Alrededor de cuatro manzanas se extiende uno de los barrios menos conocidos en la ciudad, pero que ha sido parte de la historia de Cúcuta desde finales de la década de los 60: Santa Lucía, en la comuna 2.
La urbanización nació como una iniciativa de Centrales Eléctricas de Norte de Santander (CENS), propuesta por el gerente de ese entonces, Alberto Estrada Vega, para que los empleados y pensionados de la energía pudieran convivir juntos en un mismo espacio y disfrutaran de una buena vejez.
Fue así como llegaron a los terrenos donde hoy conviven más de 500 personas en 165 casas de 70 metros cuadrados.
Entre algunos fundadores, aún viven los señores Luis Pedraza y Rafael Arámbula, pensionados de CENS que pasan los 80 años de vida.
Se le otorgó el nombre de Santa Lucía en honor a Lucía de Siracusa, mártir religiosa, quien es patrona de la visión en la tradición católica, por la cercanía etimológica del nombre griego «Lucía» al término latino lux (luz).
Aunque pequeño, una de sus calles se caracteriza por albergar droguerías y funerarias de reconocida trayectoria en la ciudad, debido a su cercanía al Hospital Universitario Erasmo Meoz (HUEM), la IPS y la Facultad de Salud de la Universidad de Pamplona. Además está rodeado por los colegios INEM José Eusebio Caro, Municipal María Concepción Loperena y el Centro Cristiano de Cúcuta (en Los Pinos).
Inmigrantes, el día a día
De acuerdo con Mariela Esteban, presidenta de la Junta de Acción Comunal (JAC) del barrio, Santa Lucía se caracterizaba por ser un barrio tranquilo, pero desde que fue cerrada la frontera, la afluencia de inmigrantes en sus calles cada vez es mayor, hasta tal punto de convertirse en un problema.
“Es muy incómodo estar en casa y que a cada rato toquen el timbre, golpeen las rejas para pedir dinero, o se lleven las cositas que encuentren afuera y le continúen robando repuestos de los carros a los vecinos”, señaló la líder comunal.
Pero, además de la impotencia que les genera el alza en la inseguridad, también los asola una gran tristeza el ver a niños y familias completas pidiendo dinero en esquinas, casas y semáforos durante todo el día.
Infraestructura
Los orígenes de las calles de este barrio datan desde hace más de 40 años, gracias a la mano de obra y los dineros recolectados por los mismos habitantes mediante bazares y eventos comunitarios.
La última vez que invirtieron en un arreglo fue hace más de 14 años, pero el tiempo, la falta de inversión, sumado al agua, el jabón y la soda cáustica que se acumula en el asfalto luego de que los vecinos lavan sus antejardines, contribuyeron al deterioro de las vías.
Según la comunidad, la que representa un problema mayor es la avenida 10E, vía principal del barrio, que está en condiciones críticas.
La ironía
En esta urbanización, catalogada como estrato 3, si bien fue un proyecto de vivienda de CENS, los residentes expresan que, irónicamente, el recibo de energía es bastante costoso y no se aplica ningún tipo de descuento.
“Si uno compara con otras ciudades de Colombia, los porcentajes de los servicios domiciliarios en Cúcuta son el doble de costosos”, dijo Esteban.
En cuanto a alumbrado público, aunque no tienen falta de luminarias, es como si no existieran. La altura y frondosidad de los árboles, por la falta de mantenimiento con podas, abarca por completo la luz de los focos y genera zonas oscuras.
Inseguridad
Ante las tinieblas en las que se sumen las calles, algunos residentes prefieren no salir durante las noches o evitan caminar por ciertas zonas. La doble calzada, que colinda con el HUEM, presenta problemas diarios por la misma oscuridad que generan los árboles.
El problema es que esos lugares se prestan para que habitantes de calle y consumidores y vendedores de estupefacientes lleven a cabo actividades delictivas.
A esa misma hora pasan los recicladores, pero camuflados entre ellos, también otra clase de personas con otro tipo de intenciones.
“Así como hay personas que sí trabajan en su oficio, hay otras que pasan es mirando qué pueden llevarse de las casas”.
El albergue, en abandono
Uno de los lugares más importantes que funcionó alguna vez en Santa Lucía fue el albergue juvenil, en la calle 5 Norte con avenida 9 Este. La comunidad, en unión con la iglesia Espíritu Santo, inauguró la estructura con el objetivo de recuperar a jóvenes con problemas en las drogas.
Funcionó durante algunos años, sin embargo, los aportes de la comunidad para el sostenimiento del mismo dejaron de ser suficientes ante el alza de los costos y desde hace más de 30 años el edificio está abandonado.
La comunidad aún recuerda aquellos tiempos en los que el centro de recuperación se mantenía vivo con jóvenes en tratamiento y los entusiastas pasantes de universidades que llegaban cada semestre.
Parque La Biblia
La presencia del Centro Cristiano de Cúcuta como vecino del barrio, es motivo por el que la población de este sector es variada entre cristianos y católicos. Con respecto a ambas religiones, los habitantes decidieron llamar al parque como ‘La Biblia’, y así mantenían un nombre religioso, pero que representara comunión para ambos.
Sin embargo, manifiestan que se ha convertido en un sitio pasivo. La anterior administración de César Rojas invirtió en una zona pequeña para el entretenimiento de los niños, pero el resto del terreno, incluyendo la parte peatonal, aunque el Centro Cristiano ayuda a mantenerlo, se encuentra en condiciones regulares por la falta de inversión municipal.