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La última bala
Ha sido difícil el logro de la paz por la oposición de personajes que han hecho de la guerra su programa de gobierno.
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Viernes, 8 de Julio de 2016

Como muchos otros colombianos, tengo la firme esperanza de que la guerra en que nos metieron dirigentes sectarios de la época de la violencia haya concluido y que se haya disparado la última bala de la batalla, como ocurrió en mayo de 1945 cuando las tropas rusas invadieron Berlín y dieron por terminado el conflicto bélico que le costó la vida a 50 millones de personas, como resultado de la locura de personaje  a quien poco le importó meter en la grande a casi toda Europa. Quien todavía, a estas alturas del siglo 21, sigue teniendo seguidores, entre ellos arcaico personaje extraído de las páginas de la historia, quien ha tenido la desfachatez de negar la negra historia del holocausto judío, al igual que militantes del nazismo.

Ha sido difícil el logro de la paz por la oposición de personajes que han hecho de la guerra su programa de gobierno, como si sacrificar la vida de la juventud no fuera hecho condenable en todas las civilizaciones, que ven con preocupación la posible prórroga de enfrentamientos que solo benefician a unos pocos, entre ellos los vendedores de armas, de artefactos bélicos y de aparatos destinados a acabar con la vida de los más humildes y de los servidores de la patria.

Con tristeza recuerdo las épocas en que era imposible salir a la calle en la madrugada y colocarse una corbata roja para tomarse un café en sitio publico pues se corría el peligro de convertirse en objetivo de algún desadaptado, de esos que eran calificados con el genérico  nombre de pájaros y que fueron responsables de centenares de crímenes. Tampoco se podía andar en vehículos de color rojo. Colombia fue heredera del sectarismo político y del fanatismo religioso, importados de España por unos cuantos curas ibéricos, que recordaban las épocas de la guerra civil que azotó los campos de la madre patria. Era pecado mortal ser liberal y desde el pulpito se impartían consignas sectarias. 

Mi papá, periodista, era liberal de la viejas épocas y se arriesgaba a criticar al gobierno conservador, a pleno pulmón, en el centro de Bogotá. Solo una vez fue detenido por  los detectives, que lo pusieron en libertad en pocos minutos, no sin recibir la advertencia de no repetir las críticas al gobierno. No corrieron la misma suerte otras personas, que fueron detenidas por varias horas o días para que no   tuvieran la osadía de repetir sus palabras. Hasta un obispo fue censurado por sus superiores en una época en que estaban de moda  el franquismo y su heredero, el conservatismo

Yo pase les duras y las maduras como alumno díscolo de La Salle y mi paciencia se agotó en solo tres meses cuando mi padre me matriculó en colegio de gran pedagogo liberal, José María Restrepo Millán, quien también había sido perseguido por sus ideas. Fue época feliz. Al fin aterricé donde me sentí  bien. Las clases de español eran inolvidables por la sapiencia y simpatía del inolvidable maestro, en cuyo nombre fue bautizado colegio oficial donde, espero, esté colocada la imagen del gran señor a quien poco le importaba el dinero y solo pensaba en el progreso de sus alumnos. Gente como él queda poca en este país donde lo más importante es el dinero. Gracias, maestro inolvidable…GPT   

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