A mediados de la década de los treinta, en 1934 para ser más exactos, se discutió en el Concejo Municipal de la ciudad la posibilidad de financiar la construcción del Palacio Municipal, actividad que por entonces no era habitual dado el temor de las gentes de no poder honrar sus compromisos de pago y además, por la incertidumbre en el recaudo de los impuestos que permitieran hacerlo.
Fue así como el cabildo decidió enviar a la capital de la República una comisión para que negociara un empréstito con destino a algunas obras municipales, entre estas, la terminación del Matadero Municipal y la construcción del Palacio Municipal.
El destino de la solicitud era el Banco Central Hipotecario entidad que antes le había ofrecido en préstamo, la suma de $150.000, al Concejo, sin embargo, la comisión llevaba la misión de conseguir $300.000 que deberían ser invertidos así: $200.000 con destino al Palacio Municipal y $100.000 para el matadero. Terminada la visita, la comisión regresó y dejó encargado de la gestiones al doctor Alfonso Araujo como agente especial, para continuar con las diligencias del empréstito.
A comienzos de 1935, el Concejo estimó que el crédito de los cien mil pesos para el Matadero ya no era necesario pues el departamento había comprometido los fondos necesarios para su culminación, trasladando el viejo matadero de la calle diez con avenida cero a las instalaciones de Sevilla. Aunque los concejales confiaron en las propuestas de la gobernación, el nuevo Matadero sólo se dio al servicio en 1942.
Como la ciudad tenía matadero pero no Palacio Municipal, los mayores esfuerzos se enfocaron en aprobar un proyecto que permitiera esta ejecución, como lo habían hecho otras capitales de departamento, por esta razón, presento a mis lectores, algunas de las intervenciones que se dieron tanto en las reuniones citadas por la alcaldía como por el Concejo para escuchar propuestas y opiniones al respecto.
Una de las más interesantes intervenciones fue reproducida en los medios y decía: “…a nadie se oculta que nuestro municipio posee el lote más bello y de mejores perspectivas comerciales que existe en la ciudad, sobre el cual se puede levantar un gran edificio que a la vez constituya un justo motivo de ornato sea también una fuente de seguros y efectivos ingresos para el erario municipal, porque este Palacio debe tener capacidad no solo para alojar todas las dependencias municipales sino también albergar muchas oficinas comerciales y aún de otra índole que hoy carecen de locales decentes, seguros, centrales, cómodos y modernos, así que construyendo el palacio de dos pisos, el segundo para las dependencias municipales y algunas otras particulares o públicas que se instalen allí pagando alquiler, y dedicando el primer piso, distribuido en locales modernos. Adecuados con todo el confort y sin atentar contra la armonía y la estética del conjunto, exclusivamente para darlos en arrendamiento a los distintos comercios, es evidente que el palacio constituye una renta segura y completa ya que un edificio de esa naturaleza ni siquiera exige reparaciones; que no es propiamente una carga que por sí mismo se ayuda a pagar”.
La misma presentación argumenta que el municipio tiene una casa donde funciona la alcaldía, la inspección de tránsito, el juzgado, el Permanente Central y la cárcel municipal, entre otros, que bien podría arrendar y dedicar el producido al cumplimiento del compromiso adquirido (se refiere al pago del empréstito) o dedicar dicha casa al Colegio Cúcuta, en cuyo caso tendría que pagar alquiler por el local para el plantel o hacer cualquier otra negociación destinada al cumplimiento de la obligación que acarra el empréstito.
Para ambientar esta última parte de la propuesta, recordemos que el sitio mencionado se refería a las casas situadas en la manzana comprendida entre las calles 12 y 13 y las carreras (hoy avenidas) tercera y cuarta, donde está, de un lado, la Normal de María Auxiliadora que heredó las instalaciones del Colegio Cúcuta, entregado cuando la alcaldía y demás oficinas se trasladaron al Palacio Municipal y a otros locales, y el Ancianato Rudesindo Soto (que aún no funcionaba entonces).
Era tanto el temor de los funcionarios por incumplir con las obligaciones que generaba un empréstito de esta naturaleza que en las propuestas se lee que “…como en el presupuesto municipal figuran muchas partidas, unas pequeñas y otras de alguna consideración dedicadas a obras sin ninguna importancia, todas esas sumas podrían reunirse para formar una sola cantidad que seguramente no será de poca significación para atender el compromiso del empréstito.
Para garantizar el crédito que se le otorgaría al municipio para la construcción de su palacio, el Banco Central Hipotecario había solicitado se le otorgara hipoteca en primer grado sobre el edificio donde funcionaba el Mercado Central, en la manzana que hoy ocupa el Edificio San José y que fuera sede de las Empresas Municipales de Cúcuta. Esta posibilidad entusiasmaba al cabildo pues de acuerdo con la propuesta de hipoteca, el banco había solicitado se le cediera la administración del Mercado y según los concejales, esta situación desembocaría en una mejor organización comercial en su administración y recaudo y como consecuencia de esto, un aumento de sus producidos con lo cual se hace más fácil atender el compromiso adquirido por el municipio.
En uno de los informes presentados a manera de conclusión se lee que “…el municipio adquiere un serio compromiso al recibir un crédito por una cuantiosa suma, pero que éste a su vez, lo obliga a poner en orden sus gastos, muchos de estos innecesarios y a procurarse arbitrios, pero a la vez, quedará de su propiedad un bello y cómodo edificio que representa el valor de lo invertido aumentado por el valor del lote donde se levanta. Todas las entidades públicas colombianas que quisieron salir del estancamiento en que yacían por falta de iniciativa tuvieron que recurrir al crédito y así vemos que por haber hecho uso de ese recurso insustituible de manera prudente y honorable, hoy son propietarias de todas las empresas públicas productivas y disfrutan de servicios admirables, así sus presupuestos, que antes eran cosa insignificante, ahora son el pasmo de los que lo contemplan”. Para terminar, se cita como ejemplo, el caso del municipio de Medellín del que dicen que ahora recauda en un año lo que todo el departamento del Norte de Santander en tres.
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