De forma repentina e inadvertida, cualquier persona residente en la periferia del área metropolitana de Cúcuta podría tener un vecino ‘químico’ que monta y desmonta un laboratorio de clorhidrato de cocaína en menos de una hora en el patio de su casa, pues esta es la nueva modalidad que ha mutado en el narcotráfico, que no deja en paz a Norte de Santander.
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Los motivos detrás de estas nuevas estructuras coqueras son varios. Desde el Ejército Nacional, en voz del coronel Juan Camilo Mazo, comandante del grupo Maza, consideran que el recrudecimiento del conflicto armado en el Catatumbo obligó a los grupos armados ilegales a buscar nuevos espacios donde establecerlos.
Kenny Sanguino Cuéllar, abogado e investigador en seguridad y crimen organizado, apuntó que la búsqueda de abaratar costos lo habría ocasionado. “Es más fácil tener el laboratorio en el área metropolitana de Cúcuta, especialmente en zonas fronterizas con Venezuela, como Juan Frío, Ragonvalia y Puerto Santander”, explica el experto.
Estas locaciones favorecerían la movilización fronteriza de insumos y mercancías por pasos informales entre países. La compra y traslado de los ingredientes es mucho más económica a la periferia de la ciudad, que hacia el Catatumbo, según el coronel Fabio Ojeda, comandante de la Policía Metropolitana de Cúcuta.
El transporte de los estupefacientes también sería facilitado hacia varios puntos del estado Táchira (Venezuela), como Ureña, San Antonio o La Fría. Según aclaró el coronel, la economía sería la principal razón para que se dé esta nueva modalidad, de la cual ya se han destruido 12 laboratorios en el área metropolitana en lo que va de año, principalmente en Puerto Santander y San Cayetano.
Como un kilo de clorhidrato de cocaína en el Catatumbo vale 6 millones de pesos, ese mismo kilo en Cúcuta cuesta $5 millones y medio, “la baja del costo de producción ha generado una proliferación de laboratorios en el área metropolitana”, añade el oficial.
El coronel Ojeda precisó que en la cúspide del narcotráfico en la región hay líderes del comercio ilegal de estupefacientes, quienes han inducido a esa nueva modalidad, hizo la siguiente advertencia: “anuncio la llegada de un grupo especial de la Dirección Antinarcóticos de la Policía, a la ciudad, que va a atacar directamente a las cabezas de esta economía ilegal en Cúcuta”.
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¿Cómo surgen?
Al contrario de muchas otras prácticas aplicadas por los grupos al margen de la ley para la producción, distribución y comercialización de estupefacientes que tienen inspiración de carteles y organizaciones criminales extranjeras, los laboratorios exprés serían fruto del ingenio y la astucia nortesantandereana.
“Esta modalidad viene del ingenio criminal puro, el colombiano es tan inteligente que hasta se las ingenia para poder delinquir”, dice el coronel Mazo, quien además explica que esta modalidad, en reciente auge, depende de las dinámicas entre grupos criminales.
La pirámide invertida
El coronel Mazo explica que la cabeza detrás de esta modalidad son los grandes grupos que manejan el narcotráfico en la región, el Ejército de Liberación Nacional (Eln) y la disidencia de las Farc. “Ellos son los que manejan los laboratorios de pasta base de coca en el Catatumbo, pero de ahí la distribuyen a otras partes del departamento”, narra el coronel.
Es entonces que entran en escena los grupos de delincuencia organizada, como los AK-47 o el Tren de Aragua, organizaciones criminales con alta presencia en el territorio, que usan el narcotráfico como fuente principal de financiamiento para su actividad al margen de la ley.
Fuentes judiciales explican que estos grupos trabajan para la disidencia y el Eln, bajo el sistema de outsourcing, o subcontratación para el microtráfico, es decir, les pagan para que les gestionen diferentes partes del proceso, porque su despliegue en el área metropolitana les permite alcanzar nuevos niveles.
Es por eso que los grupos en este segundo nivel reciben cargamentos de pasta base de coca y deben encargarse de terminar el tratamiento hasta convertirla en cocaína lista para su distribución y comercialización.
Aunque en algunos casos estos delincuencia son los encargados del trabajo, expertos explican que también aparece un tercer nivel, formando una pirámide, ocupado por los grupos de delincuencia común organizada.
“Estas son bandas criminales comunes, como lo podrían ser Los Mexicanos, La Familia P, Los Turcos entre otros, que aparecen como terceros para prestar servicios de logística y comercialización en la ciudad”, explica el coronel Mazo.
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Los de los laboratorios
A pesar de tener injerencia directa de los grupos armados, son estas bandas delincuenciales las que establecen los laboratorios para la fabricación al por menor de estas sustancias psicoactivas con la misión de satisfacer el consumo interno de la capital nortesantandererana.
Para financiar sus actividades, deciden producir pocos kilos, generalmente entre dos y cinco, que pueden preparar en una tarde en un laboratorio exprés. Los criminales consiguen la pasta base desde el Catatumbo, adquieren los insumos y elementos, para, de forma rudimentaria, montar una ‘cocina cocaínera’, incluso en el patio de una casa.
“Los laboratorios son mínimos, ponen una carpa, una planta de electricidad y en un espacio de tres metros por tres metros, lo montan, hacen tres estaciones para el cocinado, el secado y el empacado, y en menos de un día ya tienen los dos kilos que querían producir”, precisa Mazo.
Este tipo de estructuras, además, son muy fáciles de desmontar y esconder. En cuestión de 20 minutos desarman todo, y abandonan el sitio, aunque en ocasiones dejan rastros de donde estuvieron establecidos.
Se conoció que la modalidad se basa en la figura del ‘químico’, personas del común que son abordadas por los criminales, quienes les ofrecen dinero a cambio de que instalen el laboratorio en su propiedad, o que sean los encargados de producirlo.
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Riesgos para la salud
Uno de los puntos más preocupantes de esta nueva modalidad viene en los riesgos que representan para la salud de todos los involucrados, directa o indirectamente. Los ‘químicos’, al manipular los insumos para estupefacientes sin la protección necesaria, pueden sufrir graves complicaciones médicas.
“La exposición a estas sustancias puede generar ceguera, problemas en los pulmones y deficiencias en los huesos, además hace más propicio que les dé cáncer, principalmente de pulmón”, explica un experto, quien afirma que los residentes en las zonas aledañas también pueden sufrir complicaciones del mismo estilo.
Al ser al aire libre, este tipo de estructuras emiten gases y vapores que pueden llegar hasta los vecinos del sector, afectando su salud, sin que ni siquiera se den cuenta.
Los consumidores de la cocaína producida allí tampoco están exentos de ser afectados, porque según explica el coronel Mazo, en los laboratorios más grandes ocultos en la naturaleza catatumbera, los estupefacientes son de más alta calidad y están destinados a la exportación, mientras que lo que queda para el consumo interno es lo restante.
“Esa cocaína la rinden, le agregan otros polvos blancos, como talco o maicena, para sacar más producto, así sea de una calidad muy mala y poder venderla. Eso lo que hace es envenenar a nuestros jóvenes, que lamentablemente son los que más consumen”, aclara Mazo.
La droga de estos laboratorios está destinada a satisfacer el microtráfico en la ciudad y el área metropolitana, así como su distribución en las ‘ollas’.
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¿Se aproxima una guerra de bandas?
Una de las grandes cuestiones sobre esta nueva modalidad es si esto podría implicar nuevas amenazas para la seguridad ciudadana de las comunidades cerca de donde se establecen estos nuevos laboratorios.
Sin embargo, Sanguino Cuéllar prevé un panorama diferente. Con base en antecedentes de años pasados en los que se ha visto la emergencia de estos laboratorios, no debería generar un aumento significativo de la violencia en estos sectores.
“La violencia entre bandas ha sido por la disputa en la distribución, no en la producción. Las guerras entre bandas han dejado homicidios y violencia, pero es una ola que merece ser diseccionada y analizada más a fondo, y no atribuirlos a la ligera”, comenta Sanguino.
Aunque sí advirtió de un riesgo para los testigos, quienes podrían sufrir represalias al momento de denunciar ante las autoridades la presencia de actividades sospechosas por parte de estas organizaciones criminales.
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¿Difíciles de rastrear?
Hay que precisar que en el marco de la Operación Catatumbo, las autoridades han logrado la destrucción de más de 268 laboratorios de pasta base de coca y más de 66 que producían clorhidrato de cocaína en esa subregión de Norte de Santander.
Al darse este sistema de ‘laboratorios trasteables’, se observa que la clandestinidad, la facilidad para desmontarlos y esconder sus partes, hace que la tarea de las autoridades para dar con estos laboratorios exprés en funcionamiento sea compleja.
“Apenas uno les sigue el rastro y se enteran, desmontan todo, pero ningún crimen es perfecto y cuando llegamos, encontramos restos que indican que el laboratorio estuvo allí, además con el personal capacitado que tenemos se hacen labores de inteligencia táctica y humana, para dar con los responsables”, precisa el coronel Mazo.
La cercanía de las estructuras con los cascos urbanos suele generar que el rumor de dicha presencia se corra entre la comunidad y pueda llegar a ser denunciada ante las autoridades, quienes inician de inmediato un operativo para combatir esta criminalidad. Una batalla que será reforzada con la llegada de nuevos profesionales en el tema a la ciudad.
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