Hace 45 años la congregación de un grupo de vecinos del municipio de Villa del Rosario sentó las bases para lo que es hoy el barrio Antonio Nariño, una zona que, con el inalcanzable esfuerzo de su gente, poco a poco ha logrado avanzar.
Dentro de sus límites cuentan con escuela, comedor infantil, un polideportivo con dos canchas y, por medio de acciones gestionadas por la Junta de Acción Comunal (JAC) ante administraciones anteriores, un parque biosaludable y 1.600 metros de alcantarillado que han beneficiado a más de 100 familias.
Lo más positivo que destaca Faisuly Bohórquez Rodríguez, presidenta de la JAC, son los logros obtenidos con la juventud, en la que se han logrado avances importantes para su desarrollo productivo, así como con los grupos de mujeres, que han sido capacitadas en modistería para conformar microempresas.
La última inversión fue hace tiempo
De acuerdo con Bohórquez, un hecho negativo para su comunidad es que todos los espacios que poseen no son propios, sino que pertenecen a la escuela. Antes, las canchas eran de cemento, agrietadas y sin techo, y aunque se logró la cubierta, aún solicitan una remodelación bajo el compromiso de ellos mantenerlas en buen estado.
“Tampoco tenemos salón comunal. Nos toca pedir el permiso y reunirnos en la escuela para todas las actividades, arrendar casas o pedirlas prestadas. Se le han pasado los proyectos a varios alcaldes, y aunque no se niegan, tampoco se ve la disposición ni el compromiso para construirlo”, dijo la lideresa.
Según relata, la carencia de una casa comunal se debe a la falta de espacios. Primero, por tratarse de carta-ventas sin propiedades de terreno; segundo, porque cuando los primeros habitantes hicieron la repartición y limitación de lotes, no asignaron un lugar para uno.
La parte alta podría desplomarse
Por la distribución de los predios, Antonio Nariño consta de dos sectores: la parte alta y la baja; en esta última es donde se han conseguido la mayoría de los logros, como la pavimentación de casi la totalidad de las calles.
Sin embargo, es el sector del cerro coronado con una cruz donde se ven más necesidades. Bohórquez señaló que llevan ocho años sin alumbrado y más de 20 sin que las calles sean pavimentadas, motivo que consideran “justo y necesario” para que se intervengan.
“Necesitamos que el señor alcalde ponga de su parte y nos dé pavimentación a todo costo”, manifestó la lideresa.
En este misto sector, un gran porcentaje de viviendas están construidas en tabla y se encuentran en alto riesgo de deslizamiento. La calle 4 con carrera 12 es la más crítica por estar al borde de un acantilado que, poco a poco, se ha venido desprendiendo.
En cada temporada de lluvias, corren la amenaza de sufrir afectaciones severas que incluso perjudican a la parte baja.
Aunque dicen que Gestión del Riesgo ha hecho acto de presencia en cada oportunidad, no pueden sentirse tranquilos hasta que sean construidos muros de contención y una canalización efectiva que solucione sus problemas de inundación.
“Donde se venga un invierno igual de fuerte al de hace unos meses, toda esa cuadra se va a ir abajo. Si algo llega a suceder, será responsabilidad de la administración”.
En el recorrido de La Opinión por las viviendas, se pudo confirmar que las secuelas comienzan a notarse; los suelos se quiebran y las paredes se desprenden en vaticinio del debacle.
Problemas de alcantarillado
Los problemas denunciados por un gran número de rosarienses ante las inconformidades en el servicio de acueducto, tampoco son exentos de presentarse en este barrio del municipio.
“Aquí los pozos se están tapando, y eso que es una obra nueva. Es como si no se hubiera hecho, porque los malos olores son muy fuertes y afectan la salud de quienes viven por esas cuadras”, precisó Bohórquez.
Por otra parte, consideran que el cobro por el servicio es demasiado alto para tratarse de un barrio en estrato uno, donde la mayoría de su gente son personas humildes que hacen lo necesario para sobrevivir.
Adicional a esto, no gozan del servicio a diario, sino cada quince o veinte días. La comunidad con frecuencia debe estar atenta a mantener sus tanques llenos cuando llega el día del suministro, y por lo general, llega sin presión.
A pesar de un encuentro con la Superintendencia de Servicios Públicos, los recibos siguen por encima de los 60 mil pesos y, mes a mes, manifiestan que sube entre tres mil a cuatro mil pesos.
Mototaxi, el medio predilecto de la comunidad
Quienes viven en la parte alta son quienes más dificultad enfrentan a diario para conseguir transporte. Además de caminar largos trayectos, las rutas comienzan a pasar después de las 6:30 de la mañana, cuando algunos de ellos deben estar en sus trabajos a las 6:00 a. m.
Otras soluciones son pagar doble transporte o dirigirse a la autopista de Villa del Rosario. El último bus pasa hasta las 6:30 de la tarde, después de esa hora, deben recurrir a otras alternativas.
Por eso, en una de las esquinas del polideportivo, sobre la carrera 15, vía principal de Antonio Nariño, un grupo de mototaxistas permanece a diario.
“Es una forma de ellos conseguir el sustento para sus familias, son gente de nuestra comunidad que nos ayudan a movernos entre el municipio. Para ir a Cúcuta, sí usamos transporte público”, dijo uno de los vecinos.
La inseguridad se combate por mano propia
En el parque biosaludable, aunque se hizo una conexión de energía directa, se carece de alumbrado público en las noches, situación que se presta para el consumo de drogas, entre otros actos indebidos que mantienen a la comunidad apartada en esos horarios.
Otros hechos violentos se presentan en las calles con regularidad, y ante la ausencia policial, la misma comunidad ha tenido que comenzar a defenderse por su propia mano y hacer patrullaje por grupos.
“Alumbrado Público siempre dice que si el señor alcalde aprueba, las lámparas faltantes vienen para acá. Es algo que de verdad necesitamos, sobre todo en la parte alta”, enfatizó Bohórquez.