Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Históricos
Monumentos: Estatua de la fundadora
Aunque Juana Rangel de Cuéllar es reconocida como fundadora de Cúcuta, su monumento, un busto de mármol elaborado por el escultor Pietro Canónica, permanece en un lugar poco representativo.
Authored by
Image
La opinión
La Opinión
Sábado, 29 de Noviembre de 2025

Respecto de nuestra “Muy Noble, Valerosa y Leal Villa”, lo primero que hay que recordar es que no fue fundada con los ritos y los blasones que sí tuvieron las demás ciudades que por esa época fueron fundadas en el Nuevo Reino de Granada, pues no se siguieron los protocolos establecidos en las Leyes de Indias, específicamente en las “Ordenanzas de descubrimientos, nueva población y pacificación de las Indias” (1573) expedidas por el rey Felipe II  y posteriormente en las “Leyes de Indias de 1680”. Estas aclaraciones fueron oportunamente publicadas en este mismo diario y posteriormente en el tomo 5 de estas crónicas.

Aunque esta aclaración no le quita validez ni importancia al valioso aporte que doña Juana Rangel de Cuéllar hizo en el establecimiento de la ciudad, tal vez sea la razón por la que no se le ha reconocido justamente su contribución, erigiendo un monumento en su honor en una ubicación más representativa que la que hoy, en mi opinión, ostenta.

La reconocida fundadora, nació en Pamplona el 6 de octubre de 1649. Luego de quedar huérfana de padre, trasladó su residencia a la hacienda Tonchalá, en los valles del Señor San José de Guasimal. Doña Juana se distinguió desde temprana edad como una persona emprendedora y dinámica, razón por la cual, manejó con mucho éxito sus negocios de agricultura y ganadería, durante más de cuarenta años, motivo de sobra para que otras familias escogieran el lugar para establecer sus hogares. Allí los moradores lo tenían todo, menos lo más importante, una parroquia donde pudieran dirigir sus plegarias, así que debían atravesar el caudaloso Pamplonita para asistir a los oficios religiosos del Pueblo Indio de Cúcuta, con buena iglesia y cura doctrinero, aunque con dificultades, pues los indios no permitían a los blancos, acceder con facilidad a su parroquia.

Estos obstáculos fueron el principal motivo para que la benefactora pensara que la solución fuera erigir una parroquia en sus terrenos, y sin desmedro de su patrimonio pensó en donar, legal y formalmente, una extensión de sus posesiones para que se levantara una parroquia que satisficiera las necesidades espirituales de los pobladores del lugar. Fue así como siete de sus vecinos aceptaron la donación, con la presencia de tres testigos y la notificación a diecisiete de los colindantes, y según consta en la escritura de cesión, el valor de la tierra donada fue de cincuenta patacones de plata.

Una vez protocolizada la escritura de donación se da inicio a la conformación del poblado que según los protocolos de la época consistía en la erección de una iglesia, alrededor de la cual se iniciaba la demarcación de la plaza con sus calles, manzanas y lotes de la media estancia  cedida y cuyas extensiones aledañas constituirían más adelante los ejidos del pueblo. A partir de entonces, la vida cotidiana comenzó a girar en torno a esa iglesia parroquial, presentándose un vertiginoso crecimiento convirtiendo la población en la más próspera de los valles de los ríos aledaños y a partir de entonces, lo demás es historia conocida.

Luego de esta introducción se esperaría un reconocimiento mucho mayor al que se le tributa en la actualidad, a juzgar no sólo por el muy modesto monumento erigido sino por su ubicación en el contexto de la ciudad.

Un pequeño busto en un no menos pequeño parque ubicado a un lado de la Diagonal Santander entre las avenidas quinta y sexta, en el barrio La Merced es el sitio que las administraciones de la ciudad escogieron para honrar su memoria. Allí se encuentra desde finales de los años cincuenta, pues con anterioridad había sido colocado a la entrada de la ciudad, en la glorieta de San Mateo, punto de acceso de los viajeros procedentes tanto del interior del país como de la vecina república de Venezuela, en actitud de bienvenida a todos quienes ingresaban a la capital nortesantandereana. En el momento de su traslado, los vándalos que no faltan, habían destrozado la nariz del monumento con una piedra, la cual tuvo que ser reparada por el escultor italiano Miguel Picca, con la asesoría y orientación de la Academia de Historia del Norte de Santander.

El monumento escultórico había sido encargado por el gobierno local al célebre escultor Pietro Canónica autor de gran parte de los bustos de los pontífices que decoran las iglesias de El Vaticano, y donada por el caballero italiano Caetano Severini, distinguido comerciante, quien por muchos años residió en la ciudad y gozaba de amplia estimación. Este mismo personaje obsequió el busto del libertador Simón Bolívar expuesto, en el patio del Palacio Municipal y que durante muchos años fue el único reconocimiento a la memoria del prócer venezolano en la ciudad, en mora de dar cumplimiento a la Ley 66 de 1925, que ordenaba erigir una estatua del Libertador en la ciudad de Cúcuta. Ambas efigies fueron elaboradas en mármol de las canteras de Carrara, afamado como el de mejor calidad para la confección de esta clase de obras.

Sólo hasta que la Sociedad de Mejoras Públicas de Cúcuta se preocupara por encontrarle un espacio digno a la insigne fundadora de la ciudad, el 8 de mayo de 1962 se develó el busto objeto de esta crónica en el sitio antes mencionado que hoy ocupa.

Lo anecdótico del monumento de la fundadora es que se vino a descubrir su verdadero origen en 1982, cuando la viuda del artista ofició a la Academia Colombiana de Historia, solicitándole un retrato de una obra que según anotaciones halladas en el archivo del autor y que no estaba en su álbum, había sido despachada a una ciudad de Colombia, sin precisar cuál. El presidente de la Academia, Germán Arciniegas se puso en contacto con el historiador Leonardo Molina Lemus quien de inmediato remitió la fotografía solicitada. Es posible que la omisión del nombre del artista, que usualmente se graba en el monumento, haya sido un lamentable olvido.

Para terminar esta crónica, es necesario reconocer otra obra de este escultor Pietro Canónica, es la estatua de Simón Bolívar que se halla en el templo histórico de la Villa del Rosario, contratada por el sacerdote Daniel Jordán quien la patrocinó íntegramente.


Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion

Temas del Día