La mayoría de funcionarios del actual Gobierno acompañaron el jueves 1 de mayo al presidente, Gustavo Petro, en las marchas a favor de la consulta popular, salvo uno de ellos.

Se trató de la canciller, Laura Sarabia, una cara que antes era muy familiar por su cercanía con el mandatario y quien sorpresivamente no se vio en la Plaza de Bolívar.

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Junto al mandatario estuvieron la directora del Dapre, Angie Rodríguez; los ministros de Interior, Armando Benedetti; el de trabajo, Antonio Sanguino; el de salud, Guillermo Jaramillo; el de educación, Daniel Rojas; la encargada de Comercio, Cielo Rusinque, y de las de culturas, Yannai Kadamani.

Además de la senadora María José Pizarro, la representante María Fernanda Carrascal, la hija menor del presidente, Antonella Petro, y hasta la compañera sentimental de Nicolás Petro, Laura Ojeda.

A diferencia de tiempos anteriores cuando Sarabia estaba siempre al lado del mandatario, en esta ocasión no lo acompañó al evento para la consulta popular ni estuvo presente en las marchas, un hecho que podría evidenciar el distanciamiento entre Petro y su ministra.

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Recientemente quedó en evidencia el malestar entre ambos, cuando la Canciller felicitó a Daniel Noboa por su victoria en las elecciones de Ecuador, mientras que Petro se fue en contravía y cuestionó esas votaciones al denunciar presuntas irregularidades y no reconocer la victoria del mandatario vecino.

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A esto se suma la "guerra interna" que Sarabia sostiene con el ministro del Interior, Armando Benedetti, en medio del proceso judicial que se lleva por caso de violencia intrafamiliar registrado en España, cuando él era embajador ante la FAO.

En la víspera la Canciller no tenía agenda y tampoco se supo con claridad dónde estaba, el único pronunciamiento que divulgó sobre las marchas fue desde su cuenta de X.

“La consulta popular suscrita esta mañana en Palacio, con la firma de todos, no busca el consenso vacío, sino el respaldo profundo a los propósitos del presidente, Gustavo Petro. Es una convocatoria democrática e institucional al pueblo para pronunciarse por el cambio. La espada que empuña el Presidente simboliza eso: poder legítimo, soberanía y el coraje de enfrentar con la coherencia de su pensamiento los desafíos de esta época”, escribió.

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