El sector carbón de Norte de Santander vive uno de sus peores momentos, realidad que se replica en otras regiones de Colombia de tradición minera, lo que ha llevado al cierre temporal de minas. Aunque no hay cifras precisas aún, entre el empresariado se habla de lo difícil que es mantener operaciones.
De acuerdo con el presidente ejecutivo de la Federación Nacional de Productores de Carbón (Fenalcarbón), Carlos Cante, la baja de los precios internacionales del carbón y coque, sumado a la pérdida de competitividad local por el incremento de los costos logísticos, operativos y, sobre todo, tributarios, han hecho que la producción del mineral esté en picada.
Cante, quien participó en el panel Carbón, respaldo y equidad: luces para la matriz colombiana del Encuentro Minero Energético (EME) 2025, el cual se desarrolló durante dos días en Cúcuta y terminó ayer, precisó que, a corte del tercer trimestre, se reportaba una reducción en la producción y las exportaciones de cerca del 33%, con mayor caída en los carbones térmicos (10.5 millones de toneladas menos).
Mientras que entre carbón metalúrgico y coque hay una reducción de 1 millón y medio de toneladas con respecto a 2024.
“La verdad es que no hace sentido de negocio, con los precios actuales, producir para pagar unos impuestos, como el del 1% a las ventas de carbón por efecto de la comisión del decreto de Conmoción Interior del Catatumbo, cuando el negocio no está dando margen, porque ese es un impuesto totalmente regresivo y expropiatorio que no reconoce los costos de producción”, dijo a La Opinión Cante.
Adicionalmente, el incremento de la tarifa de anticipo del impuesto de renta ha desincentivado la producción, porque pasó del 1,6% al 4,5%.
“Lo que sucede en efectos prácticos es que parte de su caja la está atrapando el Estado sin tener en cuenta la rentabilidad del negocio. Entonces, usted vende 35.000 toneladas de carbón y en el mes siguiente, sin que su comprador le haya pagado, usted tiene que pagarle a la DIAN ese anticipo, que no tiene en cuenta el margen”, apuntó el líder gremial.
Carlos Cante resaltó que este panorama ha generado una difícil situación financiera, principalmente para el pequeño minero, que puede facturar al año $40.000 millones, con un margen de ganancia cercano al 2%, sin contar impuestos. Así, lo que se vive no es necesariamente el cierre definitivo de operaciones, pero sí una pausa en las operaciones de producción, que implica una fase de mantenimiento de las minas, en donde se requiere un personal mínimo.
Al final, se traduce en más desempleo, porque una pequeña cantera, que genera entre 1.000 y 3.000 toneladas al mes, al pasar de fase de producción a la de mantenimiento, deja de contratar entre 30 y 60 personas.
Margarita Contreras (Asocarbonor), Camilo Jaramillo (Hybritec), Andrea Beleño (Andeg), José Montoya (termotasajero) y Carlos Cante (Fenalcarbón)./ Foto Leonardo Favio Oliveros-La Opinión
Detrás hay nóminas
La gerente de la Asociación de Carboneros de Norte de Santander (Asocarbonor), Margarita Contreras, quien moderó el panel, informó que, a través de conversaciones con la Agencia Nacional de Minería (ANM), han podido conocer que empresarios se han acercado a la entidad para desarrollar procesos de replantear sus proyecciones, que para 2026 apuntan a ser catastróficas.
“Parece que ellos quieren hacer ajustes para salvaguardar los empleos. Hemos sido un sector resistente, que pagamos los parafiscales”, señaló Contreras, quien destacó que las empresas más grandes de la región son mineras.
Por su parte, el presidente de la Junta Directiva de Asocarbonor, Oscar Ortega, resaltó que, en un año normal, cuando alcanzan su capacidad plena, logran producir 5 millones de toneladas anuales; eso equivale a 444.000 toneladas por mesy 18.500 toneladas por día. Y para extraer esta última cantidad, desde el socavón hasta la bocamina, se necesitan más de 13.300 hombres trabajando al mismo tiempo.
“A ellos se suman miles de personas que transportan, procesan, comercializan, proveen insumos, dan soporte técnico, operan maquinaria, cocinan en los comedores o cuidan los hogares de esos trabajadores. Detrás de cada tonelada de carbón hay familias, nóminas, hay comunidades enteras que dependen del sector”, explicó Ortega.
En el departamento, más de 70.000 familias viven directa e indirectamente de la cadena del carbón.
Para la directora técnica y regulatoria de la Asociación Nacional de Empresas Generadoras (Andeg), Andrea Beleño Hernández, el país tiene más de 70 años de reservas de carbón para utilizarlas; por eso sigue siendo una pieza fundamental para la generación de energía eléctrica, en el sentido de aportar confiabilidad, seguridad y respaldo ante la entrada de fuentes intermitentes como la solar y eólica.