Las envejecidas manos danzan entre el barro arcilloso y, como si se tratara de una coreografía, van dando forma a tiestos, moyas, jarrones, móviles, y toda clase de figuras.
En esa faena han pasado la mayoría de sus años. Celina Granados, Alicia Ferrer, José Ángel Suárez, Benita Cañas, Lucía Cáceres y Víctor Manuel Conde se han curtido, se han ajado y sacado callos de tanto preparar y amasar barro. Ese arte lo heredaron de sus ancestros en Cácota, municipio enclavado en la cordillera de los Andes. Y solo quedan ellos. Son los últimos alfareros de mostrar porque algunos de sus descendientes han preferido dar el salto al exterior en busca de otros horizontes y otros han optado por incentivar el turismo ecológico aprovechando los exóticos parajes que bordean la laguna del Cacique que hace parte del páramo de Santurbán.