Curiosamente, en la sección 30 años de La Opinión se publicó una fotografía con la siguiente leyenda: “en basureros están convertidas algunas calles de Cúcuta”.
Quienes la observan, pueden sacar la conclusión que hay problemas que han persistido y envejecido mal, como este de la basura que aún en el siglo XXI continúa generando inconvenientes en nuestra ciudad.
Que la discusión ciudadana de 1993 siga sobre el escenario cucuteño en estos tiempos, es indicador de muchas situaciones, que van desde el comportamiento ciudadano hasta las fallas en la prestación de un servicio que pueden desencadenar en complicaciones de salubridad pública, aunque hay que anotar que el servicio actual es mucho mejor.
Esa fotografía nos recuerda que en aquellos tiempos la prestación de la recolección de desechos y del barrido estaba a cargo del municipio y que después se entregó a operadores privados, como continúa manejándose en la actualidad.
Sin embargo, la capital de Norte de Santander merece que se hagan los ajustes que sean necesarios a la recolección de la basura, no solo en la zona céntrica, sino en diversos barrios, en los que inexplicablemente quedan regueros de desperdicios.
La empresa encargada de estas actividades en la ciudad, no debería descartar acciones como la de hacer mediciones y determinar si es que el equipo automotor es insuficiente, por ejemplo, para el cubrimiento de las diferentes rutas diarias para recoger los desperdicios.
Igualmente, considerar si es indispensable que más personal cubra lugares comerciales y de sus barrios aledaños para que no haya esa clase de inconvenientes que aparte de afear los entornos, causan molestos olores y exponen a los vecinos a contraer enfermedades.
Debe comprender el operador que la opción es mejorar o mejorar y pedir, si es necesario, que se procuren corregir desde la órbita municipal dos situaciones que podrían tener alguna incidencia en el servicio de aseo, no toda por supuesto: los recicladores y los habitantes de calle.
La ciudadanía en su calidad de usuaria, tanto residencial como comercial e industrial, tiene todo el derecho a reclamar, porque para eso paga la factura y lo mínimo que se esperaría es que haya cumplimiento, al ciento por ciento, del contrato, para que las calles, avenidas, parques y lugares públicos estén adecuadamente despejados de toda clase de basura.
Esta coincidencia de fechas en torno a las inocultables dificultades que ayer y hoy registra el servicio de aseo en la ciudad, debe llevar a una deliberación que conduzca a la definición de planes y ajustes para contener los inconvenientes que lo afectan.
¿Dónde están los veedores de este servicio? o ¿Por qué los ciudadanos no se convierten en los defensores y promotores de las calles limpias?
El primer interrogante va dirigido a los miembros de las juntas comunales o a los habitantes que pueden hacer la veeduría. Estas organizaciones sociales y barriales son esenciales para estar alertas para exigir la corrección de los errores.
Pero el habitante simplemente cumpliendo con la hora de sacar la bolsa o recipiente de la basura para se recoja. Ese solo hecho, multiplicado a lo largo y ancho de la ciudad, originaría un efecto positivo tanto de civismo por un lado, como de ayuda para una adecuada y eficiente prestación de la recolección de los desechos y barrido, porque Cúcuta no puede seguir siendo escenario de fotografías que muestran cómo pasan las décadas y sus problemas siguen siendo los mismos.
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