En el barrio Simón Bolívar ya no volverán a ver al sonriente Rodrigo Banderas Díaz con su carrito lleno de termos, tampoco sus clientes de los alrededores del terminal de pasajeros de Cúcuta y del barrio La Merced, zona que recorría con su venta de café, chocolate y aromática cada día de trabajo.

La noche del viernes, la desgracia llegó a la familia Banderas Presiga, cuando disfrutaban de una cena en familia en un asadero de pollos, en la avenida 2 con calle 10 del barrio Aeropuerto. Rodrigo, su esposa Rubiela, quien estaba de cumpleaños, y su hijo Luis Eduardo estaban en unas de las mesas del interior del lugar.

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Eran pasadas las 7:30 p.m. cuando dos sujetos en moto llegaron al restaurante. Uno de ellos se bajó, ingresó y disparó a padre e hijo. Mientras accionaba su arma, algunos comensales huyeron, al tiempo que el sicario salió y escapó con su cómplice. 

Segundos después lo gritos retumbaron: “¡ayúdenme a llevarlo al hospital!”, “¡ayúdenme con mi hijo por favor!”, “¡ay, mi Señor!”, decía la desesperada mujer, mientras trababa de auxiliar a Luis Eduardo, quien recibió un impacto en la cabeza y quedó sobre la silla en la que disfrutaba sus alimentos.

A unos cuantos centímetros de distancia yacía el cuerpo sin vida del tintero de 61 años, en él nadie centró su atención para brindarle ayuda, porque ya no había nada que hacer; murió de forma instantánea debido a varios proyectiles. La escena del crimen fue terrible, con charcos de sangre sobre la mesa y el piso.

Al joven los trasladaron a un centro médico de la ciudad, en donde fue intervenido quirúrgicamente de emergencia y su pronóstico es reservado por su estado delicado. Ayer, Rubiela Presiga se encontraba en la sede de la Fiscalía, instaurando la denuncia respectiva. En medio de tanto dolor no pudo hablar con este medio, solo clama a Dios y a las autoridades que se haga justicia.

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Crimen inexplicable

Quienes conocieron a Rodrigo y su familia no salen del asombro de lo ocurrido. “Son personas sanas. Es algo que no nos explicamos, él pasaba por aquí y siempre saludaba, salía a las 5:30 de la mañana a vender café”, dijo a este medio uno de los residente de Simón Bolívar.

Otra de las vecinas manifestó que conoce a las víctimas desde hace 21 años. “Él llegaba todos los días a las 3:00 de la tarde, después de vender el tinto. Su hijo es también trabajador y honrado”, apuntó.

Una vez que la comunidad alertó a la Policía Metropolitana de Cúcuta (Mecuc) sobre el hecho, una comisión de uniformados arribó al asadero y lo cerró para reguardar la escena del crimen. Luego, la Brigada Interinstitucional de Homicidios (Brinho), conformada por investigadores del CTI de la Fiscalía y unidades de la Sijín, llegaron para inspeccionar el lugar y recabar las pruebas del ataque sicarial.

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Las autoridades comenzaron las indagaciones, para determinar el móvil del suceso y dar con el paradero de los asesinos. 

Casi al mismo tiempo, en la cancha Los Copetes del Ceiba II, se registró otro ataque a bala, el cual dejó a un hombre herido. La víctima fue un vendedor informal de comidas rápidas.

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