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Adolescentes y redes sociales: el nuevo frente de la salud mental
En redes como Instagram, TikTok o Snapchat, los adolescentes se enfrentan diariamente a versiones editadas y cuidadosamente seleccionadas de la vida de otros.
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La opinión
La Opinión
Viernes, 10 de Octubre de 2025

En la última década, las redes sociales se han convertido en el escenario principal donde los adolescentes construyen su identidad, socializan y buscan aprobación. Sin embargo, detrás de las selfies, los filtros y los likes, se esconde un fenómeno cada vez más preocupante: el impacto de la comparación digital y el scroll constante sobre la salud mental de los adolescentes.

Las plataformas que prometían conexión y entretenimiento han terminado por moldear silenciosamente la manera en que los jóvenes se perciben a sí mismos. Hoy, la autoestima parece depender más de la validación virtual que del reconocimiento real.

Comparación constante: el espejo distorsionado de las redes

En redes como Instagram, TikTok o Snapchat, los adolescentes se enfrentan diariamente a versiones editadas y cuidadosamente seleccionadas de la vida de otros. Esa exposición continua crea una sensación de inferioridad y fomenta la comparación social: cuerpos perfectos, viajes, amistades y logros que rara vez reflejan la realidad.

Estudios recientes de la Universidad de Harvard y la OMS advierten que la exposición prolongada a este tipo de contenido se relaciona con niveles más altos de ansiedad, depresión juvenil y baja autoestima. La lógica es simple pero devastadora: al comparar su vida cotidiana con los “mejores momentos” de otros, los jóvenes sienten que nunca son lo suficientemente buenos.

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Este fenómeno se conoce como “comparación social ascendente”, y puede generar una sensación constante de fracaso o frustración. Cuando esa percepción se combina con la búsqueda de aprobación a través de los “me gusta”, el bienestar emocional de los adolescentes se ve gravemente comprometido.

Adolescentes y redes sociales: el nuevo frente de la salud mental

El scroll infinito y la dopamina digital

Las redes sociales están diseñadas para retener la atención el mayor tiempo posible. El “scroll infinito” esa dinámica de deslizar sin fin en busca de contenido nuevo activa los mismos circuitos cerebrales que responden a recompensas como la comida o el juego. Cada notificación, cada video sugerido, libera pequeñas dosis de dopamina que refuerzan el comportamiento adictivo.

En adolescentes, cuyo cerebro aún está en desarrollo, este mecanismo puede alterar los patrones de concentración, sueño y regulación emocional. Pasar horas frente a la pantalla, especialmente antes de dormir, afecta los ritmos circadianos y contribuye al cansancio, la irritabilidad y la dificultad para concentrarse en clases o actividades diarias.

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El resultado es un círculo vicioso: los jóvenes buscan en las redes alivio o distracción, pero cuanto más tiempo pasan allí, más se deteriora su **salud mental** y su capacidad para desconectarse del entorno digital.

Autoestima en tiempos de algoritmos

La autoestima adolescente siempre ha sido frágil, pero en la era digital enfrenta presiones inéditas. Antes, los juicios provenían del círculo cercano amigos, familiares, escuela; ahora, millones de desconocidos pueden opinar sobre la apariencia o el comportamiento de un joven con un solo clic.

Esa exposición permanente a la mirada ajena ha convertido la identidad en un proyecto público, donde cada publicación puede ser evaluada y comparada. Muchos adolescentes desarrollan una identidad “curada” para las redes, diferente a la real, lo que puede generar una disonancia emocional profunda y sentimientos de vacío.

Además, los algoritmos priorizan el contenido más atractivo o polémico, reforzando modelos de belleza y éxito difíciles de alcanzar. Esto ha llevado a un incremento de los trastornos alimenticios, la depresión juvenil y el aislamiento social.

El papel de los padres y educadores

Frente a este panorama, la respuesta no puede ser simplemente “prohibir” las redes. Estas plataformas forman parte del entorno cotidiano de los adolescentes, y también ofrecen espacios de aprendizaje, expresión y creatividad. El reto, por tanto, es acompañar, orientar y educar en su uso responsable.

1. Fomentar el diálogo abierto:

Los padres deben hablar sobre lo que los jóvenes ven y sienten en redes. No se trata de espiar, sino de comprender sus intereses y preocupaciones. Escuchar sin juzgar es clave para que los adolescentes se sientan seguros al compartir lo que les afecta.

2. Enseñar alfabetización digital:

En la escuela y en casa, es necesario enseñar a identificar contenido irreal o manipulado. Los adolescentes deben entender cómo funcionan los algoritmos y cómo estos influyen en lo que ven, piensan y sienten.

3. Establecer límites saludables:

No se trata de imponer prohibiciones drásticas, sino de construir rutinas equilibradas. Establecer horarios sin pantallas —especialmente antes de dormir— y promover actividades fuera del entorno digital ayuda a reducir la dependencia.

4. Reforzar la autoestima fuera de las redes:

Motivar a los jóvenes a desarrollar habilidades, hobbies y amistades presenciales les permite construir una identidad basada en experiencias reales y no solo en la aprobación virtual.

5. Dar ejemplo:

Los adultos también deben revisar su propio comportamiento digital. Un padre que pasa todo el día mirando su teléfono difícilmente podrá convencer a su hijo de que desconecte. La coherencia es la mejor herramienta educativa.

Un desafío colectivo

La crisis de la salud mental en adolescentes no puede entenderse sin analizar el papel de las redes sociales. Sin embargo, tampoco es un problema sin solución. La clave está en equilibrar el mundo digital y el real, enseñando a los jóvenes que su valor no depende de un número de seguidores ni de un filtro perfecto.

Educar emocionalmente, cultivar la empatía y fomentar espacios de conversación puede marcar la diferencia. Las redes seguirán evolucionando, pero el acompañamiento humano, la escucha y la comprensión seguirán siendo irremplazables.

En definitiva, el desafío no está en desconectarse de las redes, sino en aprender a usarlas sin perderse a sí mismo en el proceso.

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Redacción asistida con IA (ChatGPT, OpenAI), revisada y editada por La Opinión.

 

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