En el marco del Día Mundial de Alcohólicos Anónimos, La Opinión conversó con Horacio y Mauricio, dos miembros veteranos de esta comunidad que, tras haber tocado fondo hace décadas, hoy dedican su vida a llevar un mensaje de esperanza a quienes aún luchan contra el alcohol. Ambos dejaron atrás el consumo hace 27 y 34 años, respectivamente, y advierten sobre el alarmante crecimiento del problema, especialmente entre niños y jóvenes de Cúcuta y el área metropolitana.
¿Qué actividades tienen programadas hoy en los grupos de Alcohólicos Anónimos en Cúcuta por el Día Mundial de AA?
Mauricio: En nuestros 27 grupos —24 en Cúcuta y su área metropolitana, y 3 en municipios cercanos— realizamos reuniones conmemorativas. Recordamos el día en que nuestros cofundadores, el Dr. Bob y Bill Wilson, iniciaron este movimiento que ha salvado millones de vidas. Es un momento para reflexionar, compartir testimonios y reafirmar nuestro compromiso de servicio.
¿Cuántas personas hacen parte de AA en la región y en el país?
Horacio: No llevamos registros formales ni inscripciones obligatorias, porque pertenecer a AA es totalmente voluntario y anónimo. En Norte de Santander calculamos que hay alrededor de 300 miembros. A nivel nacional, se estiman unos 800 grupos y 11.000 miembros. Y en el mundo, más de 2,5 millones de personas hacen parte de esta comunidad.
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¿Qué señales indican que alguien podría estar cayendo en el alcoholismo, incluso si no bebe frecuentemente?
Mauricio: El alcoholismo fue declarado enfermedad por la OMS en 1963. Tiene dos componentes: la obsesión mental y la alergia física. La obsesión es la idea persistente de que puedo beber sin consecuencias, y la alergia es la reacción anormal del cuerpo, que en lugar de rechazar el alcohol, lo pide. Si alguien experimenta lagunas mentales, pierde el control al beber o sus acciones afectan a otros, ya hay señales claras. No importa si bebe una vez al mes o cada fin de semana.
¿Cómo ven el impacto del alcohol en accidentes y riñas? ¿Realmente se ha logrado frenar algo?
Horacio: Las cifras son alarmantes. A pesar de leyes y sanciones, siguen ocurriendo accidentes, riñas, muertes. El alcohol no solo destruye al que lo consume, también afecta a su entorno. Una sola persona ebria puede arruinar una reunión familiar o causar una tragedia vial. Es un problema de salud pública global.
¿Qué los llevó a ustedes al alcohol? ¿Y qué los hizo buscar ayuda?
Mauricio: En mi caso, el alcohol fue como un “amigo” que me ayudó a vivir mal y a pagar caro. Lo busqué por vacíos emocionales, por depresión. Pero el problema no es el alcohol en sí, sino lo que nos lleva a buscarlo. Nuestro programa de 12 pasos nos lleva a identificar esas causas profundas y trabajar en ellas, no solo en dejar de beber.
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Horacio: Yo también bebía para llenar vacíos. Pero lo que parecía una solución se convirtió en una pesadilla. Hoy llevo casi 27 años sin beber gracias a ese programa que nos invita a vivir un día a la vez.
¿Consideran que las autoridades están haciendo lo suficiente para prevenir el consumo de licor en menores?
Mauricio: Respetamos a las autoridades y no hacemos críticas públicas. Nuestro rol es llevar el mensaje. Pero sí es preocupante ver que cada vez más niños, desde los 9 o 10 años, ya han probado alcohol. Y lo hacen, en la mayoría de casos, en sus casas. Son los adultos quienes a veces lo inducen, incluso sin querer.