En Colombia, $400 de cada $1.000 pesos que ingresan a los hogares no provienen de trabajo asalariado o de rentas de capital, sino de transferencias, como subsidios y remesas, o de ingresos mixtos, es decir, de emprendimientos donde no se puede diferenciar entre salarios y ganancias.
Este análisis lo hizo el presidente del Centro de Estudios Económicos de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (ANIF), José Ignacio López, quien destacó que las transferencias representan el 39% del dinero que perciben los hogares para su sostenimiento, según un informe desarrollado con base en cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE).
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López manifestó que los salarios tienen una participación de solo el 43% en ese ingreso, una cifra que se ha mantenido estable o en descenso en años recientes, perdiendo 4 puntos porcentuales (p.p.); a pesar de los aumentos del salario mínimo superiores a la inflación.
“Esto se explica porque muchos trabajadores ganan menos del mínimo y no se benefician del alza anual. Otros, que ganan más, también han tenido aumentos inferiores. Los incrementos del salario mínimo no benefician a todos los trabajadores y pueden inducir a una mayor informalidad si son muy superiores a la inflación y al aumento de productividad”, precisó el economista.
El presidente de ANIF indicó a La Opinión que el otro 19% restante, que completa el ingreso de los hogares, proviene de rentas de capital, es decir, todo el dinero asociado al emprendimiento formal corporativo que se distribuye vía dividendos, utilidades e inversiones financieras, entre otros.
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José Ignacio López expresó que los salarios han perdido participación porque otras fuentes de ingresos les han ganado, porque, es difícil que los salarios crezcan al mismo ritmo que lo han venido haciendo, por ejemplo, las transferencias.
“El hecho de que esté aumentando el ingreso mixto sugiere que la presencia de la informalidad ha ganado participación en la actividad de los hogares. De tal suerte que, más que la inflación, que sería una pérdida de todo tipo de ingreso, lo que nos muestra esta caída es que la informalidad ha ganado terreno”, recalcó López.
El presidente de ANIF resaltó que es cierto que el alza del salario mínimo afecta positivamente a un grupo de trabajadores, en particular a quienes están en ese umbral, pero genera más informalidad y tiene efectos negativos en quienes ganan menos del mínimo, porque probablemente tienen menor probabilidad de ser contratados en un empleo formal. Además, quienes perciben más de ese sueldo no tienen alzas en sus remuneraciones al mismo ritmo.
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Para el economista e investigador Mario de Jesús Zambrano, docente de la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP), en el caso de Cúcuta, con una informalidad laboral del 62,8%, según el reciente informe del DANE, el salario dejó de ser el eje del bienestar y pasó a ser una fuente complementaria en una economía fragmentada.
Zambrano agregó que, en la capital de Norte de Santander, los habitantes no se sostienen por los salarios, sino por la economía de la supervivencia que se teje entre la dinámica de frontera, las remesas y los subsidios.
“En el día a día, el cucuteño combina ingresos de actividades informales, ayudas sociales y transferencias de familiares en el exterior. Cúcuta vive una paradoja: el trabajo abunda, pero el empleo digno escasea”, concluyó.
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