Avanzado el año 1935 y habiéndose cumplido el primer año del mandato que por votación popular fuera investido el presidente Alfonso López Pumarejo, el gobernador de turno Luis Hernández Gutiérrez, presento su renuncia irrevocable al presidente, como era la usanza entonces, para que el mandatario de los colombianos recompusiera su ejecutivo regional.
En este sentido envió el siguiente telegrama al presidente: “…dentro del concepto de libertad participo de la tesis de que el personal administrativo sea renovado, procurando con ello que los actos de los hombres se enderecen hacia una mejor orientación en beneficio del Estado. Este pensamiento unido a las fatigas propias de un puesto de responsabilidad y al deseo de dedicarme al ejercicio de mi profesión de abogado, me han movido a presentar a S.E. de manera irrevocable, dimisión del altísimo honor con que hace un año me distinguió. Sea esta la ocasión de renovar a S.E. mi adhesión irrestricta como ciudadano y amigo. Cordial saludo”.
Era el segundo presidente de la llamada “República Liberal” y de inmediato el Directorio Liberal inició conversaciones con los dirigentes del partido para proponer algunos nombres para reemplazar al dimitente gobernador. En esa época era Secretario del Ministerio de Industrias el doctor Luis Alberto Lindarte y quien encabezaba las posibilidades, sin embargo, la dirigencia liberal no estaba dispuesta a perder un cargo del nivel nacional, razón por la cual presentaron otros dos candidatos, estos sí regionales, con el ánimo de obtener una mayor representación; fueron estos los doctores Francisco Lamus Lamus y Luis Buenahora, a quienes, sus copartidarios, rindieron un sentido homenaje en reconocimiento a la rectitud y eficacia con que dirigieron los destinos del Departamento en ocasiones pasadas.
Las expectativas por un nombramiento que llenara las esperanzas de los nortesantandereanos, toda vez que el departamento estaba atravesando senderos de progreso y tranquilidad y sólo se requiere que quien cumpla con la ardua misión de gobernar, esté inspirado por el noble deseo de orientar, guiado por una amplia visión política y un carácter superior, se leía en uno de los periódicos liberales de la ciudad. Y continuaban argumentando que “…lo interesante es que los gobernados sepan apreciar e interpretar la obra de quien gobierna. Porque suele acontecer que aquel que echa sobre sus hombros la dura responsabilidad del mando, con la mira de servir abnegada y honorablemente a su tierra, es el blanco de las intrigas, de las críticas más acerbas, de las injusticias y hasta de las persecuciones no solo de los adversarios de partido, sino de sus propios amigos y camaradas, llamados precisamente a rodearlo, ayudarlo y estimularlo. Santander del Norte confía en que el presidente López acertará en la designación del sucesor del Dr. Hernández Gutiérrez”.
Fue así como el presidente López mediante decreto 1732 del viernes 27 de septiembre, nombró gobernador del departamento al doctor Manuel José Vargas, una de las figuras más representativas del liberalismo regional, quien después de recibir obligantes manifestaciones de todos los congresistas nortesantandereanos, de las directivas liberales y de los diferentes sectores del partido, respondió afirmativamente a la designación del presidente. El nombramiento del doctor Vargas fue recibido magníficamente en todas las esferas de la sociedad y se consideró un verdadero acierto por parte del presidente. Incluso en la lejana Ocaña, el nombramiento del doctor Manuel José Vargas ha causado magnífica impresión en todos los círculos y se le dirigieron varios telegramas de congratulación. El nuevo gobernador tomó posesión de su cargo el siguiente lunes, 30 de septiembre.
En su alocución de posesión destacó los lineamientos que aplicará en los sectores políticos, económicos y sociales y refiriéndose a esas actividades dijo: “…soy un hombre de buena voluntad, creo conocer las necesidades del departamento y tengo una especial inclinación al trabajo, lo demás lo tendréis vosotros con oportunos consejos al mandatario por mediación de vuestros representantes, ya por la prensa que es quizás, el más poderoso medio para guiar a los gobiernos de los pueblos.
Hay que retornar al campo, allí está sobre todo la fuente de riqueza, allí está desde antaño la industria que mejor conocemos y que ha enriquecido a nuestros mayores. Es necesario que el hijo del campesino, que por el servicio militar viene a la ciudad, regrese al surco con nuevas aptitudes, hecho un soldado de la república y un hombre de bien. No como ahora que resuelve quedarse en la ciudad viviendo la vida precaria de un modesto empleado público o quebrantando sus energías por el vicio o la molicie apurando una existencia inútil y a veces peligrosa. Pero para esto es necesario que renazca la paz en la vereda, que del matorral descuajado por el agricultor para sembrar su huerta, no salga el disparo alevoso que termine con su vida. Procuraré con todo mi entusiasmo la terminación de esta gravísima situación, para lo cual he de continuar con la obra de pacificación emprendida por mis antecesores, redoblando mis esfuerzos hasta hacer real el propósito”.
Durante estos años en los cuales los mandatarios liberales estuvieron al mando de sus jurisdicciones, una de las desconfianzas más temidas por el pueblo eran las relaciones con el clero, con la Iglesia en particular, dadas las tendencias políticas de la ideología expuesta por los dirigentes de ese partido. En este sentido, el entrante gobernador expuso con sinceridad su posición: “…mis relaciones con la Iglesia y sus ministros seguirán la pauta trazada inteligentemente por el gran estadista que rige los destinos del país. Considero la Iglesia como un elemento moral y social de primer orden en la vida de los pueblos y aspiro a tener su decidido apoyo en la cruzada que me propongo adelantar en pro de la tranquilidad social”.
Termina su alocución, dirigiéndose a los obreros, fuerza y nervio de la comunidad: “…no soy extraño a vuestros derechos y vuestras necesidades y me propongo hacer cumplir, como fiel mandatario, las disposiciones que os protegen, dentro de la más estricta legalidad. Es necesario sí, que no os apartéis de nuestras directivas políticas. Hay amigos que os reúnen en la sombra y que os hablan de destruir el orden social y las actuales instituciones; esos que así proceden son vuestros peores enemigos”.
Terminada su alocución procedió a nombrar sus secretarios y dar inicio a sus gestiones.
Redacción
Gerardo Raynaud D.
gerard.raynaud@gmail.com
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