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Colombia
Colombia es un país hecho de encuentros, no solo de bandos
Colombia se escribe en colectivo: más allá de la polarización, hay un país que se sigue reconociendo entre diferencias.
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Valentina Salgado
Valentina Salgado
Domingo, 20 de Julio de 2025

¿Qué nos une? Es un difícil interrogante de responder en tiempos de extrema polarización y división, a causa del conflicto interno y la política, que tanto han fragmentado, incluso, a la familia más unida. Para entrar en materia, vale la pena hacernos las siguientes preguntas: ¿Qué nos une de verdad? ¿Qué nos ha emocionado como colombianos?

Lo primero en que pensar es en el deporte, los eventos trágicos que han llamado a la solidaridad, los reinados y, sin duda, los artistas que día a día representan a Colombia en el mundo. Así que pretendiendo ir mucho más allá en un sondeo de opinión entre colegas periodistas y gente cercana la mayoría coincidía en dos cosas: el fútbol y el entretenimiento.

“Nos une como colombianos lo apasionados que somos. Esa pasión se desborda en los deportes (principalmente fútbol) y en la música. Tenemos grandes exponentes y una gran variedad de ritmos heredados de nuestros ancestros y raíces africanas. Pero no podemos dejar de lado la pasión al cocinar, nuestra gastronomía es tan variada, que hasta la plasmamos en cada platillo”, dijo Edward Manrique, comunicador social.

Algunos se trasladaron emocionalmente a lo que vivió la Selección Colombia hace un año en la Copa América. ¿Cómo olvidar cuando el país entero se vistió de ilusión al llegar a la final del certamen sudamericano? Hasta el menos fanático tenía la esperanza de que Colombia se trajera la tan anhelada copa. Aunque la ‘Sele’, nombre que ha ganado fuerza entre los hinchas colombianos, fue superada por Argentina y terminó como subcampeona, el torneo logró algo igual de valioso: acercó aún más al equipo a su gente.


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Y es que el efecto de la Selección Colombia no es nuevo. Unió a miles en 2001, cuando el 29 de julio ganó su único título continental en medio de un país golpeado por la violencia. En ese momento, Andrés Pastrana, expresidente de Colombia (1998-2002) mantenía diálogos de paz con las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc).

Pero, la situación de seguridad era tan crítica que se dudaba si el país podría ser sede de la Copa América. Incluso, Hernán Mejía Campuzano, vicepresidente de la Federación Colombiana de Fútbol fue secuestrado poco antes del inicio del citado torneo. A pesar de todo, la copa se jugó. Y ganarla en casa fue una victoria mucho más allá de lo deportivo.

Pero, no solo el fútbol ha causado esas euforias colectivas. El 5 de agosto del año pasado, el cucuteño Ángel Barajas llenó de orgullo al país al convertirse en el primer colombiano en ganar una medalla olímpica en gimnasia artística. Con solo 17 años, marcó un hito para el país y su tierra natal, Norte de Santander.

Ángel Barajas. Foto Archivo La Opinión

Le siguieron Yeison López y Mari Leivis Sánchez con medallas de plata en levantamiento de pesas, y Tatiana Rentería, con un bronce en lucha libre. Además, hay nombres que ya hacen parte de nuestra identidad nacional, como Caterine Ibargüen, campeona mundial en 2013 y 2015, medallista de plata en Londres 2012 y de oro en Río 2016.

Juan Pablo Montoya, con la bandera pintada en el casco, hizo historia en la Fórmula 1 y en la IndyCar, ganando las 500 Millas de Indianápolis dos veces. Nairo Quintana, con su temple en las montañas, conquistó el Giro de Italia en 2014 y la Vuelta a España en 2016. Mariana Pajón, la reina del BMX, ganó oro olímpico en Londres 2012 y Río 2016.

En el contexto del ciclismo, Stuart Timrsty Wilson Jaimes Mendoza, filósofo de la Universidad Industrial de Santander, relacionó esos momentos como detonantes de unidad nacional, tomando de ejemplo a Egan Bernal y la euforia que causó. Detalla que no se trató solo del joven que ganó etapas en Europa. Dice que lo realmente importante es cómo una sociedad como la colombiana tan diversa, tan fragmentada puede, de repente, unirse en torno a un solo nombre.

“Lo de Egan Bernal fue un fenómeno social. En cafeterías, buses, colegios, todos hablaban de lo mismo. Esa conexión momentánea rompió las barreras del conflicto cotidiano y nos acercó desde el goce y la posibilidad de reconocernos en algo común. La filosofía diría que ahí hay un acto de resiliencia social: encontrar sentido en lo compartido”, añade.

Pero el deporte no ha sido lo único que ha generado emoción nacional.

Los reinados de belleza también han sido parte de nuestra historia emocional colectiva. En 1958, Luz Marina Zuluaga se convirtió en la primera Miss Universo colombiana, y décadas después, en 2014, Paulina Vega revivió esa gloria. En 2015, Ariadna Gutiérrez vivió uno de los momentos más comentados de los certámenes, al ser coronada por error y luego despojada del título, lo que desató una ola de solidaridad nacional. Laura González fue virreina universal en 2017, año que nos hizo recordar a Taliana Vargas en 2008, cuando nos regaló otra noche emocionante que pasó a la historia.

Estos logros que tocaron las fibras de muchas personas obedecen a un sentimiento profundo: el de sentirnos parte de algo grande. Por eso, hablar de lo que nos une como colombianos también implica mirar hacia adentro.

Según el psicólogo Julián Andrés Gutiérrez, representante del campo Desarrollo Humano y Ciclo de Vida del Colegio Colombiano de Psicólogos, lo que realmente teje nuestro sentimiento de nación no es solo el folclor o los símbolos, sino la manera como compartimos las emociones, incluso en la adversidad.


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“Hemos construido una resiliencia colectiva, una forma de resistir juntos desde lo emocional, el apoyo mutuo, incluso cuando las circunstancias parecen imposibles”, expresa Gutiérrez. Para él, esa colombianidad que nos atraviesa tiene mucho de empatía, de creatividad, de hospitalidad. Se ve en los abrazos que damos, en los chistes que contamos, en cómo bailamos para espantar el dolor. Es un país que -pese a las diferencias- se reconoce en lo que lo hace sentir: la música, la comida, la fe, la esperanza de transformar, incluso sin saber cómo.

Y en esto concuerda Daniela Ruíz, ingeniera ambiental de la UFPS, al comentar:

“Lo que nos une como colombianos es el cafecito con arepa en la mañana, el amor por nuestras playas, llanos, selvas… y la Sele”.

Para Andrés Barrera, estudiante próximo a graduarse en Administración de Negocios Internacionales, los ritmos colombianos también hacen parte de la unidad. Tanto que es inevitable cantar una tonada reconocida cuando suena por las calles.

“Lo que más nos une yo creo que es el folclor musical, un vallenato, una salsa… es signo de que, aunque uno esté lejos, al escuchar una canción de esos géneros, siente orgullo por sus raíces”, es su consideración.

El folclor colombiano es muy variado, tenemos exponentes como Carlos Vives que fusionó el vallenato con el pop y puso a cantar al país. O se encuentra también Juanes, quien cruzó fronteras con letras cargadas de mensaje social y de paz que hoy siguen siendo recordadas. La cantante barranquillera Shakira, por ejemplo, llevó el Caribe colombiano a escenarios globales y a tres mundiales de fútbol.

Y la artista musical Karol G, con su éxito mundial, se ha convertido en un símbolo del empoderamiento femenino en el género urbano. En el mismo género, el cantante J Balvin ha colaborado con artistas como Beyoncé y Bad Bunny, llevando el reguetón a las grandes ligas. Y el artista antioqueño, Maluma, con giras por Europa, Asia y América, posicionó a Medellín como capital de la música urbana.

Y si hablamos de representación cultural, ‘Encanto’, la película de Disney, logró un retrato emotivo de la Colombia familiar, diversa y mágica. Sin explicaciones ni clichés, mostró al mundo nuestra riqueza cultural. Además, ese júbilo creció al obtener el Óscar a la mejor cinta animada.

La televisión también nos ha unido. Producciones como Yo soy Betty, la fea, más allá de su éxito internacional, se volvió un espejo de nuestra vida cotidiana, con humor y sueños compartidos.

Y hay rituales que son puentes invisibles entre generaciones. Las novenas de Navidad, con buñuelos, risas y villancicos, siguen siendo una tradición donde el país se junta sin importar edad, ciudad o clase social. Algo similar ocurre con la Semana Santa. Aunque su origen es católico, en Colombia se ha convertido en un tiempo de encuentro familiar, procesiones y actos simbólicos.

“Yo creo que nos une como colombianos las cosas malas. Cuando uno sabe que de cada 10 colombianos, 8 han pasado por violencia… uno puede comprender esa realidad porque la ha vivido”, comparte Osyaris Pérez, trabajadora social de la Universidad Francisco de Paula Santander.

En los momentos más oscuros, la solidaridad ha sido el lenguaje común. Tragedias naturales, atentados y crisis humanitarias han revelado la capacidad del país de volverse abrigo para el otro. Una reacción espontánea que no pregunta por ideologías ni regiones. Así pasó el pasado 7 de junio de 2025 con el atentado que sufrió el senador Miguel Uribe cuando pronunciaba un discurso en el parque El Golfito, ubicado en el barrio Modelia de Bogotá.

Las voces de rechazo y también las plegarias por su recuperación no tardaron en llegar de todos los sectores políticos, religiosos y sociales. Otro hecho trágico que implicó solidaridad y llamados a la conciliación, la paz y la presencia del Estado, fue la guerra entre el Eln y la disidencia de las Farc y la crisis humanitaria que desde mediados de enero surgió en el Catatumbo, cuando miles de personas fueron afectadas por el desplazamiento forzado.


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La Colombia soñada y sin divisiones

El psicólogo Gutiérrez sostiene que durante años hemos cargado con un pesimismo heredado por la violencia y el narcotráfico. Sin embargo, esa narrativa ha venido cambiando, en parte gracias al brillo de tantos colombianos y colombianas en la ciencia, el arte, el deporte. Menciona a figuras como Diana Trujillo en la NASA o Francisco Lopera en la medicina, quienes han ayudado a mirar con más orgullo lo que somos, recordando que la colombianidad también es un motivo de celebración.

En este sentido, el presbítero Samuel Alexis Arias Meza, director del centro de comunicaciones de la Diócesis de Cúcuta menciona que la fe es otro factor al que se apegan los colombianos. “Aunque somos un estado laico o como se quiera llamar, somos un pueblo creyente que pone su confianza en Dios y eso se ve manifestado en muchas actitudes que están en todas las familias, desde los estratos más bajos hasta los estratos más pudientes de nuestra sociedad”, manifiesta.

Quizá lo que más nos une como colombianos no sean solo los goles, las canciones o las tragedias compartidas, sino el deseo profundo, a veces dormido, de reconocernos en el otro. Como lo plantea el filósofo Stuart Jaimes, amar sin medida aquello que nos importa es el primer paso para construir una mejor nación. Y si ese amor se dirigiera con más fuerza hacia nuestra sociedad, tal vez nos atreveríamos a mirar con honestidad lo que no nos deja avanzar. Porque al final, la verdadera unidad no nace de la euforia colectiva, sino de la voluntad de entendernos, escucharnos y sanar las heridas que arrastramos desde hace más de dos siglos.


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