

Colombia libre de violencia y libre de corrupción, sin drogas y sin polarización. ¿Es posible? Podemos ser un país con una justicia equitativa, una economía sólida, cultura ciudadana, educación y salud garantizada y de calidad. ¿Existe la probabilidad de dibujarnos de esta manera a futuro?
Ver a Colombia como Noruega en calidad de vida, economía, educación, salud, justicia, trabajo, poder adquisitivo es una proyección que en números se traduciría así:
Por ejemplo, este año Noruega está ubicado en el primer puesto del índice de progreso social en el listado de Social Progress Imperative, que hace el promedio de puntuaciones midiendo tres dimensiones como son las de necesidades humanas básicas, bienestar y oportunidades. Noruega tiene un puntaje de 91.95, mientras que Colombia se posicionó en el puesto 68 con 69.91.
Ese progreso social es entendido como la calidad de vida y las necesidades básicas para sus poblaciones. Para Social Progress Imperative el progreso social es la capacidad de una sociedad para satisfacer las necesidades humanas básicas de sus ciudadanos y establecer los pilares que les permitan mantener la calidad de sus vidas y crear las condiciones para que alcancen su máximo potencial.
Mirando este panorama ¿cómo dibujaríamos a Colombia? ocupando ese primer lugar, siendo el ideal para vivir y satisfacer esas necesidades básicas para los más de 53 millones de personas que hoy habitan esta hermosa tierra.
Colombia dibujada con la calidad de vida de un país nórdico sería más o menos así:
Tendría el país un acceso a la salud de cobertura universal y donde todos los habitantes podrían acceder a los servicios médicos (primario, especializado, de urgencia, mental y preventivo). Y aunque en Noruega no es completamente gratis la salud, porque el sistema es financiado una parte por los impuestos, contribuciones salariales y métodos de copagos para ciertos servicios, existen límites anuales para proteger a la población de gastos excesivos.
Estos servicios tendrían que estar completamente descentralizados y los departamentos les correspondería hacerse cargo la atención especializada y a los municipios de la atención primaria.
En aspectos como la educación, Colombia tendría que implementar un sistema enfocado en el fortalecimiento de capacidades vocacionales desde la adolescencia hasta el ingreso de los jóvenes a la universidad. Por ejemplo, en Noruega el sistema educativo está dividido en tres etapas (todas gratis): la primaria, llamada Barneskole, de carácter obligatorio y para menores de 6 a 13 años, son 7 años de estudio desde el primer grado hasta el séptimo. La secundaria inferior, conocida también como ungdomstrinnet (de 13 a 16 años), es obligatorio y comprende los grados del 8 al 10 y esta etapa se caracteriza por tener un currículo nacional unificado, pero con flexibilidades para las necesidades individuales de cada estudiante. Los alumnos pueden adaptar hasta un 25% las lecciones de las asignaturas según las necesidades individuales, actitudes y enfoques vocacionales.
Y una tercera etapa, de carácter opcional, es decir, no obligatoria, que sigue luego de la secundaria inferior, llamada Videregående skole, y en la cual los estudiantes tienen la opción de estudios generales o vocacionales durante tres años. La primera prepara a los alumnos para acceder a la educación superior y la segunda para ingresar directamente al mercado laboral, luego de completar sus estudios, sin necesidad de exámenes adicionales.
En el ámbito laboral, en Colombia el salario mensual debería de ser de aproximadamente 8.8 millones de pesos para equipararlo con el de Noruega. Además, tendríamos un sistema conocido como las prestaciones por desempleo, que es un apoyo financiero para quienes pierden el empleo y estas se calculan en base a los ingresos previos y pueden llegar a cubrir hasta un 62.4%.
Consulta especializada
Consultamos a especialistas en distintas áreas para que dibujaran a esa Colombia anhelada y soñada: aquella donde los niños del Catatumbo puedan ir a estudiar tranquilamente sin miedo a las balas, donde los campesinos puedan cultivar en suelos fértiles y producir a cántaros para la economía nacional e internacional, donde la salud sea realmente un modelo de gestión, donde las empresas puedan invertir sin miedos jurídicos o de seguridad, donde las fuerzas públicas no tengan pánico de salir a proteger a los ciudadanos, donde la tolerancia y el diálogo sean las premisas nacionales.
Mario de Jesús Zambrano Miranda, docente de economía de la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP), enfatizó sobre una Colombia libre de violencia lo siguiente: “hablar de una Colombia libre de violencia es de alguna manera construir la máxima utopía aspiracional que tenemos como sociedad. Creo que independientemente del color de piel, de la ideología o de muchas de las experiencias que cada ciudadano en este país tendría, podríamos pensar que esa Colombia libre de violencia es como la aspiración más grande que podamos tener como un colectivo, como un país. Entonces, sería un país que uno podría pensar se le fuese más fácil garantizar los derechos de las personas, tal y cual como lo consagra la Constitución Política de Colombia”.
El politólogo y comunicador social, Edgar Allan Niño Prato, sostuvo que pensarse en escenarios con paz son “escenarios donde el comercio comienza a fluir, escenarios donde hay inversión para la industria y escenarios donde obviamente el turismo podría ser un factor determinante para que casos, como el de Norte de Santander salieran adelante a nivel mundial”.
Precisa que la idealización de Colombia es poderse levantar todos los días y tener la percepción de seguridad súper alta, “un país ideal donde haya seguridad en lo económico, un país ideal es aquel donde el comercio y la inversión a nivel de industria florece, un país ideal es donde el sector agrícola está tecnificado para que los productos puedan salir a los centros urbanos (…) Ese país ideal es volver a la esencia de los valores humanos, volver a las buenas costumbres (…) Sería una sociedad ideal donde todos podemos participar, es decir, sería la unidad en medio de la diversidad”.
Para socióloga y estratega regional de la Casa de las Estrategias, Sara Rodas Chingaté, faltan muchas generaciones para que sea posible alcanzar este escenario tan deseable por los colombianos. “Y creo que faltan muchas generaciones porque la longevidad de este conflicto armado ha generado unas heridas profundas en el tejido social de las comunidades. Y es necesario el tiempo para poder sanar la salud mental de muchas personas y de los traumas, que deja el conflicto armado impregnado dentro de la cultura”.
Rodas, además explicó que es necesario que haya justicia social, sobre la cual detalló que se trata de las “condiciones de una vida digna mínima para todas las personas, que también se cierren las brechas de desigualdad que existen en el país (…) También requeriría el fortalecimiento de la democracia y eso implica, pues que podamos coexistir en un mismo territorio personas que tenemos ideas distintas, en donde decidamos resolver los conflictos desde el debate como posibilidades de generar diálogos ciudadanos entendiendo que no tenemos que pensar todas las personas igual”.
La socióloga indica que también debe entenderse una Colombia que apuesta a la sostenibilidad en todos los municipios, es decir, que se tumbe ese concepto de centralismo, “en donde las regiones escuchen, donde haya autodeterminación de los pueblos, autonomía de los pueblos. También donde haya un respeto por los derechos de todas las personas y de todos los seres vivos, porque la paz también es con la naturaleza”.
Estudio de Norte sin violencia
El docente de economía de la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP), Mario de Jesús Zambrano Miranda, explica que hace unos años esta institución hizo una investigación en la cual estimaron el impacto del conflicto armado en el crecimiento económico de Norte de Santander. ¿Qué hubiese pasado si no fuéramos un territorio con un conflicto armado? ¿Cuál sería su crecimiento?
Zambrano manifesta que hallaron varias cosas interesantes. “Por ejemplo, había unos aspectos positivos que hubieran sido un crecimiento de la inversión, se llama economía en formación bruta de capital del 0,2%, y un crecimiento del PIB en esa misma tasa, acompañado de un crecimiento de la población también importante”.
También advierte que el conflicto armado reduce significativamente el potencial del crecimiento económico, “y sin él los factores productivos tienen mayor capacidad de generar crecimiento y productividad”.
Pero, “además el conflicto actúa, en ese efecto económico de baja inversión, por llamarlo de esa manera, no generar incentivos para que los inversionistas lleguen, porque no hay una garantía de seguridad, y no solamente es seguridad jurídica, sino es una seguridad en término un poco más amplio, de no ser extorsionado, de no ser afectado”.
“La empresa no invierte y eso va a generar un costo de oportunidad muy alto, por llamarlo así. Y el conflicto además tiene como una trampa de pobreza, que obstaculiza la prosperidad”, puntualizó Zambrano.
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