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Cúcuta
Historias de espantos contadas por taxistas de Cúcuta
Historias de taxistas que aseguran haber vivido encuentros espeluznantes en el ejercicio de su oficio en las calles de Cúcuta, con “seres que no son de este mundo”
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Eduardo Bautista
Eduardo Bautista
Categoría nota
Domingo, 8 de Mayo de 2022

 

Los taxistas que integran la llamada Mancha Amarilla tienen sus propios códigos para trabajar en la plaza y son muchas las anécdotas y experiencias que viven durante las extenuantes jornadas, laborando unos en el día y prefiriendo otros las noches de Cúcuta, tan rumberas y cálidas, pero también con la asechanza de peligros que pueden ser del mundo de los ‘muy’ vivos, como otros venidos de ultratumba.


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Aquí algunas historias vividas por profesionales del volante,  sin otra pretensión que la de contar lo que les pasó cualquier día o cualquier en esta ciudad, con encuentros poco cordiales por tratarse a lo mejor de espantos. 

Una de esas historias  fue la de un viejo taxista quien no quiso mención alguna, por considerar que su relato se sale de toda lógica y ocurrió cuan do llevó a una mujer poco más del medio día a una casa del barrio El Contento

La mujer que iba bien vestida, tipo secretaria ejecutiva, se bajó del taxi frente a su vivienda y le dijo al chofer que la esperara un momento mientras le traía el valor de la carrera ingresando al inmueble, pero pasaron más de 10 minutos y en vista de que no salía se bajó para reclamar su dinero. 

Al llamar a la puerta se asomó una anciana a quien le pidió que por favor le pagaran la carrera porque tenía  que seguir trabajando y esa era la hora pico, pero la mujer le explicó que ella vivía sola y ahí no había entrado nadie.


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El enfurecido taxista señaló una foto que estaba en la pared de la sala y dijo “ella es la pasajera que acabo de traer a esta casa”, pero la respuesta de la anciana fue que la de la foto era su hija muerta hacía más de 10 años, que “todavía viene a esta hora a almorzar”. 


 

Historias de taxistas de Cúcuta

 

"Yo hablé  con el Ánima Sola"

Unos 20 años atrás, me sucedió algo fuera de lo normal en mi oficio de taxista, aunque no tengo  la fecha exacta pero si el día y la hora. Eso fue un viernes a las 2 de la mañana, lo recuerdo como que me llamo Gabriel Duque. 

En esa época tenía 49 años y manejaba para una empresa de la ciudad y a la hora referida iba a recoger un servicio en el barrio Gaitán, cuando al pasar frente al Cementerio Central, vi  al otro lado de la pared perimetral, justo sobre la bóveda más alta que sobresale, una extraña figura que levitaba como a unos 40 centímetros de la estructura, sentada con los brazos y piernas cruzadas y vestida de blanco.


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Al ver esa aparición bajé la marcha  y casi al frente de ella le dije ¡ah! , conque asustando a los pendejos y como respuesta ‘me peló las muelas’, entonces fue cuando vi que era una calavera, por lo que se me crispó el cuero, sentí que el pelo se paraba y la cabeza empezó a zumbarme al punto de quererme desmayar del miedo que me invadió, acelerando el carro de manera instintiva para alejarme de aquel espanto que se reía de mí.

Intrigado por la experiencia intentaba  tener una respuesta razonable pero no lograba poner en orden mis pensamientos, imaginando que quizá había sido un microsueño ya que en esa época trabajaba toda la noche y en las madrugadas las horas de desvelo empezaba a cobrar. 
 
El trayecto que me faltaba para llegar la casa donde debía recoger al cliente, unas seis cuadras, lo hice a gran velocidad, conduciendo como autómata. Sin embargo una vez el pasajero se subió en el puesto del copilo decidí regresar por la misma ruta, no sé por qué, ya que pude bajar por el Canal Bogotá porque su destino era la Terminal de Transportes. 

Sentía que esa imagen fantasmagórica me atraía y voltee hacia el cementerio para frenar nuevamente en el punto donde la había visto. Le pregunté al pasajero, un hombre ya entrado en años, si veía a esa persona que estaba sobre la bóveda, pero él no podía ver nada y dijo que quizá era el celador del camposanto que se había subido a dormir. 

Sin embargo yo si la veía y ella a mí. En ese momento detallé que de las cuencas de los ojos brotaban dos llamas, aprecié igualmente el hueco donde alguna vez existió la nariz y la dentadura blanca con una leve sonrisa, que en el conjunto del rostro coronado de un turbante blanco y las huesudas manos que sobresalían de la túnica le daban un aspecto aterrador.
 
Esos segundos ante algo que no sabía qué era fueron suficientes y volví a ‘picar caucho’ para volver a tener  conciencia cuando detuve la marcha frente a la entrada principal de la Terminal y el pasajero me entregaba un billete para pagarme el servicio. Todavía hoy en día no sé cómo llegué y cuál fue la ruta que hice porque a lo mejor manejé en estado de inconciencia.


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Ese lunes, mi esposa que acostumbraba ir a rezarle a las benditas ánimas del purgatorio, le preguntó a Guillermo González Amarilla,  quien por 30 años fue el administrador del Central, si en las madrugadas algún vigilante se encaramaba a las bóvedas durante la rondas y su respuesta fue que por esos días no había celador. Al relatarle ella lo que a mí me ocurrió, dijo: “Su marido le habló a esa persona, pues tiene ´pelotas’ para hablarle al Ánima Sola”.

Amarilla le contó a mi esposa que habían sabido de otros taxistas que amanecieron desmayados y con el carro chocado por el encuentro con el Ánima Sola, que espantaba por los días de Semana Santa, por eso muchos preferían evitar pasar por el cementerio.
 
Sin embargo esa no fue mi única experiencia con seres de otro mundo, porque un par de años después volví a  vivir una situación extraña cuando recogí a la salida de una reconocida discoteca del centro de Cúcuta a dos jóvenes que no superaban los 20 años.

Lo curioso es que parecían dos gotas de agua por lo idénticos,  y porque además iban vestidos igual, franela negra, yin y zapatos negros, pensando enseguida que eran hermanos gemelos.
  
Ya iba a ser la una de la mañana y cuando se subieron el asiento de atrás del taxi me indicaron que lo llevara hasta los jardines cementerio en Los Patios, Receloso y con ganas de no llevarlos les cobré $6.000, muy por encima de la tarifa, pero dijeron que solo tenían $4.000 y sin otro ´pataleo’ acepté llevarlos.

Ya en el camino les pregunté qué iban a hacer al cementerio a esa hora y respondieron que a visitar un amigo que recientemente había muerto. Seguí intrigado y argumenté que por ser la hora que era el celador no los iba a dejar entrar, pero uno de ellos dijo que el celador era amigo y los dejaba entrar a cualquier hora.
 
Volví a la carga y con alguna sorna les dije que si iban a profanar tumbas o hacer algún rito satánico, pero sin inmutarse contestaron que ellos no hacían eso y se callaron hasta llegar al primer cementerio que hay viniendo de Los Patios a Cúcuta.

Una vez frente a la entrada principal se bajaron y cuando uno de los pasajeros me entregó los dos billetes de $2.000 sentí un frío extraño que me llegó hasta los huesos.

Ellos se quedaron ahí, uno junto al otro, mirando hacia adentro del camposanto y yo arranqué, pero como a los 10 metros miré por el retrovisor y ya no estaban, habían desaparecido

El fin de semana siguiente pasé nuevamente por la discoteca donde solían salir carreras y con la curiosidad me bajé del carro a preguntarle al celador por los gemelos que había llevado, pero éste me dijo que le parecía muy extraño, porque la discoteca no abrió para esa fecha porque era Semana Santa y no se laboró.

Los compañeros del gremio a quienes les conté la historia me dijeron que seguramente había transportado unas ánimas del purgatorio y me recomendaron ir a misa y hacer penitencia, lo que hice al pie de la letra porque uno nunca sabe. 


 

Historias de taxistas de Cúcuta

 

“Una  carrera que no pude recoger”

El ‘Gordo’ Elkin, un curtido taxista tuvo una experiencia fuera de lo común, un fin de semana hacia las 3 de la madrugada, poco después de dejar a un cliente en el barrio Las Margaritas, cuando de regreso, en la glorieta de Villa Silvania con el Anillo Vial Oriental, vio la que pensó sería una pasajera y la oportunidad de ganarse unos pesos y se dijo ¿qué hará esta carrerita por aquí a esta hora?


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Sin embargo las cosas no fueron así porque al aproximarse a donde estaba la persona y recortar la velocidad lo que vio lo aterrorizó. Era una mujer vestida de negro, muy delgada, la cara era blanca como si fuera puro hueso. 

Al mirarla más detenidamente me di cuenta que era una calavera, con dos huecos negros donde iban los ojos, estaba inmóvil, tenía las manos entrecruzadas y los dedos también eran esqueléticos, relata Elkin.

El asustado taxista, quien hasta ese momento no creía en apariciones ni espantos, dijo que vivió una dura impresión y que hasta el sol de hoy no volvió pasar por ese sitio y como seguía transportando al mismo cliente en la madrugada, regresaba al centro por La Libertad, así el trayecto fuera más complicado. 

 
¿Cuál es la Leyenda del Ánima Sola?

La leyenda del Ánima Sola se ha transmitido por generaciones mediante la tradición oral católica, representada como un alma en el purgatorio con una inmensa pena y soledad, creencia con bastante arraigo en Latinoamérica.

Se dice según la leyenda que Celestina Abdégano, una joven piadosa de Jerusalén que tenían por oficio asistir a los condenados, se le asignó el viernes santo subir al Calvario con un cántaro de agua refrescante para darles de beber a los mártires del patíbulo.

Celestina dio de beber a Dimas y Gestas, los dos ladrones que estaban junto a Jesús en la crucifixión, pero por temor a los judíos no quiso darle de beber a Jesús y fue por este hecho condenada a sufrir la sed y el calor constante en el Purgatorio.

El padre José David Cañas, párroco de la iglesia Perpetuo Socorro de Cúcuta, dice que los católicos creen que el Espíritu Santo habita en el corazón de cada una de las personas y quien abre el corazón a Dios ahí siempre está él protegiéndolo contra toda amenaza. 

El sacerdote agrega que lo que la gente llama el Ánima Sola, la Llorona y otras apariciones, son simple leyendas en la que la iglesia no cree y “el llamado es a que la gente vuelva los ojos a Dios y camine siempre con su bendición”.

El pastor cristiano  Dorian Campos opina por su parte que las historias, leyendas o mitos sobre asuntos paranormales deben quedar en ello y no permitir que esto tome dominio sobre las personas en particular o las comunidades, porque entonces el 'engañador' las usará para robarse la verdadera adoración que le pertenece solo a Dios.
  
“Decidamos adorar solo a Dios y tomemos los valores y principios de ÉL consagrados en la Biblia y así tomemos el trabajo y el conocimiento y la ciencia como la mejor forma de hacer que lo sobrenatural se haga realidad en un gran desarrollo de la economía, la política, le educación y la cultura”. 

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