Olga Benítez, una vida y miles de sueños tras un volante
Son las cinco de la mañana, Cúcuta apenas empieza a despertar, pero Olga Benítez ya sale del barrio Prados del Este en su amarillito a vivir un día más al volante. Ajusta el retrovisor, revisa que todo esté bien antes de una nueva jornada y sale con la misma calma que la acompaña desde hace más de tres décadas, cuando un 18 de agosto empezó a manejar, sin importar los comentarios de los demás que le decían donde debía estar.
Olga nació en Cali, pero Cúcuta la adoptó y aquí ha construido todo. “Todo lo que tengo es gracias a esta ciudad”, repite con orgullo. Fue hace 33 años cuando utilizó unos ahorros para materializar su sueño de comprar su primer taxi, ser su propia jefa y principalmente para asumir el rol de padre y madre de sus tres hijos a los que sacó adelante gracias a un motor. Ni el embarazo fue impedimento para Olga Benítez, lo que llevó a que su hijo menor llevara la sangre amarilla en sus venas y actualmente también sea taxista.
El liderazgo que actualmente tiene en el gremio de taxis de Cúcuta lo logró a pulso, escalón por escalón. Se ganó el respeto de sus compañeros porque era una voz que los representaba cuando se presentaba alguna situación que vulnerara sus derechos, siempre se mantuvo en la primera línea en cada marcha o reunión.
Esa vocería por la que se destaca no nació porque sí. Olga tuvo que sufrir rechazos por parte de muchos compañeros que ponían en duda su representación por el hecho de ser mujer, le decían que no sabía del oficio y que debería estar en la casa haciendo otras cosas.
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Olga vivió sucesos que la dejaron marcada para siempre. Un hombre que recogió con rumbo al barrio Motilones intentó abusar de ella al llegar a su destino. Por resistirse sufrió un golpe en la boca que le reventó el labio y la llevó al quirófano.
Pero no siempre la violencia hacia las mujeres viene por parte de los hombres, eso quedó evidenciado en el ataque que le propiciaron unas mujeres que en inmediaciones a la cárcel Modelo de Cúcuta la atacaron con un arma blanca con el objetivo de no pagarle la carrera, para fortuna de la transportadora, el objeto solamente rozó su humanidad.
Igualmente, Olga Benítez fue víctima de una docente universitaria, que en un acto de intolerancia decidió lanzarle un golpe desde el asiento trasero del vehículo y la dejó usando cuello ortopédico por varias semanas, pero ni eso la frenó a seguir con sus labores y aunque suene poco creíble, ella considera que eso ha sido poco para los peligros a los que una mujer se expone diariamente.
Luz Neida Camacho, y el arte de no dejarse ‘weboniar’
Luz Neida Camacho se levantaba y se sentaba al borde de la cama en su casa ubicada en el municipio de El Zulia a pensar cómo iba a resolver el sustento de sus tres hijos y su mamá. No era un ritual espiritual o algo por estilo, era el momento en el que esta madre cabeza de familia activaba su instinto de supervivencia para llegar a Cúcuta y vender sus productos.
Muchas veces pensó que no podía más. Hubo momentos en los que veía como la mejor opción el tirar la toalla. Pero no, ni administraciones municipales que decidieron perseguir a los vendedores ambulantes la pudieron achicopalar.
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La Fuerza Pública en operativos contra los vendedores ambulantes en algunas ocasiones la dejaba sin nada. “Ellos presentaban resultados diciendo que quitaron un carrito, pero no sabían que tenía cuatro bocas por alimentar”, recuerda Camacho. Igualmente, menciona que esto la llevó a endeudarse con los famosos gota-gota.
Para ella, las mujeres históricamente han tenido que enfrentarse a una sociedad machista, que les impone lo que deben hacer en el día a día, pero cuando la mujer omite esto, se convierte en una piedra en el zapato. “Yo no me dejé ‘weboniar’ de nadie”, es la frase con la que Luz Neida define cómo pudo afrontar lo que ella denomina como sus vivencias.
Ya son más de 20 años, dos décadas en la lucha como ella califica su rutina. Todos los atropellos que ha vivido dice que la han vuelto más fuerte y le han permitido alzar la voz por las mujeres de Cúcuta, a las que define como unas berracas. Ella es la demostración de una mujer inquebrantable, ni un fuerte invierno que arrasó con su casa y causó un paro diabético en su mamá, pudo detenerla para lograr su objetivo de sacar adelante a sus tres hijos.
Al igual que Olga, Luz enfatizó en que muchas veces se desconocen las luchas internas de cada persona y que en cada mujer que vemos en el día a día, hay una madre, una hija o una hermana que busca cumplir sus sueños.
Sandra Mora y las violencias silenciosas
Sandra Mora es una llanera de pura cepa, tiene 53 años y es la mayor de cuatro hermanos, es madre y actualmente se encuentra casada. Como si su vida estuviera destinada a forjarla como ‘la dama de hierro’, apodo que recibió siendo comandante de la Policía Metropolitana de Cúcuta, la oficial retirada tuvo que enfrentar la zozobra de vivir un secuestro en carne propia, siendo menor de edad.
Esta situación influyó en que tomara la decisión de servir a la sociedad. En algún momento quiso ingresar al Ejército, pero en ese entonces las mujeres solo podían desempeñar cargos administrativos y ella lo que quería era estar en la calle y ponerse de frente ante los retos que aquejaban a la ciudadanía, por lo que decidió ser policía.
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Sandra Mora es lesbiana y lo sostiene con orgullo. Pero esto conllevó situaciones fuertes a causa de la homofobia. Tuvo que enfrentar cinco exorcismos. Personas cercanas le hacían comentarios como: “usted lo que tiene es un espíritu”. “Le hace falta es probar con un hombre”. Todas estas violencias fueron las que forjaron su carácter e identidad, misma que no doblega ni pone en tela de juicio ni cuando personas con altos cargos le han ofrecido beneficios a través de favores, al advertir que “todo se debe hacer en el marco de la legalidad”.
Ser lesbiana la llevó a ser destituida en el año 2000, o bueno, “no me destituyeron, me echaron”, como ella dice. En medio de su persecución la señalaron de tener presuntos nexos con los paramilitares y un día cualquiera ya no pudo portar más el verde oliva.
Para ella, las violencias silenciosas son el mal de Colombia. “Son esas que no se ven, pero están permanentes y más que todo cuando una mujer ocupa cargos de poder”, comenta.
La coronel (r) Sandra Mora ha enfrentado retos, tanto institucionales como personales, por lo que recalca que muchas veces tuvo que demostrar el doble y eso la ha llevado a enfrentar hasta procesos judiciales. Reconoce que es exigente, pero siempre lo hace bajo el respeto que merece todo ser humano.
Actualmente es la secretaria de Gobierno de Los Patios, municipio que la acogió de buena manera después de su paso como comandante en esta zona frontera, donde se ganó el aprecio de muchos y así su paso por la Policía haya terminado, nunca dejará de ser la coronel o coronela, como algunos la conocen y que se confirmó como ‘la dama de hierro’.
Redacción: César Leonardo Muñoz Bautista / Practicante de periodismo.
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