Sin lugar a dudas, la comunidad del Espíritu Santo, una invasión de la Comuna 8 de Cúcuta, ha sufrido en primera persona el abandono por parte de las diversas administraciones municipales desde su fundación hace poco más de 18 años.
Los primeros pobladores que llegaron a esta zona de la ciudadela de Juan Atalaya, huían de la violencia y el conflicto armado que se presentaba a lo largo y ancho de Norte de Santander, quienes construyeron sus viviendas con recursos brindados por la naturaleza, las cuales actualmente se pueden observar.
La comunidad creció drásticamente en los últimos años, pues a la invasión llegaron muchos ciudadanos provenientes de Venezuela, aumentando la cifra hasta 250 familias, quienes establecieron su vida en esta zona del área metropolitana de Cúcuta.
Varios ‘dolores de cabeza’
A pesar de que hace mucho tiempo comenzaron los trámites para convertir esta invasión en un barrio legalizado, nunca han recibido respuesta alguna de la Alcaldía de Cúcuta para ver cómo ha avanzado con las gestiones.
El problema al no estar legalizados, se debe a que la Alcaldía no puede ejecutar proyectos como la recuperación de la malla vial o la canalización de aguas lluvias, los problemas principales que afectan a los residentes.
Según Sandra Serrano, lideresa de la comunidad, “todas las calles de la zona están destapadas y por la falta de canalización se han presentado casos de dengue, así como también malos olores permanentemente”, asegura.
Ayudas de las fundaciones
Para la lideresa, los pocos avances que ha tenido la invasión del Espíritu Santo fueron gracias a la colaboración de entidades, fundaciones y asociaciones, fuera de los límites gubernamentales.
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El servicio de acueducto es suministrado por la Fundación V&C y Aguas Kpital, a través de las pilas públicas que abastecen a las 250 familias, y durante un tiempo el Consorcio de Alumbrado Público San José de Cúcuta llenó de luminarias la invasión, pero se deterioraron con el correr de los años.