Dos años antes de que se expidiera la nueva Constitución de 1991, Colombia era prácticamente un Estado fallido, sin control sobre buena parte de su territorio, agobiado por el narcotráfico, los paramilitares y la guerrilla, con tres candidatos presidenciales asesinados el mismo año y aparentemente sin salidas institucionales para resolverlo.
Iván Marulanda, hoy senador, y en ese entonces miembro del Nuevo Liberalismo de Luis Carlos Galán, recuerda que el país estaba sumido en una ola de terror: “Estaban asesinando ciudadanos en la calle con carros bombas, policías ejército, jueces, periodistas y políticos”.
Pese a que había un consenso generalizado de que era indispensable la constituyente para salir de la crisis, todos los intentos se terminaban estrellando contra la rigidez de la Constitución de 1886 y una clase política que en muchos casos respondía a intereses oscuros.
“En el país se habían hecho muchos intentos de reforma a la Constitución y habían terminado en frustración. Se hizo el intento en el gobierno de Barco de hacer una gran reforma constitucional, en ese lapso del 86 al 90 que estábamos impulsando con Galán en el Senado. Sin embargo, en el proceso mataron a miles de personas de la Unión Patriótica en todo el país, luego asesinaron a Luis Carlos Galán, a dos senadores más, a Bernardo Jaramillo, candidato presidencial, y a Carlos Pizarro”.
La convocatoria a una nueva asamblea constituyente fue una idea que nació entre los grupos estudiantiles del país. El único mecanismo de reforma que contemplaba la Constitución de esa época era que los cambios a la carta política se hicieran a través del Congreso.
La papeleta adicional que se impulsó fue depositada en las elecciones del 11 de marzo de 1991 y en esta se leía: “Voto por Colombia sí a una Asamblea Nacional Constituyente cuya integración represente directamente al pueblo colombiano con el fin de reformar la Constitución Nacional”.
Después de una amplia discusión acerca de si la papeleta era legal o no, si se debía o no contar, el presidente de la República decidió convocar a elecciones para elegir a los asambleístas. El 9 de diciembre de 1990, después de una campaña electoral que se hizo rápido, varios candidatos de partidos políticos y movimientos sociales fueron elegidos para conformar el grupo de 70 constituyentes que provenían de todas partes del país.
Los presidentes que tuvo esta Asamblea Nacional Constituyente fueron: Álvaro Gómez Hurtado, del Movimiento de Salvación Nacional; Antonio Navarro Wolff, de la Alianza Democrática M-19; y Horacio Serpa Uribe, del Partido Liberal Colombiano, quienes fueron las cabezas visibles de este capítulo de la historia colombiana.
Navarro recuerda que en esa elección la gente votó con libertad. “No hubo interferencia de los grupos clientelistas, fue una constituyente elegida con libertad e independencia que después pudo sesionar con la misma libertad”.
De hecho, la página web de la Asamblea Nacional Constituyente indica que “el resultado fue una Constitución que robusteció la democracia al entregarle al ciudadano más herramientas para su participación, afianzó la descentralización, consagró los derechos económicos, sociales y culturales, señaló los recursos de primordial conservación, concibió una estructura de pesos y contrapesos, le dio autonomía al Banco de la República y creó instituciones como la Fiscalía General de la Nación y la Corte Constitucional, entre otras”.
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