El pasado 10 de septiembre se conmemoró en el mundo el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, una fecha impulsada por la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio (IASP) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), que busca recordar que hablar de salud mental salva vidas.
Sin embargo, en Colombia y, en particular, en Norte de Santander, las cifras revelan un panorama preocupante que demanda acciones urgentes. Cada año, más de 720.000 personas mueren por suicidio en el planeta, lo que equivale a casi una cada 40 segundos.
Y aunque el dato resulta estremecedor, los expertos advierten que la realidad puede ser aún más dura, pues el estigma y el tabú hacen que muchos casos no se denuncien o se registren como otra causa de muerte.
En el país, el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses reportó que, en el primer semestre de este año, 1.352 personas se suicidaron, de las cuales 1.085 eran hombres y 267 mujeres.
La mayoría de casos se presentó en edades entre los 20 y 44 años, justo en la etapa productiva de la vida. Bogotá, Medellín y Cali encabezan la lista de ciudades con mayor número de hechos de esta naturaleza, aunque en la capital del país hubo una reducción significativa frente a años anteriores.
Alexie Vallejo Silva, presidente de la Asociación Colombiana de Psiquiatría (ACP), advierte que detrás de estas cifras se esconden múltiples factores.
“El suicidio no tiene una sola causa. Es un fenómeno complejo donde influyen aspectos sociales, culturales, psicológicos, biológicos y ambientales. Pero un intento previo sigue siendo el factor de riesgo más importante”, asegura.
Problema silencioso en Norte de Santander
El departamento no es ajeno a esta crisis. Según el boletín estadístico mensual del Instituto Nacional de Medicina Legal, durante el primer semestre de 2025 se registraron 42 casos en Norte de Santander, 16 de ellos en Cúcuta.
Aunque esta última cifra representa una reducción de nueve casos frente al mismo periodo del año pasado, las autoridades advierten que el fenómeno sigue siendo alarmante por su impacto social y familiar.
De acuerdo con el Instituto Departamental de Salud (IDS), a la semana epidemiológica 32, con corte al 9 de agosto, se habían notificado 747 intentos suicidas, de los cuales el 61,3 % corresponde a mujeres jóvenes entre 18 y 24 años.
En paralelo, se reportaron 986 diagnósticos de depresión, 1.792 de ansiedad y 772 relacionados con consumo de sustancias psicoactivas, con prevalencia en hombres de 18 a 23 años. Los municipios más afectados son Cúcuta, Ocaña, Villa del Rosario, Los Patios y Pamplona, donde se concentran la mayoría de los casos.
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“Estas cifras no son solo números. Son historias de vida de jóvenes que enfrentan ansiedad, depresión, violencia o desesperanza. Detrás de cada intento hay un grito de ayuda que no podemos ignorar”, señalan desde el IDS, que fortalece acciones de prevención con charlas psicoeducativas, mesas intersectoriales y el apoyo de instituciones como la ESE Hospital Mental Rudesindo Soto y la IPS Niños de Papel, especializada en la atención de niños, niñas y adolescentes en riesgo.
Jóvenes: una población especialmente vulnerable
La OMS advierte que el suicidio es la tercera causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años. En esta etapa de la vida, la presión social, el matoneo, la violencia intrafamiliar y el consumo problemático de sustancias psicoactivas actúan como detonantes.
José Manuel Santacruz, vicepresidente de la Asociación de Psiquiatras de América Latina (APAL), explica: “uno de cada siete adolescentes vive con un trastorno mental, siendo la depresión, la ansiedad y los problemas de comportamiento los más frecuentes. En Colombia, UNICEF reporta que casi la mitad de los niños y adolescentes presentan afectaciones en su salud mental”.
Las redes sociales también juegan un papel determinante. El uso excesivo de pantallas afecta el sueño, genera aislamiento y, en muchas ocasiones, expone a los adolescentes al ciberacoso.
“No se trata de satanizar las redes, sino de promover un uso responsable, supervisar el contenido y abrir canales de comunicación permanentes en casa y en la escuela”, subraya Santacruz.
En Norte de Santander, esta realidad se refleja en las cifras: la mayoría de intentos de suicidio ocurre en jóvenes de entre 18 y 24 años, con un preocupante predominio en mujeres.
Adultos mayores: el dolor invisible
Aunque los jóvenes forman un grupo de alto riesgo, los adultos mayores muestran las tasas más altas de suicidio consumado en Colombia en los últimos años.
Según estudios, hasta el 41% de los adultos mayores colombianos reporta síntomas depresivos, superando a muchos países de la región. Santacruz, experto en psicogeriatría, explica que esta población enfrenta estigmas dobles: el de la enfermedad mental y el de la vejez.
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“Se suele minimizar el sufrimiento emocional de los mayores, asumiendo que la tristeza, el aislamiento o la pérdida son normales a su edad. Esto es un error. La exclusión, la soledad y la falta de apoyo aumentan el riesgo de suicidio”, sostiene.
Por eso insiste en la necesidad de estrategias específicas: acompañamiento cercano, entornos sociales que no los aparten y acceso a servicios especializados de salud mental.
Entre el estigma y el silencio
Uno de los grandes obstáculos para prevenir el suicidio sigue siendo el estigma. Hablar de depresión, ansiedad o de un intento de suicidio todavía genera miedo, prejuicios y discriminación. Para Vallejo, romper ese silencio es clave.
“Hablar de suicidio no induce a nadie a quitarse la vida. Al contrario, abre una puerta para sacar lo que duele y buscar ayuda. Una sola pregunta puede salvar una vida”.
En esa línea, la Asociación Colombiana de Psiquiatría lanzó la campaña #PrevenirEsPreguntar, que invita a la sociedad a no guardar silencio y atreverse a preguntar con empatía: ¿estás pensando en suicidarte?
El contexto social de la frontera
Norte de Santander enfrenta una realidad compleja por su condición de departamento fronterizo.
“El desplazamiento, la migración forzada, la falta de oportunidades y la violencia son factores que aumentan el riesgo de enfermedad mental y, en consecuencia, de suicidio”, advierte Vallejo.
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Si bien Colombia diseña políticas para atender a población migrante, los recursos son limitados y la demanda desborda la capacidad del sistema de salud mental en la región.
Un nuevo marco legal: esperanza y retos
La normatividad consignada bajo el 2460 de 2025, conocida como la Ley de Salud Mental, representa un avance significativo, al generar garantías para el derecho a la salud mental, con especial atención en niños, niñas, adolescentes y jóvenes e integra sectores públicos y privados para cerrar brechas históricas.
“Es una oportunidad enorme, pero todo dependerá de cómo se reglamente y se implemente. Las leyes generan expectativas, pero lo que necesitamos son recursos, formación de talento humano y programas efectivos en los territorios”, afirma Vallejo.
Acciones locales en Norte
El IDS trabaja en el Consejo Departamental de Salud Mental y despliega planes de acción que incluyen:
• Estrategias intersectoriales para prevenir la conducta suicida.
• Centros comunitarios de escucha en Bochalema, Chinácota, Durania, El Zulia y Villa del Rosario.
• Actividades psicoeducativas y conversatorios sobre salud mental en el marco del Día Mundial de la Prevención del Suicidio.
• Atención 24 horas en el Hospital Mental Rudesindo Soto y en la IPS Niños de Papel para población infantil y adolescente.
No obstante, persisten retos como el de la escasez de especialistas, aumento de casos en jóvenes y mujeres, y un sistema de salud que todavía lucha por superar las barreras de acceso.
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Hablar salva vidas
El mensaje que repiten los expertos es claro: prevenir es posible. Reconocer las señales de alerta, preguntar sin miedo, escuchar sin juzgar y acompañar con empatía son acciones sencillas que pueden marcar la diferencia.
“Un entorno compasivo no depende solo de médicos o psicólogos. Cada uno de nosotros puede aportar, desde la familia, la escuela, el trabajo o la comunidad. No estigmatizar, no rechazar, no abandonar. Eso salva vidas”, concluye Santacruz.
Colombia vive una realidad dolorosa: más de 1.300 vidas perdidas en seis meses, cientos de intentos en Norte de Santander, jóvenes y adultos mayores atrapados entre el silencio, la soledad y el estigma.
En este mes de la prevención del suicidio, la invitación es a romper el tabú, hablar de lo que duele y preguntar con empatía. Porque, como recuerda la campaña nacional, #PrevenirEsPreguntar, y una sola pregunta, hecha a tiempo, puede salvar una vida.
Si usted o alguien que conoce está pensando en suicidarse, busque ayuda inmediata. En Cúcuta puede comunicarse a la línea Amiga de Salud Mental (607)596-0050 en caso de emergencia. Hablar es el primer paso para salvar una vida.
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