¿Pidió piedad?
Los testigos escasean, pero algunos que se asomaron desde los ventanales de un gimnasio aseguran que uno de los presuntos pistoleros, al verse rodeado por los escoltas, se lanzó al piso, arrojó el arma y repetía que no tenía nada que ver.
Al parecer, esas supuestas súplicas no fueron escuchadas, pues un disparo en la parte izquierda de su cabeza lo silenció para siempre. De la herida comenzó a derramarse un prominente charco de sangre.
El otro sujeto también fue abatido, víctima de múltiples impactos de bala con una precisión letal. Recibió disparos en la espalda y uno en la cabeza, que habría sido el que finalmente le quitó la vida.
Este hombre habría intentado escapar corriendo, pues su cuerpo quedó a varios metros del que sería su compañero y bastante lejos de donde cayó Gonzalo.
La víctima fue cargada por los escoltas hasta una camioneta roja y trasladada a un centro asistencial, donde permanece recibiendo atención al cierre de esta edición.
Uno de los sicarios fue identificado como José Claro Angarita de 20 años, mientras que el otro permanece aún sin identificar.
Las autoridades trabajan para esclarecer este violento episodio que puso en riesgo a quienes asistían con tranquilidad a una boda.
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