El más reciente informe de micronegocios del Dane dejó una radiografía contundente sobre la calle como motor económico del país.
En 2024 hubo 507.266 puestos de ventas ambulantes y 586.668 personas ocupadas en esa actividad, el mayor registro en los últimos cinco años.
Frente a 2023, el crecimiento fue del 5,3% en el número de puestos (cuando había 481.655) y del 5,4% en el personal ocupado, que un año antes sumaba 556.501 personas.
La cifra confirma, según el Dane, que el comercio ambulante sigue siendo un refugio laboral y una alternativa de ingresos para cientos de miles de familias.
El comercio representa casi la mitad de estas actividades, con 45,9% de participación, seguido de los servicios (34,2%), la industria (11,6%) y la agricultura, ganadería, caza y pesca (8,2%).
El rostro de la informalidad en las calles colombianas
Aunque las ventas ambulantes no siempre equivalen a informalidad, la gran mayoría sí lo son. Así lo explicó Iván Jiménez, docente del Departamento de Derecho Laboral de la Pontificia Universidad Javeriana, a La República, quien señaló que “la vasta mayoría son informales tanto en lo laboral como en lo empresarial”.
El Dane analizó la afiliación de los vendedores a la seguridad social, y las cifras reflejan una brecha enorme:
-Solo 0,7% (3.671 personas) están afiliadas a una Administradora de Riesgos Laborales (ARL).
-En cuanto a salud y pensión, 495.150 vendedores no cotizan, mientras apenas 8.395 hacen aportes formales y 3.721 cotizan a alguno de los dos rubros.
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-A nivel empresarial, 476.976 trabajadores no cuentan con Registro Único Tributario (RUT), y apenas 30.471 lo tienen.
Jiménez advierte que estos trabajadores “tienen la misma carga y la misma dificultad para acceder al aseguramiento social que los formales. Deben afiliarse como independientes y pagar mes a mes la planilla”.
En la práctica, esto significa que la mayoría enfrenta una triple barrera: ingresos inestables, altos costos de cotización y escasa educación financiera.
Ventas ambulantes, un sector que mueve miles de millones
Más allá de la precariedad laboral, las ventas ambulantes son un fenómeno económico de peso. Según el Dane, los ingresos generados por este sector casi se triplicaron desde 2020.
Durante la pandemia, las ventas ambulantes sumaron $5,74 billones, en 2022 alcanzaron $10,22 billones y el año pasado llegaron a $12,84 billones, lo que demuestra que la economía popular ha tenido una recuperación sólida y sostenida.
Además, 59,3% de los puestos de ventas ambulantes son móviles, mientras que 40,7% cuentan con algún tipo de mobiliario estacionario, como carretas o casetas.
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Por género, el Dane estimó que 306.590 vendedores ambulantes son hombres (60,4%) y 200.676 son mujeres (39,6%), lo que evidencia una ligera masculinización del oficio, aunque con fuerte participación femenina en sectores como alimentos y confecciones.
Por otra parte, aunque desde 2016 han surgido plataformas como Nequi o Daviplata que buscan masificar los pagos electrónicos, su adopción entre vendedores ambulantes sigue siendo baja.
Solo 20% de los vendedores ambulantes —unos 98.399 trabajadores— aceptan pagos digitales, mientras que más de 506.000 personas siguen dependiendo del efectivo como su principal medio de transacción.
Este rezago limita su acceso a servicios financieros, créditos y formalización, pero también revela la resistencia cultural y tecnológica de un sector que opera mayoritariamente en la calle, con márgenes de ganancia reducidos.
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