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Históricos
Monumentos: El Templo de San José
Llama la atención el desconocimiento que tienen las nuevas generaciones sobre la historia de la ciudad.
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La opinión
La Opinión
Sábado, 15 de Noviembre de 2025

Llama la atención el desconocimiento que tienen las nuevas generaciones sobre la historia de la ciudad. Así que aprovechando esta circunstancia presento en esta crónica, un recuento de las principales obras monumentales que dan su reconocimiento a las figuras que en algún momento se destacaron en beneficio de la ciudad o la región.

Las referencias historiográficas de los distintos monumentos enunciados en esta narración, fueron relatadas originalmente por el historiador nortesantandereano Leonardo Molina Lemus y publicadas en el libro Patrimonio Cultural de Norte de Santander, documento de la Cámara de Comercio y el Fondo Mixto de Promoción de la Cultura de N.S.

El autor enumera catorce monumentos históricos de la ciudad de Cúcuta, comenzando por el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, uno de los más antiguos y termina con el más reciente, erigido tardíamente en homenaje al máximo prócer americano, el libertador Simón Bolívar.

Para seguir el orden establecido por el historiador, me saltaré la narración sobre el primer monumento, toda vez que una crónica en este sentido, ampliada y detallada, fue publicada en 2011 en este mismo diario y posteriormente incluida en el segundo tomo de las Crónicas Cucuteñas del Siglo XX, como parte de la colección de mis escritos, así que, para quienes no tuvieron el privilegio de leerla en alguna de las dos oportunidades, todavía pueden adquirir los pocos ejemplares que aún circulan del tomo en mención.

Sigue en la lista de los monumentos, la insigne catedral de San José. Dice el historiador Molina que según la tradición cucuteña, el templo se empezó a construir en la década de los años treinta del siglo XIX, y que cuando se produjo el terremoto, éste estaba totalmente terminado, destruyéndolo íntegramente, tal como lo atestigua la fotografía recopilada por la Cámara de Comercio de Cúcuta en su libro, Cúcuta a través de la fotografía y que reproducimos al final de esta crónica.

Se aprecia que lo único que quedó en pie fue la puerta de la entrada principal y el reloj frontal que marcaba la hora del siniestro. Se dice también que la figura que tenía antes de su destrucción era bastante similar a la actual, teniendo en cuenta que las tendencias de la época, en cuanto a la construcción de los templos católicos, no se apartaban de las líneas tradicionales impuestas por los arquitectos del Medioevo.


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De lo recuperado en los libros que lograron salvarse de la catástrofe, lo cierto es que el templo era la única iglesia parroquial con que contaba la activa ciudad, toda vez que las otras dos capillas, la del hospital y la de San Antonio, sólo cumplían funciones auxiliares para el culto. La capilla de San Antonio estaba localizada en la esquina de la calle 11 con avenida 7 y después del sismo fue reasentada donde hoy se erige la conocida iglesia de San Antonio.

Mientras se reconstruía el templo principal de San José, la capilla de San Antonio, reubicada frente al parque Mercedes Ábrego, ejerció las funciones parroquiales propias del momento. Después del seísmo, la ciudad no demoró en iniciar su reconstrucción y fueron sus propios habitantes quienes se dieron a la tarea de poner manos a la obra para que las obras se iniciaran a la mayor prontitud. Sin embargo, el templo de San José, apenas se empezó a edificar en 1889.

No sabemos las razones del retraso aunque suponemos que se dio prioridad a otras que debían atenderse con mayor urgencia, como fue el caso del Hospital y de las escuelas.

A principios de 1900, buena parte del templo estaba reconstruido, lo que también se percibe en las fotografías que fueron tomadas durante el sitio bélico que padeció la ciudad, se habían edificado las tres principales naves y la torre sur, que dicho sea de paso, aprovecharon las tropas que defendían la población para convertirla en fortaleza y desde allí disparar sus ojivas contra las tropas que pretendían coparla y que estaban apostadas en el conocido ‘Cerro del Cañón’, ubicado al occidente del puente San Rafael.

Sólo en 1905, el padre Demetrio Mendoza propició el reinicio de los trabajos bajo su orientación, labores que fueron continuadas por los curas que lo sucedieron, entre ellos los padres David González y Elías Calderón y todos los párrocos posteriores quienes contribuyeron de diferentes maneras a dar remate a esta casa de Dios que habría de convertirse, poco después, en la primera de la ciudad por tradición y jerarquía.

En los archivos de la curia diocesana se registra que el culto sagrado interrumpido el 18 de mayo de 1875, se reinició a mediados de 1908, sin estipular fecha exacta, pues aún se hallaba inconclusa; oficialmente la parroquia empezó a funcionar como tal, en 1911.

Ahora bien, es posible que el templo, hoy convertido en catedral, se haya erigido en el mismo sitio donde se levantó la rústica capilla de palma dispuesta por escritura pública del 18 de julio de 1733, la cual pudo darse al culto a mediados de 1734, cuando el Arzobispo de Santafé de Bogotá, Antonio Claudio Álvarez de Quiñones, confirmó al presbítero Diego Antonio Ramírez de Rojas como primer párroco de la naciente ciudad de San José de Guasimal.

Respecto de la ubicación del reconstruido templo, se sabe a ciencia cierta que fue reedificado unos veinte o treinta metros más hacía el oriente, posiblemente teniendo en cuenta la ampliación que se hizo del parque principal. Algunos elementos importantes lograron recuperarse de entre los escombros después del terremoto, cuatro en particular de los que se tiene noticia. La imagen de arte quiteño en madera tallada de la Virgen de Nuestra Señora de los Remedios, a la que el padre Jordán le cambió posteriormente el nombre por el de Nuestra Señora de Cúcuta; ocupa hoy su lugar en una de las capillas de la catedral.

Una segunda imagen se rescató y correspondía a un cuadro de la Virgen de Chiquinquirá, obsequiada por el conquistador español Rodrigo de Parada, Gobernador de San Cristóbal, a los indios de San Luis en 1587; también un cuadro de San José y finalmente una pequeña imagen de San Antonio, la que después fue objeto de antiguas disputas entre vecinos de El Salado y de El Llano, según lo refiere don Julio Pérez Ferrero en su libro ‘Conversaciones familiares’.

El templo, hoy terminado en su mayor esplendor, ha recibido elogiosos comentarios de quienes lo han visitado y que por razones de espacio sólo citaré el de dos sacerdotes norteamericanos quienes afirmaron que era el templo más ajustado a las normas posconciliares que habían conocido en su recorrido por los países de Suramérica.


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