Es la noticia de estos días, el reclamo de los campesinos del Catatumbo al Gobierno Nacional por los compromisos adquiridos hace dos años que no se han cumplido. Como lo decía un editorial de estos días: a los pocos días de posesionado el presidente fue al Tarra y su promesa: “… dejar de ser uno de los primeros productores de coca en el mundo para convertirse en la capital de la paz”. Para una región olvidada por tantos años, con los niveles de violencia que ha sufrido, la llegada de un presidente de izquierda por primera vez en la historia del país, ese era un mensaje que generaba mucha expectativa y esperanzas.
Era una posibilidad real de encontrar la paz. Uno de mis primeros recuerdos del Catatumbo ya hace algunos años, recién llegado como profesor de la universidad Libre, fue el destino trágico de una de mis alumnas que recuerdo iba para Ocaña, y en un enfrentamiento, un cruce de balas entre ejército e insurgencia, y allí ella murió. Aún la recuerdo.
En alguna ocasión escribí un ensayo sobre esa región y buscando fotos del conflicto, José Eustorgio me hizo llegar una estremecedora de un registro que hizo la Opinión en su momento: los muertos en una iglesia que tenían un Cristo atrás, como si tratare de protegerlos a pesar de la tragedia.
Esas han sido las historias del Catatumbo que han tenido que vivir sus habitantes durante muchos años y décadas. Por ello las palabras del presidente generaron muchas expectativas, el reclamo de estos días de los campesinos de que las promesas no se cumplen, e incluso manifiestan que en los próximos días irían a un paro desconciertan, y peor aún, la cosa es más complicada porque si Petro le incumple a los campesinos, viene la pregunta, ¿a quién le está cumpliendo?
Bueno tampoco toda el agua sucia; la reforma pensional tiene unas protecciones muy buenas hacia personas desprotegidas de la tercera edad, entiendo que trata de eliminar subvenciones a las pensiones altas. Todo ello es positivo. Otra reforma que me acabo de enterar, la creación de la jurisdicción agraria.
Habrá que analizarla, finalmente ese ha sido uno de los temas más graves y profundos de Colombia. Como lo dijo en alguna ocasión el sociólogo Arturo Alape, el origen de la violencia en Colombia se originó en la traición de la clase política gobernante al campesino cuando en 1936 se aprobó la reforma agraria de Alfonso López Pumarejo que le entregaba las tierras a los campesinos, y después se las quitaron. Esta reforma habrá que analizarla.
A pesar de ello es frustrante, muchísimo, hace daño, por tratarse de un gobierno de izquierda, que los habitantes del Catatumbo perciban que su gobierno, que el presidente que en uno de sus primeros actos de gobierno fue al Tarra, y dos años después, tampoco. Por decir algo, una cosa es que un gobierno liberal o conservador no le haya cumplido al campesino, pero otra cosa es uno de izquierda.
Y aquí recuerdo a otro amigo y compañero, Aníbal Díaz, en 1988, hace ya varios años, que era el director de la UP, y haciendo campaña en Convención, acompañado de su esposa, lo asesinaron. Anécdotas muy nostálgicas tiene esta columna. ¿
Será cierto aquello que repiten algunos que el presidente está cobrando en su gobierno a aquellas regiones que no votaron por él? No se sabe, sería un exceso, o da la impresión que el presidente anda preocupado de otros temas ya a nivel mundial, más que los de acá. Como le dijeron a uno de sus ministros, al gobierno pareciera que le preocupa más Palestina que lo que sucede por acá. De pronto eso es mucho de lo que sienten los campesinos del Catatumbo.
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