El Congreso de Empresarios: Mipymes en la reconfiguración global, que terminó ayer en Barranquilla y fue organizado por Acopi, reunió a especialistas del sector financiero, comercio internacional, academia y entidades públicas para analizar, desde distintos ángulos, los retos y oportunidades que enfrentan las micro, pequeñas y medianas empresas (Mypimes).
Durante la tarde, se abordaron temas decisivos para su desarrollo: acceso al crédito, alianzas estratégicas, relaciones comerciales con otros países, tensiones globales, fortalecimiento territorial y los factores que influyen en la confianza para crecer e internacionalizarse. Las intervenciones dejaron una lectura clara del momento que vive el país y ofrecieron rutas concretas para que los empresarios puedan avanzar en un entorno que cambia con rapidez.
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En el conversatorio ‘Alianzas estratégicas para impulsar el crecimiento empresarial’, la representante del Fondo Nacional de Garantías, María Natalia Lucena, recordó que la puerta de entrada al crédito es la formalización. “Si las empresas no están formalizadas, no pueden acceder a un crédito digno”, apuntó.
Lucena explicó que ni el Estado ni el sistema financiero pueden avanzar solos. Por eso, el FNG ha construido más de 80 alianzas, movilizado más de $17 billones y se han emitido cerca de 696.000 garantías que respaldan créditos formales para empresas de todo el país.
En los últimos dos años, el FNG también ha impulsado 29 programas especiales con entidades territoriales, dirigidos a la economía popular. Estos esquemas han canalizado alrededor de $170.000 millones en créditos con mejores condiciones: mayores porcentajes de garantía y comisiones que no paga el productor.
Desde BBVA, Miguel Ángel Charria reconoció que durante años muchas entidades han evaluado a las Mipymes como si fueran grandes compañías, exigiendo estados financieros y estructuras que no reflejan su realidad.
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Por eso, compartió que se está dando un giro importante: pasar de mirar solo papeles a analizar el comportamiento real del negocio en cuanto a información transaccional: flujos de ventas, movimientos de caja, facturación electrónica, uso de POS y plataformas digitales. Esos datos, que se actualizan todos los días, permiten construir un historial para otorgar crédito a empresas que antes quedaban por fuera del sistema.
Mientras que Lucena recordó que, en Colombia, hay más de un millón de empresas con características muy distintas, por lo que el FNG opera cinco líneas de garantía (empresarial, institucional, vivienda, consumo con propósito y programas especiales) y más de 40 productos diseñados según el tipo de actividad: productores, comercializadores, transportadores, exportadores y microempresarios, entre otros.
Charria, por su parte, advirtió que entre el 40% y el 50% de las Mipymes tienen menos de cinco años de vida, lo que hace más delicado estructurar financiación de largo plazo. Por eso, el reto es combinar análisis de datos, buena cultura de pago, modelos de riesgo más flexibles y acompañamiento técnico en los momentos de expansión.
Ambos coincidieron en que la garantía es importante, pero no suficiente. Sin buena planificación del flujo de caja, sin entender en qué momento endeudarse y cómo invertir el crédito, el beneficio puede convertirse en problema.
El mensaje final para los asistentes fue contundente: cuando se suman garantías, educación financiera, asesoría técnica, seguros y programas especiales, el crédito deja de ser una carga y se convierte en una palanca real para que las Mipymes crezcan, se fortalezcan y generen más empleo.

Colombia y EE. UU.: una relación clave en medio de tensiones
El bloque continuó con una mirada directa al escenario internacional. Santiago Marroquín, de la Cámara de Comercio Colombo Americana - AmCham, presentó el estado actual de la relación entre Colombia y Estados Unidos en medio de un entorno global marcado por tensiones políticas y cambios en las reglas del juego.
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El expositor habló de tres frentes de tensión en la relación bilateral. El primero tiene que ver con los compromisos del Tratado de Libre Comercio, en especial la dificultad de las empresas estadounidenses para participar en contratación pública colombiana en igualdad de condiciones, así como nuevos roces en temas como el impuesto a la presencia económica significativa, el maíz, el arroz, la chatarrización y sectores como el farmacéutico y el minero.
El segundo frente es la seguridad. Estados Unidos ha endurecido su postura contra el narcotráfico y ha emitido disposiciones que afectan a la región. Colombia fue descertificada, aunque con una nota que evitó sanciones inmediatas. Esa situación, explicó Marroquín, tiene impactos en acceso a créditos internacionales, tasas de interés y decisiones de organismos multilaterales donde EE. UU. tiene un papel determinante.
El tercer frente es ideológico. Estados Unidos sigue con lupa la relación de Colombia con China. AmCham apoya la diversificación de mercados, pero advierte que la experiencia de varios países latinoamericanos muestra un patrón repetido: exportan menos a China de lo que importan, generando balanzas comerciales muy desequilibradas. A esto se suman mensajes públicos cruzados entre ambos gobiernos, que alimentan la desconfianza.
A pesar de estos roces, Marroquín insistió en la importancia de la relación: alrededor del 30 % de las exportaciones colombianas va a Estados Unidos, y una proporción similar de la inversión extranjera directa que llega al país proviene de ese origen. Además, Estados Unidos es el principal emisor de turistas hacia Colombia.
En medio de este escenario, AmCham ha identificado sectores donde el país puede ganar terreno aprovechando la recomposición del comercio mundial y la reducción de participación de China en algunos segmentos. El análisis muestra 144 partidas arancelarias con ventajas comparativas para Colombia, 100 en las que supera a China y varias decenas con crecimiento sostenido.
Para cerrar, Marroquín presentó un mapa de riesgos que recoge factores como inversión, crédito internacional, narcotráfico, Venezuela, migración y la relación con China. Su invitación a los empresarios fue clara: conocer el contexto, entender las tensiones, pero también identificar los nichos de oportunidad y actuar con visión de largo plazo.
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Desafíos territoriales que frenan la competitividad
La tarde cerró con el panel ‘Confianza para la expansión’, un espacio que reunió cinco voces: moderado por Juliana Villegas, directora de Promoción Internacional y Desarrollo de Negocios de Araujo Ibarra.
Junto a ella, los panelistas: Lina María Luna, sinóloga y experta en Asia contemporánea; Juan Camilo Mesa, doctor en Relaciones Internacionales y especialista en paradiplomacia; Héctor Fuentes, economista con experiencia en Políticas Públicas y desarrollo regional; Javier Díaz líder de política comercial y exportadora del país desde Analdex; y Henry Maury, Vicerrector de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Universidad de la Costa.
Desde la academia, el sector público y el sector privado se unen para responder una pregunta que atraviesa a todo el tejido empresarial: ¿qué necesitan las Mipymes para animarse a crecer, exportar y competir en un mundo cambiante?
La moderadora, Juliana, mencionó que buscaba conectar todos esos hilos desde una palabra que se repitió a lo largo de la intervención: confianza.
Lina Luna, señaló que hoy la economía mundial está marcada por tensiones, menor crecimiento y cadenas de suministro mucho más complejas. En ese entorno, comentó, “la confianza empieza por entender en qué mundo estamos y por enviar señales claras desde el Gobierno y las instituciones hacia los inversionistas y empresarios”.
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Para Lina, Colombia ha sido especialmente vulnerable porque durante años concentró casi toda su atención en un solo socio y dejó en segundo plano a otras economías emergentes. Su propuesta: relacionarse con múltiples países, sin ideologizar los vínculos, y usar la diplomacia como una herramienta técnica al servicio del desarrollo.
Desde iNNpulsa Colombia, Héctor Fuentes invitó a revisar los datos con menos pesimismo. Recordó que el consumo interno sigue siendo un motor importante y que los programas de acompañamiento a empresas formales y unidades productivas no formalizadas han logrado incrementos significativos de productividad, en algunos casos superiores al 27 %.
Explicó que la nueva política de reindustrialización busca acompañar a las empresas a lo largo de todo su ciclo de vida, desde la idea hasta la expansión internacional, y que hoy hay tres aspectos que ya no son opcionales para competir: sostenibilidad, uso productivo de tecnologías digitales (incluida la inteligencia artificial) y calidad certificada que abra puertas en mercados externos.
Henry, por su parte, llevó la conversación al terreno local. Recordó que para una Mipyme la confianza no se mide solo en cifras nacionales, sino en problemas muy concretos: una vía terciaria dañada, el costo de la energía o la dificultad para mover un producto del campo a la ciudad.
Por eso insistió en la importancia de instituciones que respondan en el territorio y de normas comprensibles, bien explicadas y sin mensajes que pongan al empresario en la mira mientras se le pide que genere empleo.
Desde CEIPA, Juan Camilo Mesa resumió su intervención en tres conceptos: información, formación y trabajo conjunto. Puso como ejemplo a una empresa colombiana que exporta molinos manuales a Yibuti gracias a que contó con información precisa sobre ese mercado. También insistió en que la capacitación del equipo no puede verse como un gasto, sino como una inversión necesaria para reducir errores y abrir puertas fuera del país.
En la conversación surgió un dato que llamó la atención de la audiencia: cerca de 9.000 empresas exportadoras, solo 411 concentran el 91 % de las ventas externas. Para los panelistas, esto muestra que Colombia aún no ha construido una verdadera política exportadora que se mantenga en el tiempo y que incorpore las particularidades de cada región.
Se habló de la necesidad de contar con una visión de país, planes regionales diferenciados, infraestructura que reduzca los costos logísticos, mejor articulación entre ministerios y un documento CONPES actualizado que sirva de hoja de ruta. Sin esos elementos, advirtieron, será difícil que más Mipymes pasen de ver la exportación como un sueño lejano a convertirla en una realidad.
Mesa resaltó el papel de la asociatividad. Recordó que competir solo en mercados internacionales es casi imposible y que las alianzas entre empresas, clústeres sectoriales, gobernaciones y alcaldías pueden cambiar por completo la percepción de riesgo. Cuando un empresario siente que no está solo, que su gobernante conoce sus problemas y que hay programas y rutas concretas, es mucho más probable que se anime a invertir y crecer.
Lina retomó la idea de la infraestructura para destacar que Colombia tiene una posición geográfica privilegiada, pero no la ha convertido en una ventaja real por falta de vías, puertos y conexiones internas. Puso como ejemplo a Perú y el puerto de Chancay, que ya está acortando tiempos de viaje hacia Asia y generando nuevas rutas de comercio para la región.
El panel cerró con una mirada al futuro. Fuentes insistió en que transformación digital, sostenibilidad y calidad ya no son elementos de “distinción”, sino la base mínima para participar en Cadenas de Globales de Valor exigentes. Y varios de los panelistas coincidieron en que la confianza no se construye solo desde el Estado: cada empresario, cada unidad productiva y cada territorio tiene una parte de responsabilidad.
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