

De Omar Gonzalo Rincón Silva solo quedó un viejo bolso relleno con algunas pertenencias, entre esas una sábana con la que se arropaba las frías noches bajo una escalera, representando una clara imagen de la trágica vida que llevó en sus escasos 23 años de existencia.
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El joven se autocondenó al exilio tras abandonar la casa de su papá hace meses. Su adicción a las drogas le hizo darse cuenta de lo insostenible que era para su familia de escasos recursos mantenerlo, ante el latente riesgo de que vendiera artículos de la propiedad para conseguir algunos recursos que le permitieran satisfacer los deseos que marcaron la mayor parte de su vida.
Fueron noches frías, sentado en una pequeña silla de madera, bajo las escaleras del primer piso de las torres de Villa de San Diego, en Los Patios. Allí, a pocos metros de su familia materna, pero sin la posibilidad de pasar la noche con ellos, pues ambas partes sabían que no era lo más conveniente.
Su figura era reconocida en este sector del municipio, vivía en dichas edificaciones desde hace más de seis años, su rostro, más delgado o más relleno, variaba por temporadas, pero era una cara conocida para los vecinos, quienes lo ayudaban según sus capacidades.
No era fácil, pues sabían que todo dinero que cayera en sus manos iba destinado a comprar estupefacientes, así que optaban por regalarle comida o agua, cada que lo necesitaba.
También era visto habitualmente junto a los contenedores de basura de las torres, sacando botellas y plásticos para reciclarlas y hacerse un par de pesos, que rápidamente se esfumaban. Dicen sus allegados que ya en sus últimos días comía muy poco y estaba muy delgado, pasando por su tercer gran bache de adicción a las drogas.
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El origen
Según contó él mismo, Gonzalo, conocido en la calle como el Zarco, empezó a consumir drogas desde los 18 años, aunque sus padres sospechan que pudo empezar desde antes, específicamente en el colegio, pues desde muy joven decidió que el estudio no era lo suyo y desertó antes de convertirse en bachiller.
Desde ese momento, su vida se vio marcada por la calle, lo que empezó con la marihuana pronto ascendió a drogas más peligrosas, que terminaron por quitarle todo. “De la marihuana pasé al perico, luego al pegante, de ahí a las ‘pepas’, y caí en la heroína”, contó el joven en un video publicado en 2023, donde relata su historia.
Reconoció que su primer acercamiento a estas adicciones fue por un amigo cercano, quien consumía; un día cayó en la curiosidad y, como él mismo dijo, “empezó un infierno de ahí para adelante”.
En su vida empezó a aparecer una figura predominante, el síndrome de abstinencia, decía que cuando lo atacaba la ansiedad por la falta de consumo, le llegaba el impulso de robar, pero nunca lo hizo, y en su lugar decidía reciclar.
Esto concuerda con el recuerdo de sus padres, quienes sostienen que Gonzalo no era ningún criminal, su único pecado era una fuerte adicción a las drogas, que ni con el acompañamiento adecuado pudo sobrepasar.
El testimonio de Gonzalo quedó registrado en un video hecho por Daniel Rico, un concejal de Los Patios, quien apoyó el proceso de rehabilitación del joven por primera vez, ayudándolo a recaudar fondos y llevándolo hasta Ocaña en abril de 2023.
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La recaída
“Volvió gordito y repuesto”, dice con tristeza su padre al recordar cuando a finales de año volvió a ver a su hijo tras rehabilitarse. Gonzalo empezó a vivir con su figura paterna, quien lo acompañó y estuvo pendiente de que no cayera en la tentación.
Su papá, quien trabajaba como vigilante informal, le pedía que lo acompañara en los turnos. Pasaban la mayoría de los días juntos y parecía que la vida empezaba a tener otro color para el Zarco, pero, como si en su destino estuviera escrita la palabra tragedia, una calamidad médica los atacó.
“A mí me salió un hematoma en la pierna izquierda, duré un mes y medio en una clínica, y le dije a mi hijo que me cubriera los turnos. Al principio bien, pero volvió a caer”, relató el señor con la voz adolorida.
Pues la calle una vez más había hecho lo suyo, y atrapó a Gonzalo, quien volvió a probar las drogas y esta vez, según cuentan, sufrió una adicción mucho peor. “En la segunda recaída quedó casi irreconocible, estaba demasiado delgado y acabado”, manifestaron los familiares.
No vieron más remedio que enviarlo a rehabilitación por segunda vez, y para diciembre del año pasado, con el sistema limpio, recuperó la libertad, aunque esta no duraría mucho, pues sufrió una tercera recaída, que sería la definitiva.
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La vencida
Sin poder controlarse, el joven se volvió un dolor de cabeza para sus padres, quienes lo reconocieron con dolor. “Empezó a llevarse las cosas de la casa para venderlas afuera, se hacía unos pesos y se los gastaba en drogas”, relató el padre.
Esta práctica también lo alejó de la casa de su mamá, y eventualmente, en un momento de conciencia, Gonzalo decidió dejar la vivienda paterna. “Me dijo que ya me estaba dando muy mala vida, y tampoco era ejemplo para los dos hermanos menores que viven acá, entonces se fue, y se la pasaba de un lado para otro”, dijo.
Usualmente se lo veía entre las torres de San Diego, a veces por la avenida principal de Los Patios, donde solía pedir dinero o hacer trabajos sencillos para conseguir sustento; en las noches regresaba a las edificaciones y pasaba la velada bajo unas escaleras.
Este estilo de vida marcado por la soledad y el consumo de estupefacientes enmarcó los últimos meses de vida del joven, antes de finalmente desaparecer sin dejar aviso.
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El trágico final
El pasado fin de semana fue la última vez que su familia lo vio. Su mamá lo vio pasar el sábado, vestido todo de negro por el frente de las torres, mientras que el día siguiente lo volvió a ver el papá.
“Pasó y saludó como siempre, se despidió y no volví a saber de él, hasta que salió lo del termo”, explicó el padre, en relación al fatídico hallazgo de la mañana del lunes, cuando habitantes del barrio La Esperanza encontraron un termo verde envuelto en una bolsa vinotinto, y adentro estaba la cabeza de Gonzalo.
El crimen se perpetró en la noche del domingo o en la madrugada del lunes, pues el recipiente fue hallado en la calle 14 con avenida 3, sobre las siete de la mañana.
La familia sospecha que la decapitación pudo haber ocurrido en el sector conocido como La Pichera, a menos de diez cuadras del punto donde fue encontrado.
Al parecer, Gonzalo frecuentaba este sitio, de difícil acceso para las autoridades, y donde la alta presencia de grupos criminales parece propiciar una escena perfecta del crimen.
Hacia allá también apuntan las sospechas sobre el posible paradero del resto del cuerpo, que aún no ha sido hallado. “Algo me dice que el cuerpo está allá enterrado”, contó el padre, con la esperanza compartida entre la familia de que pronto sea encontrado.
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El video
Al día siguiente, empezó a circular un video en redes sociales, difundido por presuntos integrantes del grupo delincuencial El Hampa, en el cual se veía la cabeza decapitada con un mensaje contra otra agrupación criminal, Los Mexicanos.
Por este motivo, las autoridades investigan si el Zarco estaría vinculado con dicho grupo, aunque la familia niega rotundamente esa posibilidad. “De pronto lo usaron como un mensaje para intimidar, pero mi hijo no era ningún criminal, él no le hacía daño a nadie, y no merecía que lo mataran así”, dijo entre lágrimas la mamá.
Dicho video fue clave para que la familia confirmara su identidad, pues tras el hallazgo del termo, comenzaron a oir rumores de que era la cabeza de Gonzalo, sospecha que se confirmó con el material videográfico.
“Seguimos sin poderlo asimilar, es una muerte demasiado macabra como para comprenderla. No tenemos palabras para expresar el dolor, uno estaba pendiente de que un día llegara la llamada, pero no de esta forma”, declaró la familia.
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