En pocas horas y sin oportunidad para defenderse -como ninguno de los colombianos detenidos en el vecino país- Oscar fue trasladado por funcionarios de la Dirección de Contrainteligencia Militar de Venezuela (DGCIM) a la cárcel de El Rodeo I, la prisión de máxima seguridad de ese país, donde se encuentran recluidos la mayoría de connacionales.
Oscar, empresario y deportista aficionado, relató que “el trato fue inhumano desde el día uno” hasta la entrega en el puente el pasado viernes. Describió como “terribles” los días en esa prisión donde -aseguró- “se come en una letrina”, esto en relación a la ausencia de un sanitario que aislara los malos olores en las celdas.
Al respecto, Alexander Sánchez, el conductor de aplicación detenido el pasado 29 de agosto en el puente de Tienditas, por transportar a dos ciudadanos que no portaban sus documentos originales, liberado 37 días después, ilustró desde su experiencia cómo es El Rodeo I.
Describió que el complejo carcelario se compone lo conforman tres torres de cuatro pisos, con 24 celdas por planta y capacidad de 48 detenidos, por sección, en razón de dos presos por cubículo 2 por 3 metros, totalmente sellados con barrotes y latas, con dos pequeñas ventanas, una que da al pasillo interno y otra al patio grande, al que él no llegó a tener acceso.
Las camas son dos planchas de cemento, con un delgado colchón que apenas separa la espalda del concreto; detrás está una letrina, donde deben hacer sus necesidades, pero además bañarse. Ese pozo expide olores nauseabundos, que provocan afecciones respiratorias y problemas en la piel.
Guerrilleros y paramilitares
Amin Hernández, Ignacio Moña y José Ignacio Hurtado, con residencia en el Valle del Cauca, fueron detenidos al mismo tiempo el 23 de noviembre de 2024, cuando cruzaban el río Apure desde Puerto Carreño a Puerto Paez, del lado venezolano, rumbo a la finca de un general (r), para trabajar en labores agrícolas.
Construir un lago para desarrollar piscicultura y comenzar trabajos para la instalación de paneles solares, eran algunas de las tareas que tenían encomendadas estos hombres, pero nunca pudieron llevarse a cabo.
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“Nos detuvo la brigada marítima del Dgcim, nos revisaron todos los documentos, revisaron el equipaje y no consiguieron nada, ya por último nos dijeron que por ser colombianos éramos guerrilleros o paramilitares”, manifestó Hernández.
El hombre aseguró que no se dejó intimidar ante el insulto y replicó varias veces lo que le decían los uniformados, hasta que le callaron la boca con cinta y lo encerraron en un carro, donde lo dejaron 36 horas sin comer.
Fueron trasladados al Rodeo I, donde los recibió el director, quien les advirtió que “solo Dios los va a sacar de aquí”. Acto seguido los mandó a un calabozo, donde estuvieron aislados por seis meses.
Moña agregó que fueron los días más tristes de su vida, sin poder saber nada de su familia, sin poder ver el sol por más de 10 minutos.
Los hombres aseguran que se salvaron de la muerte porque la persona que los había contratado fue a abogar por ellos, aunque al parecer esa acción habría significado la cárcel también para él.