Aquí reciben sus tres comidas, tienen camas limpias donde descansar, baños para asearse y la atención médica de jóvenes estudiantes de enfermería, que acuden a hacer sus prácticas profesionales en este lugar, movidas por su vocación de servicio al prójimo.
“Es un grupo de abuelos muy bien portado”, dice entre risas Michelle Agudelo, una de las aprendices de enfermería, que lleva un mes asistiendo a los habitantes de este hogar.
Entre sus funciones explica que ayuda a bañarlos, ordenar sus camas, estar pendiente de sus comidas y de los tratamientos médicos que llevan algunos, por problemas de tensión, diabetes y otros males propios de la edad.
La mayoría de ellos están lúcidos y pueden valerse por sí mismos. No obstante, están los que presentan cuadros de Alzheimer y otras enfermedades mentales, aunque ninguna de gravedad; otros andan en silla de ruedas, o se apoyan con bastón, pero más allá de eso todos van dignos por la vida, llevando con orgullo y buen ánimo sus setenta, ochenta o noventa y tantos abriles.
Pero esta casa hogar en sus más de 20 años ha servido no sólo a adultos mayores, sino que también ha recibido a madres cabeza de hogar, jóvenes e, incluso, familias completas, migrantes, que de manera temporal han conseguido aquí descanso y alimento.
“El hogar ha prestado un servicio de corazón, y con la caridad de las demás personas hacemos este trabajo, para colaborar con la sociedad”, destacó Miguel Beltrán.
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