Gustavo Antonio Torres, un líder social que representó y gestionó siempre ayudas para la comunidad del Catatumbo, especialmente en la zona rural de Tibú, vivió entre amenazas, desplazamientos y presencia de grupos armados ilegales, hasta que finalmente, la noche del miércoles 23 de febrero, fue asesinado de al menos once balazos.
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La amabilidad y tranquilidad que lo caracterizaban quedarán en los recuerdos de las personas que lo conocieron y que estuvieron luchando con él para obtener beneficios para los campesinos del Catatumbo, donde estuvo los últimos 30 años.
Sin embargo, el rastro de la violencia hizo que ‘El Paisa’, como le decían de cariño, se apartara en algunos momentos de su entorno para proteger su vida, pues algunos miembros de los grupos armados ilegales que delinquen en esa zona no les gustaba lo que él hacía para beneficiar a la comunidad.
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En 2015 llegó a Caño Indio, el mismo punto de la zona rural de Tibú donde se asentaron los integrantes del Frente 33 de las Farc que decidieron acogerse al proceso de paz que firmaron con el gobierno colombiano en 2016. Según se conoció, ‘El Paisa’ pasó un tiempo en Venezuela, tras ser desplazado por los grupos armados ilegales de El Tarra, donde vivía en su finca.
Estando en este lugar, conformó la Asociación Caño Indio Productivo, en la que fungió como representante legal, con la que velaba para que el Gobierno les brindara a las veinte familias asentadas allí, diferentes proyectos productivos para conseguir el sustento diario, puesto eran hogares muy pobres.
Algunos beneficiarios de ese programa contaron que alcanzaron a sembrar fríjol blanco y con ayuda de una oenegé pudieron vender la producción a una empresa de la región.
Pero la violencia se negaba a dejar de perseguir a Gustavo Torres. En medio de su labor como líder social y la insistencia para cubrir las necesidades de la comunidad de Caño Indio, volvieron a surgir amenazas de muerte, por lo que él, al igual que otras personas, decidió salir de esa zona y refugiarse en el sur de Bolívar, por más de un año.
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Cuando creyó que la calma había retornado y que podría regresar al Catatumbo, volvió y empezó de nuevo en sus labores agrícolas, pero esta vez, decidió apartarse de las funciones sociales, por el temor a seguir siendo blanco de hechos violentos.
Los últimos tres años, Torres decidió quedarse a vivir en la vereda Orú 7, también zona rural de Tibú, muy cerca de la vía que lleva al corregimiento La Gabarra, donde finalmente unos hombres cumplieron sus amenazas y acabaron con su vida.
La víctima, oriunda de Samaná (Caldas), de 64 años, dejó seis hijos, que hoy viven un calvario por todo lo que han tenido que pasar por los grupos armados ilegales y la falta de atención por parte del Gobierno.
El crimen
A las 7:00 de la noche del miércoles, un grupo de hombres armados sacó a Gustavo Torres de su casa, ubicada en la vereda Tienditas, de Orú 7, para minutos más tarde matarlo a balazos de manera indiscriminada.
A solo 20 metros del lugar, asesinaron al líder social, quien recibió al menos once impactos de bala en la espalda y otras partes del cuerpo.
En el lugar del hecho no se adelantaron las pesquisas necesarias, porque las autoridades decidieron no ir a llevar la inspección técnica, alegando que la zona es insegura hasta para ellas mismas. Los empleados de una funeraria de Tibú fueron los encargados de recoger el cadáver y llevarlo a la morgue de esa población del Catatumbo, donde finalmente la Policía hizo la diligencia judicial.
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Sin embargo, donde Torres fue atacado a bala, quedaron algunas vainillas, por lo que la Policía deberá indagar su procedencia.
La Defensoría del Pueblo rechazó el homicidio y aseguró que, “su partida es un retroceso para la construcción de paz en la región del Catatumbo. Hacemos un llamado para que se esclarezcan estos hechos y se sancione a los autores materiales e intelectuales de su homicidio”.
Además, el ente defensor de los derechos humanos confirmó que Torres era un líder social de la vereda Caño Indio, que desde 2014 abogó por los derechos de su comunidad. En 2017, después de conformar la Asociación Caño Indio Productivo, fue desplazado forzadamente.
El último adiós solo
La muerte de Gustavo Torres se dio en medio del inicio del paro armado que mantuvo el Eln hasta el sábado, por lo que las honras fúnebres y el entierro de este líder social se tuvieron que cumplir en Tibú, sin la compañía ni de su pareja ni de sus hijos, que estaban en Cúcuta.
Según se conoció, el último adiós de Torres se desarrolló con pocas personas y algunos amigos de la familia que estaban en esta zona del Catatumbo, debido a que ninguno de sus familiares cercanos pudo viajar por la alteración del orden público en la región durante la semana.