materiales, monitoreo de integridad para transmisión eléctrica, y soluciones de eficiencia energética para industrias actuales. Podemos ser puente, plataforma y articulador. Estamos físicamente ubicados en el punto donde se conectan industrias, fronteras, comercio y talento.

Pero hay una condición que quiero dejar clara, la transición energética de nuestra región debe ser justa, debe ser ordenada, y sobre todo debe ser integrada. No puede haber una transición latinoamericana basada en países compitiendo entre sí. No es Chile contra Colombia por el litio. No es Perú contra México por el cobre. Es cada país aportando su rol dentro de un rompecabezas regional. El norte real no es sustituir una matriz por otra, es agregar capacidades, sumar tecnologías y coordinar valor.

La transición energética no será ganada por quienes cambien de tecnología más rápido, sino por quienes entiendan que el verdadero poder está en controlar las cadenas de valor que soportan esa tecnología. Y América Latina tiene una oportunidad irrepetible, es momento de dejar de ser espectadores para convertirnos en protagonistas. Pero ese cambio empieza por cambiar el lenguaje. La transición no es reemplazo. Es adición. Y la región que comprenda esto primero será la que lidere el siglo XXI.

Por: Ingeniero químico Juan Pablo Agudelo Silva, especialista en Derecho Minero Energético y magíster en Ciudades Inteligentes


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