Jhon Erick Bonilla desapareció la infausta tarde del 16 de abril de 2010 en el corregimiento La Parada, junto a tres de sus amigos, todos vecinos del barrio Lomitas, en Villa del Rosario.
Hoy, transcurridos más de 13 años, la desaparición de estas cuatro personas sigue siendo un misterio que aún las autoridades no logran resolver, mientras que sus familiares viven soportando el peso de esa ausencia, atascados en la incertidumbre y la sinrazón.
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Luz Marina Bonilla Rincón, relata que hacia las 4 de la tarde Jhon Erick fue a La Parada con Roberto Ramón Roa Albarracín, de 46 años y su hijo, Roberto Roa Rivera, de 25, a recoger su carro que le prestó a Wilson Prieto para que hiciera una diligencia. Le informaron que el vehículo se había dañado y estaba en una chivera, en ese sector fronterizo, por lo que junto a sus vecinos tenían la idea de desvararlo para traerlo a su casa en Lomitas.
Ese propósito no se cumplió, porque a los cuatro hombres los habrían subido por la fuerza a un carro en el sector La Virgen (La Parada) y desde ese momento están desaparecidos. Nadie volvió a saber de ellos, como tampoco del carro de Jhon Erick ni de la camioneta de Roberto Roa, en la que se habían movilizado.
Luz Marina, quien ya cumplió 58 años, recuerda que ese día su hijo, quien para la fecha tenía 23 años, salió en la mañana para tránsito a hacer sus diligencias, como era costumbre, ayudando a las personas a diligenciar licencias de conducción o traspasos de vehículos.
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“Yo trabajaba en la tarde, pero me cuentan que él llegó a la casa y se encontró con los amigos y le dijeron que el carro estaba varado en La Parada y se fueron a buscarlo. Unas horas después empezaron a llamarme para preguntarme si yo sabía algo de mi hijo, lo llamaba al celular pero no me contestaba y ahí empezó el drama, nos informaban que los habían agarrado en La Parada, que los tenían detenidos, y así pasamos toda la noche desvelados y en la angustia más grande, porque no sabíamos qué hacer”.
Al día siguiente, 17 de abril, los familiares salieron a buscarlos en La Parada, allí les indicaron que fueran a Juan Frío y así lo hicieron, recorriendo todos los lugares donde les decían que podrían estar.
“Esa tarde me dijeron que a él lo habían desaparecido, que no lo buscáramos más. Hice todo lo que tuve a mi alcance, traté por todos los medios por saber de mi hijo y lo único que pedía era que me lo entregaran, que si había hecho algo que me lo entregaran de cualquier manera, que no iba a hacer cargos contra nadie. Lo único que me dijeron es que él no tenía que estar allá, que a él nadie lo había llamado”.
Son 13 años de lucha y dolor
Todos estos años han sido de sufrimiento para Luz Marina, quien relata que junto a Yorely Araque, esposa de Roberto Roa y madre de Robertico, han tratado de saber qué fue lo que pasó, “muchas versiones buenas, versiones malas, pero son ya 13 años que estamos en esa lucha. Mi hijo dejó una niña, que iba a cumplir ese entonces 4 años y que ahora tiene 17. Vamos a la Fiscalía y le dicen a uno que si lleva más información, cuando en realidad si uno como madre supiera, nosotras mismas íbamos y hacíamos todo lo posible para sacarlos de donde estuvieran, pero esto es una incertidumbre horrible que nadie debe pasar, vivir con la duda de saber si están vivos o están muertos, qué les estará pasando, eso es muy duro”.
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Luz Marina dice que le pide al Gobierno, que no los sigan dejando solos “porque las víctimas nos sentimos olvidadas, todas las madres de la frontera, quienes somos las que más sufrimos por la desaparición de nuestros seres queridos, reiteramos que no nos dejen solas, que nos ayuden a buscarlos, que nos den una luz, y eso es lo que siempre le pido a Dios: que los encontremos antes de que yo me vaya de este mundo”.
Precisa que nunca han sabido qué grupo es el responsable de la desaparición forzada de estas cuatro personas, si guerrilleros o paramilitares, pero que en sus indagaciones por más de una década les han dicho que los cuerpos están “entre una finca arrocera en La Parada, otros que los mataron y lo enterraron al pasar el río Táchira, en Venezuela, es que hay muchas versiones”.
Una de esas versiones dice que todo sucedió por la muerte de un muchacho del barrio, que era amigo de mi hijo. No sabemos qué grupo pudo estar detrás del hecho, solo sabemos que en esa fecha había mucha violencia en La Parada, muchas muertes, muchas desapariciones, dice Luz Marina. Efectivamente, el 12 de abril de 2010, fue asesinado en Lomitas Edwar Albarracín, sobrino de Roberto Roa Albarracín.
“No vemos resultados de la investigación por parte de la Fiscalía, en el caso de nosotros que hay bastante información, que el caso está en la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), pero no hay esa claridad de lo que está haciendo la instancia de investigación. Uno va y pregunta y dicen, no, que el caso va así, que el caso va muy bien, pero hasta ahí porque hasta la presente no hay un culpable, alguien que diga fui yo o fue fulano, nada hasta ahora”.
Un acto de amor por las víctimas de desaparición forzada
En estos años de ausencia de Jhon Erick, Luz Marina participa en actividades que llaman la atención del Gobierno y las distintas instituciones del Estado, para que su caso y el de decenas de desaparecidos en la frontera colombo venezolana sean aclarados y se conozca la verdad.
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Una de esas actividades fue el “Primer Encuentro de Familiares Víctimas de Desaparición Forzada Transfronteriza”, organizado por la Fundación Progresar, con apoyo de la Gobernación de Norte de Santander, cuando decenas de personas llegaron en peregrinación hasta los hornos crematorios de Juan Frío (Villa del Rosario), donde los paramilitares calcinaron a decenas de sus víctimas.
Luz Marina calificó ese momento como “una experiencia muy dura, saber que está mucha gente allí, muchos familiares, muchos hijos es fuerte. Estuvimos en lo que dicen que es el primer horno, pero dicen que al fondo hay más, yo nunca había ido a ese lugar, porque cuando estaba buscando a mi hijo alcancé a llegar hasta Juan Frío pero nunca llegué hasta esa parte. Dicen que allí hay mucha gente y más adelante hay más, pero esa experiencia es dura, más que todo para nosotras las madres de los desaparecidos, personas ya muy ancianas buscando a sus hijos”.
Agrega que en contraste con el dolor de las familias se trató de un acto muy bonito, “porque fue en memoria a ellos, a quienes además de asesinar los incineraron intentando borrarlos de la faz de la tierra. Uno de madre nunca quiere aceptar que al ser amado pudieron asesinarlo, porque yo digo que él no está ahí, que él puede estar vivo. Uno de madre no acepta hasta no ver que sí es, que no es”.
Un escrito sobre un trozo de lienzo, junto a la pintura de Jhon Erick, muestra el amor infinito de Luz Marina Bonilla por su hijo: Mi Negro, tú ausencia ha dejado un vacío, pero lo más bello ha sido recordar tú forma de ser, tú risa y tus locuras y nunca te olvidaré. /Ruego a Dios a cada instante para que nos ayude en tu búsqueda, que te proteja de todos los males y peligros, recuerda que tienes una familia que te quiere y te espera cada día. Te extrañamos.
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