Ha llegado el momento. Luego de los Novendiales, los nueve días de duelo decretados por la muerte del papa Francisco, los 133 cardenales con derecho a voto se enclaustran desde este miércoles para elegir a su sucesor en la Capilla Sixtina en el cónclave.
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Aunque en total son 252 cardenales, solo 133, menores de 80 años, son elegibles y tienen derecho a votar en la elección que está regida por la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II en 1996.
Europa tiene el mayor bloque de votantes, con 51 cardenales, frente a 27 cardenales de Asia y Oceanía, 21 entre Sudamérica y Centroamérica, 18 de África y 16 de América del Norte.
Todos ellos, que participaron durante estos días en las llamadas Congregaciones Generales, se hospedaron en la residencia de Santa Marta para pasar allí, aislados por completo del mundo, los días que pueda durar el cónclave.
Y es que la palabra cónclave procede del latín cum clavis que significa bajo llave, una referencia al encierro en el que viven los cardenales durante el proceso, porque desde este momento no tendrán acceso a dispositivos electrónicos ni tampoco podrán leer periódicos, escuchar la radio o ver la televisión. Cualquier contacto con la realidad está prohibido, salvo por “razones graves y urgentes”.
Por esa razón, a partir de las 8:00 a.m. de este miércoles, hora del Vaticano (1:00 a.m. en Colombia), se cortaron las señales telefónicas en el interior del Vaticano para aislar a los purpurados de influencias externas.
El primer día del cónclave
El cónclave en el que se elegirá pontífice 267 inició a las 10:00 de la mañana, hora del Vaticano (3:00 a. m. hora de Colombia) con la misa Pro Eligiendo Pontífice en la basílica de San Pedro, la iglesia más grande del mundo, con una superficie de 2,3 hectáreas.
La ceremonia fue presidida por el decano del Colegio Cardenalicio y retransmitida en 11 idiomas a través de Radio Vaticana y Vatican News (italiano, inglés, francés, español, portugués, portugués de Brasil, alemán, polaco, chino, árabe y vietnamita), además de lenguaje de señas en español. También se transmitió en onda corta en inglés, francés y portugués hacia África.
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Luego del acto litúrgico, los cardenales electores se reúnen en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico y se trasladan en procesión hasta la Capilla Sixtina cantando el Veni Creator, un himno cristiano en latín que invoca al Espíritu Santo y cuyos orígenes datan del siglo IX.
Una vez terminado el recorrido y el ingreso a la Capilla Sixtina, los cardenales se ubican en sillas de madera de cerezo con su nombre grabado, frente a unas mesas cubiertas con manteles beige y granate. Al fondo hay una urna con la tapa adornada con dos figuras que representan corderos, en la que se depositan las papeletas de voto.
En el centro –bajo la bóveda pintada por Miguel Ángel– hay un atril con un Evangelio abierto ante el cual los cardenales juran mantener el secreto de todo lo que allí se diga.
Según un ritual heredado de la Edad Media, el maestro de ceremonia pronuncia la frase extra omnes (todos fuera). Las personas que no participan en la elección abandonan la sala y, a continuación, se cierran las puertas.
Comienza entonces el proceso de elección del próximo jerarca de la Iglesia católica, que está previsto para las 4:30 de la tarde (9:30 a.m. de Colombia).
¿Cómo votan los cardenales?
Por sorteo, tres cardenales son designados “escrutadores”, otros tres “infirmarii” como encargados de recoger el voto de los purpurados enfermos y tres más como revisores para comprobar el recuento.
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Sentados juntos, los cardenales reciben papeletas rectangulares con la inscripción Eligo in Summum Pontificem que en español significa: “Elijo como Sumo Pontífice” y un espacio en blanco debajo. Los votantes escriben el nombre de su candidato a mano, “con caligrafía lo más clara posible”, y doblan la papeleta. En teoría, está prohibido que un cardenal emita el voto por sí mismo.
Cuando ya cada cardenal haya escrito su voto, llega la hora de dirigirse por turnos al altar, “sosteniendo su papeleta en el aire para que sea bien visible y pronuncia en voz alta el siguiente juramento en latín: ‘Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, de que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido’”, detallan desde AFP.
Acto seguido, deposita su papeleta en un plato y la desliza en la urna frente a los escrutadores, se inclina ante el altar y vuelve a su silla. Una vez recogidas todas las papeletas, un escrutador agita la urna para mezclarlas, las transfiere a un segundo recipiente y luego otro las cuenta.
Dos escrutadores anotan los nombres, mientras que un tercero los lee en voz alta y perfora las papeletas con una aguja en el punto en el que se encuentra la palabra “Elijo”. Los revisores verifican que no haya errores.