Una vez comenzaron las maniobras de aterrizaje, la tripulación envió a los pasajeros hacia la parte trasera del avión. Parecía imposible evitar una colisión. “Todo mundo comenzó a decir: ¡colisión, colisión, colisión! Vamos a colisionar...”. En ese momento la mayoría de viajeros, incluido Juan Camilo y su esposa, se pusieron a llorar y a orar.
“Se alcanzó a pensar que el avión podía explotar por el tema de la gasolina (ni Latam ni la Aerocivil han ahondado en las causales de la emergencia, pero la Aeronáutica investiga los hechos)”, relató el viajero, quien no olvida las cuatro máquinas y los bomberos que aguardaban en la pista mientras el avión trataba de aterrizar.
Luego se sintió un golpe fuerte, en medio de los llantos y las oraciones de tripulantes y pasajeros. El avión aterrizó, “pero pasó mucho tiempo para que nos bajaran porque había quedado muy inclinado hacia atrás”.
El susto pasó, afirmó Juan Camilo, quien “estaba listo para que ese fuera el último momento”. Igual no sucedió con el vuelo ni con las respuestas de la aerolínea. Aunque les propusieron reprogramar para este miércoles a las 11:00 de la noche, no les han dado mayores explicaciones y a otros, según su versión, no les quieren devolver lo que pagaron por el vuelo.
Lo cierto es que sus ganas de ir a Cartagena, después de semejante susto, se evaporaron. Ni la reserva en el hotel —y menos el itinerario que ya tenían programado— podría borrar lo que sintió este matrimonio que viajaba en los asientos 17a y 17b, en el vuelo que causó conmoción este martes.
Latam informó en un comunicado, que los pasajeros perjudicados por la emergencia y que tenían trayectos programados este 29 y 30 de marzo podrán modificar la fecha de viaje o solicitar la devolución del dinero sin ningún cobro adicional.
“Muchas personas estaban llorando, rezando, gritando”
Kelly Manuela Cifuentes, otra pasajera del vuelo LA4292 de Latam, relató que el piloto los salvó, que sin sus maniobras no estarían contando el cuento.
“Empezamos a notar cosas raras y no se veía que el avión avanzara. La azafata nos dijo que guardáramos la calma. Nos pusimos los cinturones de seguridad, luego estuvimos en posición fetal, y nos explicaron cómo poner a los niños. Fueron momentos de mucha zozobra”.
Y, por último, relató: “Muchas personas estaban llorando, rezando y gritando. Había gente desmayada. Traté de guardar la calma, pero en el momento que aterrizamos no pude más y exploté en llanto”.
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