Como demuestra el gráfico anterior, son muchos niños los que finalmente son dados en adopción a alguna familia colombiana o extranjera, sin embargo, un buen porcentaje de estos menores abandonados aún esperan que su sueño de tener unos padres y un hogar estable, se haga realidad.

Ahora bien, la situación se complica cuando los menores tienen alguna condición especial porque es más complejo el proceso de adopción.
Y es que en el Hogar La Esperanza tan solo tres de ellos tienen algún pariente reconocido, pero con el que no comparten un fuerte lazo familiar, incluso en Navidad, cuando los recuerdos de las novenas y los villancicos ‘taladran’ sus corazones.
En medio de ese negativo panorama, las 38 funcionarias del centro especializado en trabajo social, psicológico y médico se ‘la juegan’ para hacer que los diciembres sean una fecha en la que sus ‘niños’ estén felices y sientan lo que es tener una familia.
Su titánica labor consiste en gestionar con empresas, para que les donen regalos, el Instituto Colombiano del Bienestar Familiar ( ICBF), la entidad que costea el lugar. Todo para que los niños tengan su Feliz Navidad.
Una sola familia
Los pacientes del Hogar La Esperanza llevan años allí. Incluso, algunos afirman que morirán en este lugar, porque nadie vendrá por ellos. Las cuidadoras han generado un lazo de fraternidad para que los 63 ‘huéspedes’ se sientan en familia y así dejen de pensar en eso.
Es por ello que trabajan de la mano para decorar el lugar con los adornos navideños, que hacen ellos mismos en las clases. Luego los cuelgan en las zonas comunes y algunos dormitorios.
Pero con ellos hay que tener mucho cuidado porque “algunos pueden hacerse daño con la decoración, incluso no les es permitido tener afiches y demás elementos”, explicó una funcionaria.
Luego de que La Esperanza se ha vestido de Navidad, arman juntos el pesebre y el arbolito. Lo ponen en el salón principal, donde, a diario, algunos de los pacientes reciben terapia o ven televisión. “A muchos les gusta acercarse por el brillo de las bolas y las luces que lo decoran”.
Para cerrar con broche de oro alistan a los doce miembros del coro navideño para que los acompañe en las novenas. Algunas de las funcionarias llegan a dejar de lado a sus familiares para pasar con los pacientes los nueve días y la cena navideña.

El 24 de diciembre
En la madrugada del 24 de diciembre les dejan los regalos, que le pidieron al Niño Dios, debajo de la almohada. Al despertar, se encuentran con el juguete que tanto quieren durante el año.
Algunos piden muñecos, carros, balones o hasta parlantes para escuchar música, con la esperanza de que el Niño Dios va a dejárselos si se portan bien.
También estrenan ropa, que lucirán en la ‘Noche Buena’, y disfrutarán de una deliciosa cena navideña que comienza a las 7:00 de la noche del 24 de diciembre.
Comparten los alimentos juntos, como la familia que son; pese a sus diferencias, lugares de procedencia y edades. De esta forma despiden la Navidad juntos, esperando otro año para volver a decorar el lugar y recibir juguetes.
Beneficios terapéuticos
Leidy Johana Cruz lleva ocho años trabajando como psicóloga en La Esperanza, según dijo, la Navidad ayuda a que las 63 personas recuerden que son un hogar y no pacientes que pasan sus días internados.
Los valores de la unidad, la tolerancia y el amor les ayudan a dejar de lado el dolor de los días, anteriores a llegar a la Esperanza, en los que algunos de ellos eran víctimas de malos tratos.
Cruz explicó que en el lugar se busca preservar la tradición navideña, para seguir dándoles un hogar donde no solamente reciban un techo y un plato de comida, sino la alegría, el amor y la compañía en un mes en el que muchos comienzan a recordar cómo eran sus días antes de llegar a allí.
“Muchos esperan la Navidad desde junio, la preguntan, piden los juguetes al Niño Dios y hasta comienzan a portarse bien", solo con el objetivo de recibir su recompensa. Entonces su esfuerzo rinde frutos.
Para las cuidadoras esta es una época de "bendición" porque sirve para calmar a estos niños y se les facilita el trabajar con ellos. “Es una labor titánica en la que hoy están bien, alegres y contentos; y mañana pueden estar tristes y deprimidos”, aseguró Leidy Johana, quien al verles esa sonrisa en el rostro, se siente premiada.
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