

Cuando un país ofrece empleo, seguridad ciudadana y bajo costo de vida termina siendo visto como un paraíso. En eso se ha convertido Polonia para muchos colombianos, incluidos centenares de cucuteños.
Según las cifras más recientes de Migración Colombia, 3.712 connacionales salieron hacia esa nación, solo entre enero y agosto de 2024, cifra que representó 1.000 visitantes más que en 2023.
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Ubicado en Europa Central, Polonia tiene un ingreso familiar per cápita de US$23.675 al año, de acuerdo con la plataforma del Índice para una Vida Mejor de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
En términos de empleo, el 69% de los habitantes de 15 a 64 años gozan de trabajo remunerado, cifra mayor que el promedio de la OCDE (66%), y la tasa de desocupación es de 2,7%, según Eurostat. El salario mínimo mensual es de 4.666 zlotys ($4.9 millones).
Además de ser un país con bajos niveles de delitos, se puede vivir con alrededor de 2.000 zlotys ($2.1 millones), para cubrir gastos de alojamiento, comida y transporte.
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Es por eso que algunos optan por el ‘sueño polaco’, aunque no todo es como lo pintan los reclutadores o agencias de empleo, porque tiene tintes de pesadilla.
Le prometieron trabajar como chef
Sergio Pedraza, de 39 años, se formó como chef en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) y adquirió la experiencia en culinaria y la repostería en algunas empresas de Cúcuta. Como cocinero, quería ampliar su panorama gastronómico y por eso apuntó hacia afuera de Colombia.
Inicialmente su destino era Croacia, pero terminó en Polonia, aunque fue una decisión que tomó junto con su esposa. El reclutador le indicó que la vacante para laborar en la cocina de un hotel no se dio, la segunda opción fue el territorio en el que hoy está.
“A veces hay verdades a medias en estos tipos de sueños, por muchos intereses de las agencias de empleo, por no haber una regulación de las vacantes que ingresan a las plataformas. Uno aplica, lo llaman a uno, le hacen una entrevista, según el perfil. Antes, había aplicado para Canadá y Australia”, dijo a La Opinión.
Pedraza debió buscar por lo menos $5 millones para movilizarse, pues tenía que hacer tránsito por España para llegar a la capital polaca Varsovia. “Me enviaron algo así como un permiso de trabajo”, aseguró, haciendo señas con sus dedos en forma de comillas, al referirse a la supuesta autorización para emplearse.
“En Madrid me encontré con otro compañero, tuve una buena conexión con él y empezamos la travesía. Yo, supuestamente, iba para la cocina de una empresa. Mi vuelo hacia Varsovia no terminó allí, sino en otro aeropuerto. La persona que quedó en recibirnos nos dijo que no nos podía esperar y que llegáramos por cuenta propia. Solo tenía en mi bolsillo 250 euros (unos $10 millones)”, relató el chef.
Una vez en suelo polaco, el 14 de mayo de 2024, se embarcaron en un bus hacia la estación central de Varsovia, para tomar un tren hasta Slupsk, que es la ciudad donde vive. Fueron más de 6 horas de camino. A la 1:30 de la madrugada llegaron, luego de desabordar el tren un hombre les dijo que serían llevados a otro lugar, según lo que pudo entenderle con su inglés básico.
“¿Cómo así?, pensé. Nos montaron en una vans negra y anduvimos por un bosque. Me dije: ‘aquí fue, tráfico fue personas’. Estaba cansado y tenía hambre. Le decía a mi compañero: ‘si me quedo dormido, usted al pendiente’. Al fin llegamos, era un edificio de apartamentos y a esa hora nadie nos recibió. Dormí sentado al lado de una alcantarilla, siempre me acuerdo cuando voy a esa oficina”, expresó.
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A las 9:00 a.m. lo atendieron. Su sorpresa fue que ya no lo enviarían al sitio dicho por el reclutador y le “cancelaron el dichoso permiso de trabajo”. Los de la agencia de empleo lo llevaron a una casa de paso durante cuatro días, hasta que tuvo su entrevista de trabajo con la ayuda de un traductor de español.
“No tenía la más remota idea para dónde iba, porque todos los planes se derrumbaron. No puedo decir que me robaron dinero, porque no pagué por cupos de trabajo ni por vuelos adelantados. He escuchado casos en los hacen venir y los roban, los dejan tirados”, apuntó.
El 21 de mayo arrancó labores en una fábrica de puertas, ventanas y portones, en la que aún continúa, donde goza de adecuadas condiciones de seguridad y salud y comparte con ucranianos, bielorrusos, indoneses, peruanos y más colombianos, entre otras nacionalidades.
La función para la cual fue capacitado consiste en poner las bisagras, chapas y gatos hidráulicos a las puertas. Su contrato es de obra/labor, por lo que, en promedio se gana 20 zlotys ($21.000) la hora.
“El polaco habla duro, como si estuviera gritando. Si no estás acostumbrado a que te griten, te vas a sentir pequeño”, señaló Pedraza, quien, en menos de 10 meses, obtuvo la residencia polaca. Destacó que vivió un episodio de xenofobia, en donde, incluso, lo escupieron.
No obstante, más allá de lo que le costó adaptarse, educar su oído al idioma polaco y aguantarse la ganas de abrazar a su esposa, padres y demás familiares, tiene una meta clara: enriquecer sus conocimientos gastronómicos, al recorrer varios países europeos, y reunir el dinero suficiente con el fin de crear empresa en Colombia. Para ello no sabe cuánto tendrá que quedarse.
Estafadores de sueños
Camila Duarte, de 28 años, y su pareja también decidieron dejar su vida en Cúcuta para lograr oportunidades de crecimiento, ahorrar dinero y pagar las deudas que los estaban agobiando. Su destino inicial era España, por la facilidad del idioma.
“Resulta que un familiar de mi pareja llevaba dos meses acá, en Polonia. Le habló superbien, de todo lo que trabajaba, las horas, lo que iba a ganar, etcétera. Esa persona llegó a Polonia con un reclutador, nos pasó el contacto y tuvimos una reunión presencial con él”, sostuvo la ingeniera industrial.
En ese momento, previo al viaje que se dio el 24 de octubre de 2024, solo les hablaron de un permiso de trabajo, porque “todo se mueve con las agencias de empleo”. No obstante, Duarte hizo un paréntesis para recordar que a partir del 15 de agosto de ese año comenzaron a exigirles visa de trabajo a los colombianos, lo que fue un tropiezo para ellos, porque desconocían esa regla.
“Él nos cobró $6 millones a cada uno por traernos acá y conseguirnos el empleo, que podría ser en cualquier empresa: de mangueras, pollos, cerdos, logística… Nos contó su historia, que él también hace unos años había migrado para acá y que ya tenía la residencia de Polonia, de hecho, nos la mostró. Nos trajo como turistas, entonces nosotros debíamos tener los boletos de ida y vuelta y las reservas del hotel”.
En su travesía a Polonia hicieron escala en París (Francia), en donde debían pasar la noche. El reclutador les indicó que al otro día su socio los contactaría para más instrucciones sobre el viaje. El alojamiento no fue en un hotel, sino en un apartamento.
“Todo fue una locura. Lo bueno fue que conocí la torre Eiffel”, manifestó Duarte. Al otro día, el socio del reclutador les dijo que debían viajar en bus hasta Katowice (Polonia), por lo que fueron unas “terribles” 18 horas de recorrido, porque “están más bonitos los buses de Copetrán y de Berlinas”.
Arribaron un domingo y encontraron todo cerrado, porque ese día no trabaja prácticamente nadie. Al menos, su contacto se había encargado de organizarles un lugar de hospedaje. Después de dos noches, los mandó a un pueblo cercano a Varsovia, en donde iban a trabajar con verduras en pleno invierno.
“Nosotros de inocentes, llegamos confiados. Era una casa horrible y la señora que estaba ahí nos dijo que no había trabajo. El reclutador nos dejó botados y no nos volvió a contestar. Contactamos al familiar de mi pareja, que trabaja en ese momento en pollo en Polonia, y un amigo de él nos ayudó a conseguir el trabajo. He podido conocer gente aquí que ha tenido historias muy parecidas y hasta peores”.
Parte de la más difícil que les ha tocado vivir es la discriminación hacia los latinos y no saber el idioma. Por eso prefiere, en los supermercados, usar los cajeros automáticos para pagar sus productos, porque el personal les ha tirado las facturas o el dinero.
Camila Duarte labora en una empresa de logística, gracias a un permiso que le dio una agencia de empleo, desempacando productos cosméticos, de perfumería y aseo. Una de las experiencias más duras la tuvo en diciembre, debido que, al ser temporada alta, le tocó trabajar no ocho horas diarias, sino 12.
Lo único bueno de ese periodo es que pudo tener jugosos ingresos, pues, con el costo de hora a 24 zlotys ($25.000), la jornada le salía en 288 zlotys ($300.000).
Para esta cucuteña, ha sido muy difícil estar lejos de la familia. Su propósito es pagar las deudas que dejaron en Colombia y recuperar los gastos del viaje, por lo que esperan quedarse solo hasta este año.
“Mi recomendación a la gente que quieren venir es que tomen otra alternativa, una experiencia en otro país”, señaló desde Piotrków Trybunalski, en donde vive, al considerar que algunos reclutadores juegan con las ilusiones de los colombianos y terminan siendo estafadores de sueños.
Trabajaba hasta 16 horas diarias
El técnico en Sistemas Jeison Caicedo, de 22 años, no lo pensó dos veces en irse a Polonia cuando le hablaron de tener oportunidades crecimiento allá. Comenzó su proceso de alistar el viaje el 15 de marzo de 2024 y un mes después, el 15 de abril, ya estaba en el avión rumbo a Europa. Su gasto fue 10 millones.
“Comencé a asesorarme con una agencia –de empleo-, pero me da mucho miedo eso de consignar dinero a desconocidos. El marido de una vecina que también está aquí me pasó el contacto de un muchacho de Cúcuta, que me hizo el proceso para viajar. El muchacho me dijo: ‘usted llega aquí y ya tiene su trabajo’”, destacó.
Caicedo reconoció que, en ocasiones, es mentira lo de tener un empleo asegurado, y toca esperar hasta un mes, o las condiciones del trabajo no son 100% óptimas. Recordó que paso trasladándose “de ciudad en ciudad y de hotel en hotel” durante 15 días, antes de comenzar a laborar.
Su primer empleo fue en una distribuidora de pollo y se convirtió en la experiencia más difícil que ha enfrentado, porque no tolera la carne cruda, la sangre y ni ver los animales muertos, lo cual le causa nauseas. Su labor la cumplió en la producción de pinchos, alas a la BBQ, pechugas con salsas, entre otros.
El joven radicado en Bielsko-Biała resaltó que, al principio, fue informal, porque el permiso de trabajo se demora hasta tres meses, aunque hay agencias que lo pueden tramitar en 15 días. Una vez formalizado, el contrato laboral le permitió contar con seguro médico, que se lo descontaban del sueldo.
“Me decían que me debían estar pagano 30 zlotys la hora, al hacer el descuento me quedaban unos 22,50 zlotys. El primer mes trabajaba hasta 16 horas diarias, que es lo máximo que permitían. Casi todos los días metía de 14 a 16 horas y los sábados trabajaba 10, a veces los domingos y en los festivos le daban a uno la opción de ir a o no. Me partía el lomo, pero ese esfuerzo físico lo veía recompensado, porque ese mes me saqué 8 millones de pesos, al cambio”.
Con el pasar del tiempo se comenzó a deterior su salud, con mareo, dolor de cabeza y continuo vómito, por lo que decidió cambiar de empleo. Llegó a una metalúrgica, en donde fabrican piezas para las minas, como ductos de ventilación y de acueducto. Allí, lo capacitaron, lo cual agradece.
Aunque ahora se gana alrededor de $5 millones, dijo que tiene más tranquilidad y ha podido ayudar a su mamá y demás parientes. Subrayó que migrar le enseñó a valerse por sí mismo, aprendió a cocinar y a estar solo, ya que en casa lo tenía y le hacían todo.
“Al principio me dio demasiad duro, porque estaba en un lugar solo, donde nadie a usted lo entiende, porque no hablo el idioma y solo tengo el básico de inglés. Había días en los que me sentaba a llorar, ahí es cuando dice uno: juepucha, tanto que uno le jode la vida a los papás y, cuando está lejos, sí los extraña”.
Jeison Caicedo quiere sacarle todo el provecho a esta vivencia y su meta mínima es reunir el dinero para comprar una casa, por lo que no sabe cuánto tiempo se quedará en Polonia, pues, eso es irrelevante y deja sus planes en manos de Dios.
¿Por qué el fenómeno?
Para la experta en migraciones y docente de la Universidad del Rosario, María Teresa Palacios Sanabria, el fenómeno que se observa muestra esa necesidad de siempre del pueblo colombiano de ser inmigrantes, debido a que las condiciones del país no son las más estables.
Palacios recalcó que eso ha hecho que los colombianos tengan “un perfil migratorio”, es decir, queriendo buscar oportunidades en otros países.
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“Por el tipo de restricciones en las políticas migratorias de los destinos tradicionales, como el caso de Estados Unidos, o el desmejoramiento de condiciones de vida, como sucedió con Venezuela, a donde muchos colombianos fueron hasta que comenzó el régimen chavista y se comenzaron a deteriorar las condiciones socioeconómicas, los colombianos empezaron a apuntar a otros lugares, por ejemplo, Ecuador y Panamá”, afirmó.
La profesora titular de la Facultad de Jurisprudencia manifestó que Polonia no era de preferencia de la población y tenía como favorita a España; así como Australia y Canadá en determinados momentos.
“Al final, lo que todo esto muestra es que Colombia sigue siendo un país que no ofrece todas las oportunidades de desarrollo para las personas”, subrayó.
Palacios resaltó que quienes suelen migrar son los más jóvenes, porque tienen mayor capacidad laboral. En el caso de Polonia, hay un diferencial, pues, ha atraído a trabajadores por encima de los 40 años.
Sin embargo, acotó que esas personas tampoco se tratan de “personas aportas de la pensión”, por lo que consideró que esos migrantes buscan incrementar las posibilidades de jubilarse con mejores ingresos o hacer ahorros, para dentro de 10 o 12 años tener estabilidad económica.
La experta, igualmente, reflexionó sobre el sueño americano, agregando que no es que haya dejado de existir, sino que está retrasado o desmotivado por las políticas migratorias tan duras del gobierno de Donald Trump.
“En un en un primer momento él necesita mostrar resultados, hacer muchas deportaciones y la no admisión de algunos extranjeros. No obstante, la economía norteamericana se mueve mucho de la mano de la inmigración, o sea, eso va a seguir existiendo. Según los análisis que se han hecho, va a haber un punto de estancamiento, en donde las deportaciones no van a aumentar de una manera escandalosa como que se ha visto últimamente”.
Luego, se daría la atracción de migrantes, lo que se conoce como ‘efecto llamado’. No obstante, señaló que los movimientos no han desaparecido, porque las redes de traficantes y de tratantes siguen operando; esto se debe que los viajeros se movilizan en condiciones económicas muy precarias y terminan pagándoles a ‘coyotes’ o ‘polleros’.
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