Ser madre hoy implica enfrentar múltiples desafíos, y en medio de la adversidad, esa tarea se intensifica: deben luchar con las uñas y los dientes por la integridad de quienes un día soñaron con traer al mundo.
Lucía, víctima del desplazamiento por el conflicto que se vive en la región del Catatumbo, y quién pidió ocultar su nombre por protección, relata con cautela y desconfianza cómo siendo madre ha tenido que adaptarse a una ciudad en la que escasean las oportunidades.
Durante toda su vida fue criada en el campo, aprendió a amar las labores propias de la tierra y asimismo transmitió su conocimiento a sus cuatro hijos.
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A lo largo de los años, vio cómo la violencia en su amado Catatumbo empeoró y envolvió silenciosamente a todos en la siembra de cultivos de uso ilícito, poniendo en riesgo su integridad.
Para salvaguardar la vida y el futuro de sus hijos, salió el pasado mes de enero a una ciudad desconocida y grande: Cúcuta.
Su hijo menor, parte de su alma, se resiste a dejar el territorio, y ella guarda en silencio el temor de que una tragedia le sea anunciada al no estar cerca de él.
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‘Sus motores de vida’, como se refiere con cariño a ellos, sobreviven en Cúcuta a diario sin pensar a largo plazo, pues confían en el retorno, acompañado de garantías y de oportunidades para el campo.
Con la fe puesta en Dios recalca que una esperanza para este Día de las Madres es que podrá trabajar.
El testimonio de Lucía no dista del de Sara, nombre que ella misma se colocó por protección. Sara menciona lo difícil que es ser madre soltera, abandonada y medio del conflicto armado. “Nos estamos matando entre nosotros mismos”.
Cuenta la cruda realidad de tener que ver morir a jóvenes que nacieron, se criaron y hasta jugaron a la para con sus hijos.
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Sara explica que en Cúcuta están seguros, pero totalmente desamparados. Sobre sus cuatro hijos relata que el menor de ellos tuvo que devolverse al pueblo, tan solo un mes después de haber llegado para poder seguir estudiando.
“Él está bien allá, pero como madre el miedo de que le pase algo aumenta, deberíamos poder estar allá juntos”, explica.
Menciona que es un dolor colectivo el que siente al ver noticias tan desgarradoras donde niños y jóvenes son asesinados y reclutados.
“En guerras pasadas veíamos llegar desconocidos que cruelmente asesinaban a diestra y siniestra, hoy es el hermano, el vecino, el hijo de un conocido los que están envueltos en esta guerra contra los hijos del Catatumbo”, sentenció.
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Vive como propia la lucha de madres de niños reclutados ‘los siento míos’ apoya, acompaña y aconseja a otras madres porque en su propia carne ha vivido la guerra, y ante este nuevo Día de las Madres expone que tiene un sentimiento contradictorio: “mi mamá está conmigo y mis hijos están a salvo, pero no estamos todos los hijos de la tierra y mientras eso no pase, el dolor no cesará” expresa con desconsuelo.
A pesar de lo negativo, destaca que su lazo maternal se ha fortalecido, pues ante la falta de dinero y oportunidades de empleo decidió emprender junto a su hija, de 23 años: “con la creatividad de ella y el empuje que nos caracteriza empezamos a realizar detalles y manualidades, una forma de demostrar que Dios no nos desampara”, dice.
A diferencia de Lucía no espera volver, su hijo mayor ya salió del país y ella espera que las condiciones de seguridad mejoren para los catatumberos, pero recalca que ella se unirá a su hijo en un viaje al extranjero.
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