La polémica alrededor de Luisa Lafaurie Cabal no fue una simple tormenta digital. Detrás de sus videos, donde hablaba con suficiencia sobre el tipo de empleado que buscaba para su empresa de postres, muchos vieron el reflejo de una mentalidad arraigada en ciertos sectores de poder, de quienes exigen productividad sin garantizar condiciones dignas.
Lafaurie Cabal no es una figura cualquiera en redes. Es hija de José Félix Lafaurie, presidente de Fedegán, y de la senadora y precandidata presidencial María Fernanda Cabal, dos de las voces más influyentes del empresariado y uribismo en el país. Desde esa posición de privilegio, la joven empresaria protagonizó una de las controversias más comentadas de las últimas semanas tras publicar una convocatoria laboral que generó rechazo generalizado.
En su video, difundido a través de redes sociales, describió el cargo que buscaba para su empresa con un tono confuso, mezclando vacíos en la descripción con exigencias que, para muchos, rozaban el abuso. Solicitaba un trabajador capaz de asumir funciones que normalmente requieren varios profesionales: edición, grabación, producción audiovisual, manejo de redes y estrategias de marketing.
Lea aquí: Idealicé el matrimonio: Patricia Ércole sobre su relación con Miguel Varoni
Las críticas no tardaron en multiplicarse. Usuarios de distintas orillas la señalaron de promover prácticas laborales precarias y de tener una visión autoritaria del trabajo. El episodio provocó un debate sobre la cultura empresarial y las brechas de poder en Colombia, donde los privilegios heredados muchas veces se traducen en discursos poco empáticos hacia quienes viven del salario.
La indignación se agrandó cuando respondió con petulancia a un comentario que criticaba la convocatoria. En lugar de moderar el tono, Luisa se presentó como ejemplo de “todera”, una persona que hace de todo en su negocio y espera lo mismo de sus empleados.
“Si eres una persona que te gusta estar como un burro, solamente mirando para un lado y solamente encajonada, perfecto, hay una cantidad de trabajos para ti que solamente tienes que hacer esto”, fue el comentario que provocó indignación.
Esa narrativa fue percibida como arrogante y desconectada de la realidad de los trabajadores, especialmente en un país con altos índices de informalidad y desempleo juvenil.