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Una guerra absurda
Enfrentamiento entre los vehículos de servicio público, que amenaza convertirse en guerra urbana.
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Viernes, 4 de Marzo de 2016

Lo que nos faltaba: otra guerra.

Encima de los problemas derivados de la subversión, la devaluación y la caída del petróleo, ahora surge nuevo asunto muy grave: nada menos que enfrentamiento entre los vehículos de servicio público, que amenaza convertirse en guerra urbana.

Ya se han presentado los primeros brotes y varias personas han sufrido las secuelas del odio entre taxis amarillos y carros blancos.

Inclusive, la hija del exvicepresidente Pacho Santos afrontó las consecuencias, al igual que otros inocentes pasajeros, del despelote en las calles urbanas.

Los peligros del conflicto han empezado a preocupar a los medios de comunicación, que hablan ya de una bomba de tiempo que puede ocasionar, obviamente, enfrentamientos sangrientos entre dos sectores de taxistas.

Y es que Colombia, donde la violencia se da silvestre, no tiene igual.

Ahora resulta que para tener un taxi hay que pedirle permiso a un señor Uldarico, que maneja a su antojo las cuotas de los vehículos de servicio público, que tienen millonario costo, -cada uno vale más de cien millones de pesos,- y tiene capacidad de decretar huelgas y paros, además de otras actitudes que constituyen atentado al orden público.

Todo ello en las barbas de las autoridades que se ven superadas por los acontecimientos, organizados por la llamada ‘’mancha amarilla’’, nombre que se ha dado a los taxis desde el momento en que a un anónimo funcionario le dio por pintar del mismo color los vehículos de servicio público.

Que no se distinguen propiamente por su buen servicio.

Lo que nadie esperaba es que el servicio público seria en pleno siglo 21 la semilla de conflicto que involucra a los inocentes pasajeros, víctimas del enfrentamiento entre amarillos y blancos, los vehículos de servicio público que se disputan los favores de quienes necesitan transportarse dentro de las ciudades, entre ellos yo.

Se ha señalado que la falta de reglamentación ha hecho posible la anarquía en el transporte público, un problema que ha originado la aparición de ‘’líderes negativos que han promovido movilizaciones nocturnas en las que algunos taxistas deciden hacer justicia por sus propias manos’’, según señala editorial del principal diario capitalino, que señala que la guerra se ha ampliado a varias ciudades..

La falta de autoridad y de castigo se considera como la causa de algunos de los problemas que se afrontan en las calles.

Hay el peligro de que la situación se agrave y ocasione hechos que nos produzcan más vergüenza de la que sentimos desde la época en que el país fue objeto de guerra civil no declarada que dejó como saldo inmensa cantidad de víctimas.

Como si la guerra de taxis no fuera suficiente, también se ha presentado ola de vandalismo contra el sistema de transporte masivo, que ha sido objeto de pedreas, saqueos y evasión de pagos.

Se han anunciado revelaciones sobre el vínculo del alcalde Enrique Peñalosa con fabricante sueco de buses.

Parece que los bogotanos sabremos porque quería Peñalosa la alcaldía: para no hacer el Metro.

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