Según el último reporte del Puesto de Mando Unificado (PMU) del Catatumbo, la región ya completa más de 64.000 desplazados, focalizados en más de 9.300 núcleos familiares.
La diáspora, producto del recrudecimiento del conflicto por los enfrentamientos entre grupos armados, obligó a miles de madres a buscar protección para sus hijos en otros municipios.
Aunque desde el inicio de la crisis humanitaria, la administración municipal respondió a la emergencia, persisten dificultades para las víctimas. “En los lugares de acogida, a menudo enfrentan estigmatización y nuevas formas de violencia”, afirmó Patricia Ríos, secretaria de Equidad y Género de la Alcaldía de Cúcuta.
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Además de las dificultades económicas al llegar a un territorio ajeno a su hogar, se encuentra con juicios de valor y estigmas sobre su lugar de origen.
También deben enfrentar solas los problemas psicológicos producto del impacto emocional que les genera la situación, muchas de estas madres huyen, pero deben dejar a sus hijos.
Además, la funcionaría expone que las madres que deben lidiar con pérdidas recaen en baja autoestima, sensación de inutilidad y aislamiento social.
Así lo relata Vanessa, una joven del Catatumbo que pidió mantener su identidad en reserva: se resistió durante días a dejar su tierra, hasta que una amenaza directa en la puerta de su casa obligó su traslado urgente por vía aérea para salvaguardar su vida.
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“Es muy complicado en el sentido de que tú estás sola, uno de mujer va a hacer muchos roles”, cuenta Vannesa con lágrimas en los ojos, pues además la guerra le arrebató al padre de sus pequeños.
Desde la secretaría de Género también se expone como el desplazamiento simboliza una pérdida de la identidad para las personas, que al no tener nada seguro en cuanto a lo económico se cae en un sentimiento de frustración que empeora el estado de ánimo.
Para Vanessa es frustrante porque no puede estar junto a sus hijos.
Ríos expone que algo significativo surge a través de situaciones como esta y es el activismo, madres que luchan con el mismo dolor, ver a sus hijos sufriendo las consecuencias de la guerra.
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“El activismo se convierte en su voz cuando la ausencia duele y la justicia tarda”, dice.
Vannesa cuenta que el dolor se transforma en fuerza colectiva cuando la empatía les recuerda que, aunque cada una carga un duelo distinto, todas son madres. En el abrazo, la calidez y la esperanza se acompañan, se aconsejan y caminan juntas en el duro camino de la maternidad en medio de la adversidad.
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