Mientras Colombia seguía conmovida por el secuestro de Lyan José Hortúa, el niño de 11 años raptado por disidencias en Jamundí y liberado tras 19 días de incertidumbre, la atención mediática también se centraba en su madre, Angie Bonilla. Conocida en redes sociales como Barbie Vanessa, esta mujer ha generado controversia no solo por su papel durante la tragedia, sino por la imagen pública que ha proyectado en plataformas digitales.
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Con más de 132 mil seguidores en Instagram, Bonilla ha construido un personaje que se mueve entre lo excéntrico y lo glamuroso. En sus publicaciones, que hoy han sido parcialmente restringidas, se la ve conduciendo un convertible rosado, usando prendas y accesorios del mismo tono, y posando con atuendos que remiten al universo de la icónica muñeca Barbie. Su eslogan, repetido en múltiples posteos, era claro: “Me llaman Barbie Vanessa, pero no porque me crea muñeca”.
Lujo sin explicación clara
Viajes internacionales, cenas en restaurantes exclusivos y un estilo de vida que rebosa opulencia contrastan con la ausencia de información pública sobre una fuente económica sólida que sustente dichos gastos. Este detalle ha despertado interrogantes entre la opinión pública, especialmente ahora que empiezan a salir a la luz aspectos más oscuros del entorno familiar del niño.
Durante los días más duros del secuestro, Angie se mostró como una madre deshecha, clamando por la liberación de su hijo. Sin embargo, ahora que la emergencia terminó, muchos se preguntan si esa imagen de dolor fue real o parte de un montaje bien calculado, una estrategia de impacto para los medios.
La historia de Lyan ha revelado no solo la crueldad de los grupos armados que operan en el suroccidente del país, sino también los matices ocultos de los personajes que orbitan a su alrededor. En el caso de Barbie Vanessa, la figura materna y la influencer de lujos conviven en un mismo cuerpo, dejando al país con más preguntas que respuestas.
El pasado oscuro del padre biológico de Lyan despierta nuevas preguntas
Aunque la atención del país se centró en la angustia por el secuestro de Lyan José Hortúa y la alegría tras su liberación, nuevas revelaciones han comenzado a desviar el foco hacia su entorno familiar. Una figura que ahora empieza a ser objeto de escrutinio es la de su padre biológico, cuya identidad ha sido manejada con reserva, pero cuyo historial genera serias dudas.
Según fuentes cercanas al caso, este hombre tendría antecedentes penales relacionados con organizaciones criminales.
Leonardo Hortúa Blandón, conocido como alias ‘Mascota’, fue asesinado por sicarios mientras asistía a una cita odontológica en un consultorio del barrio San Luis, en Cali (Valle del Cauca). El hecho ocurrió pese a que el hombre se encontraba bajo medida de prisión domiciliaria y mantenía un bajo perfil debido a amenazas contra su vida. Recibió más de cuatro impactos de bala dentro del consultorio, un lugar al que, según las autoridades, muy pocas personas sabían que acudiría ese día.
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Alias‘Mascota’había sido señalado como el posible sucesor de‘Diego Rastrojo’, exjefe de la organización criminal Los Rastrojos, banda vinculada al Cartel del Norte del Valle. Esta estructura también estuvo integrada por figuras como‘Chupeta’y‘Pacho Herrera’. La eventual llegada de Hortúa Blandón al liderazgo de la organización habría desatado disputas internas y enemistades que terminaron con su muerte, presuntamente en un ajuste de cuentas entre estructuras criminales de la región.
Lujo, inconsistencias y sospechas
La historia familiar ha comenzado a mostrar indicios de posibles contradicciones, especialmente en lo que respecta a su estilo de vida. De acuerdo con información publicada por la revista Semana, existirían sospechas sobre conexiones con redes ilegales, aunque la familia ha rechazado rotundamente cualquier relación con estructuras criminales.
Pese a ello, el contraste entre una vida aparentemente rodeada de lujos y la residencia del niño —una casa quinta en zona rural de Jamundí— ha levantado más de una ceja entre autoridades y medios de comunicación. El entorno, lejos de parecer común, apunta a un estilo de vida que pocos logran explicar con claridad.
Por su parte, Lyan intenta poco a poco superar el trauma vivido. Según relató su madre, Angie Bonilla, el niño regresó a casa con síntomas evidentes de ansiedad: se muestra nervioso, come sus uñas y presenta signos de estrés postraumático. “Es momento de abrazar con amor”, expresó la mujer en una reciente declaración.