La proliferación entre menores de bailes con una buena dosis de erotismo, que se ha hecho popular en Cartagena, inclusive auspiciados por muchos establecimientos educativos y padres de familia, ha llevado al Concejo de esa ciudad a estudiar el caso y a determinar su prohibición.
Muchas han sido las reacciones, pero creo que por fin se ha tomado una decisión acertada frete a un fenómeno cada vez más frecuente en las edades tempranas, en donde se quieren adelantar los procesos de desarrollo de la personalidad del individuo y quemar las etapas a la fuerza en la pretensión de ver a las criaturas grandes, o celebrando que puedan hacer las cosas tal como las hacen los adultos.
No es solo el caso de los bailes eróticos, lo es también en fenómeno del consumo de bebidas alcohólicas, del cigarrillo, de la frecuentación de determinados lugares públicos, incluso en horas de la noche; de ingerir sustancias alucinógenas, y también, no podía faltar, de practicar el sexo a esas edades, que son las de la inocencia y la formación.
Ese desorden está generando situaciones incontrolables dentro de los establecimientos educativos, y por supuesto, dentro de los hogares y también en la sociedad en general, pues lo que puede parecer simpático en el hecho de que los menores adopten conductas propias de los adultos, puede significar una desviación de la personalidad y un fracaso hacia el futuro de todas aquellas personas desubicadas a quienes los traumas de conductas impropias les han hecho perder el norte de sus destinos.
La formación del individuo tiene que tener un componente de compromiso muy alto que involucre las responsabilidades concretas de los padres y también de los establecimientos educativos; cuando ello falla, las consecuencias no se hacen esperar y los problemas se vuelven incontrolables, con consecuencias deplorables y en la mayoría de los casos con daños irreversibles.
Este tema abordado por el Concejo de Cartagena, debe servir de examen para analizar si efectivamente se está cumpliendo el papel debido en la formación de los niños, para que se produzcan rectificaciones que lleven a asumir compromisos reales que permitan recuperar el norte.
Toda etapa en la vida del ser humano tiene unas características muy propias que son esas, y que no se pueden saltar bruscamente, porque el efecto es absolutamente nocivo. Lo que estamos viendo, es la falta de cultura, de responsabilidad y de capacidad para medir las consecuencias.