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Política
El país podría terminar en una crisis fiscal: Luis Fernando Mejía
El director de Fedesarrollo explicó que el próximo gobierno debe plantear un ajuste fiscal los primeros seis meses, para evitar esa crisis.
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Keila Vilchez
Keila Vílchez B.
Lunes, 8 de Diciembre de 2025

Luis Fernando Mejía es un economista que ha ocupado algunos de los cargos más destacados para un profesional de ese sector en Colombia, incluyendo ser el director del Departamento Nacional de Planeación.

Actualmente, es el director de Fedesarrollo y habló con Acento, el pódcast de La Opinión, donde plantea una visión optimista sobre el futuro del país basándose en la solidez de las instituciones y en la capacidad de sostener un crecimiento a largo plazo.

Según él, si se toman las decisiones correctas, Colombia podría duplicar su ingreso por habitante en los próximos 10 a 15 años.

¿Cuál es el país económico que tenemos hoy y cuál es la verdad detrás de ese: “crecemos, pero no alcanza”?

Colombia, luego de un estancamiento en el 2023, ha tenido crecimientos por debajo del 3%. El año pasado crecimos alrededor de 1,7%, este año la expectativa es de 2,6%, pero todavía nos falta para llegar a esa velocidad de crucero de largo plazo de la economía.


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¿Y qué explica la recuperación? Uno de los elementos que ha jugado a favor ha sido el abultado déficit fiscal. Este año, estimamos que el déficit fiscal, la diferencia entre los gastos y los ingresos que recibe el Gobierno nacional, va a ser del 7,5% del producto interno bruto (PIB), que sería el segundo más alto de nuestra historia moderna, solamente superado por el de la pandemia.

¿Por qué esto impacta el crecimiento?

Porque cuando el gasto del Gobierno es muy alto, pues eso mueve el crecimiento de la demanda agregada. Es más plata en el bolsillo de las empresas y de los hogares. Pero ahí viene la preocupación. Cuando miras las fuentes del crecimiento, lo que está jalonando la actividad económica es el gasto de los hogares y del Gobierno, que solo en el tercer trimestre creció 14% anual, una cifra que no se veía hace más de 20 años.

Por otro lado, la inversión no levanta cabeza. Estamos, con una tasa de inversión cercana al 17% del PIB, que es la más baja en dos décadas. Una economía no puede crecer solo fundamentada en el consumo de los hogares y especialmente en un gasto de Gobierno con un déficit fiscal estratosférico.

¿Qué factores están impidiendo que la inflación baje al ritmo que el país requiere y por qué el peso se mantiene tan estable?

La inflación sigue siendo un desafío. La meta del Banco de la República es 3%, pero ya llevamos cinco años fuera de ese rango. Aunque se esperaba que en 2025 bajara al 4%, la realidad es que lleva cuatro meses al alza y en octubre llegó a 5,51%. Esto es por dos factores: primero, el alto déficit fiscal, porque cuando el Gobierno gasta más aumenta la demanda y eso termina presionando los precios.


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Segundo, el aumento del salario mínimo, pues aunque se dijo que no afectaría la inflación, muchos microempresarios no han tenido otra opción que trasladar parte de ese costo a los precios. En cuanto a la tasa de cambio, el peso ha tenido un comportamiento favorable, con una apreciación del 12% al 13% en 2025.

Esto se debe a tres elementos: la expectativa de un nuevo Gobierno que tendrá que hacer un ajuste fiscal; el récord histórico de remesas, que este año se ubicarían en 13.000 millones de dólares; y la entrada de dólares provenientes de actividades ilícitas. Esa combinación explica por qué, pese a la fragilidad fiscal, la moneda se ha mantenido fuerte.

¿Cómo se explica el contraste entre la mayor confianza de las familias y la cautela de las empresas al invertir?

En Fedesarrollo medimos la confianza a través de encuestas, tanto a hogares como a empresarios. A los hogares les preguntamos cómo ven su situación económica actual, cómo sienten su bolsillo y cuáles son sus expectativas para los próximos 12 meses. A los empresarios, comerciantes e industriales, les hacemos preguntas similares sobre su sector y la economía en el corto plazo.

Estos indicadores funcionan como un termómetro: si los hogares sienten confianza, tienden a gastar más; si los empresarios están optimistas, aumenta la actividad productiva. La divergencia que vemos hoy entre una confianza del consumidor relativamente buena y una confianza industrial más débil refleja el comportamiento de cada sector.


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El consumo de los hogares ha crecido con fuerza, lo que mejora su percepción actual y futura. Además, el ciclo electoral influye, porque muchos ven con optimismo la expectativa de un cambio en 2026. En contraste, los industriales siguen rezagados porque han tenido tres años muy difíciles, aunque en el último trimestre se ve una leve recuperación. Y los comerciantes muestran mejores niveles de confianza, porque el comercio depende del gasto de los hogares.

Si el próximo gobierno debe ajustar cerca de tres puntos del PIB, ¿cuál es el problema de fondo?

Tal vez el principal anuncio en materia de política económica que tendrá que hacer el nuevo presidente o presidenta, el 7 de agosto, será presentar cuál va a ser el ajuste fiscal. Los mercados están tranquilos, entre comillas, porque están ala expectativa de un gobierno que, independiente de su inclinación ideológica, tendrá que apretarse el cinturón y presentar una nueva reforma tributaria y ajustar ese déficit, en alrededor tres puntos del PIB.

Para que la gente entienda, un punto del PIB en Colombia son más o menos 18 billones de pesos. Luego, tres puntos del PIB son 54 billones de pesos. Esto es un reto que va a tener que enfrentar el próximo gobierno. Es fundamental que el Gobierno entrante tenga un plan concreto de cuáles van a ser las medidas para recortar el gasto.

Pero, ese plan de ajuste no puede ser fundamentado en mayores ingresos tributarios y, por otro lado, cómo va a darle tranquilidad a los mercados de reducir un déficit fiscal, que está en cifras máximas en más de 120 años. El segundo reto es que hay que tomar medidas que permitan incentivar la inversión. Por ejemplo, Colombia cuenta con la cuarta tarifa de impuesto de renta a las empresas más alta del mundo. Así es muy difícil hacer negocios en el país. Si el costo de invertir es tan alto, no hay incentivos para invertir.

¿De cuánto tiempo dispone el próximo gobierno antes de que la situación fiscal se vuelva inmanejable?

El tiempo es muy limitado, es decir, si el gobierno entrante no presenta un plan de ajuste fiscal en los primeros seis meses vamos a llegar a una crisis fiscal. Estamos en una situación de fragilidad fiscal, con un gasto abultado, pero el Gobierno sigue teniendo acceso a los mercados de crédito.

Si el próximo gobierno no toma el problema en serio, creo que las consecuencias van a ser negativas, porque si se materializa esa crisis fiscal va a generar que el Gobierno pierda acceso a los mercados de crédito; habrá una subida grande de las tasas de interés, no solamente para el gobierno sino también para todas las personas y empresas de la economía; una pérdida de valor de los activos colombianos, incluyendo nuestra moneda provocando inflación.


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Hay que evitar a toda costa eso, ¿cómo?, con un plan serio y responsable. No tiene que ser todo de inmediato, puede darse con un plan de dos o tres años, que le permita tener a los inversionistas confianza.

Después de 3 años con Petro y 3 intentos de reforma tributaria, la nueva propuesta que empezó en $26 billones hoy busca recaudar $16,3 y llega al Congreso sinapoyo, ¿qué implica este escenario para la estabilidad fiscal?

Estamos ante un ajuste inevitable, porque es que nos quedan todavía 8 meses de este gobierno. La ley de financiamiento busca cubrir gastos que hoy no tienen respaldo en los ingresos. Pero el ambiente político es muy adverso, porque hay ponencias para archivarla. Estamos en un año preelectoral y los congresistas no quieren aprobar más impuestos y es muy probable que la ley no pase.

Si esto ocurre, cuando el presidente firme el presupuesto tendrá que aplazar esos $16 billones, a la espera de un recaudo extraordinario en 2025, que vemos poco probable, o más seguramente, de un recorte en 2026 por el mismo valor.

El problema de fondo es que el Gobierno ha mantenido un déficit muy alto (estimado en 7,5% del PIB este año y 8% el próximo) y no ha enviado un mensaje de ajuste del gasto. Como en cualquier hogar o empresa, si los gastos superan consistentemente los ingresos, toca recortar. En lugar de combinar una ruta de austeridad con una reforma, el Gobierno apostó por la ley de financiamiento más ambiciosa de la historia, sin ajustar el déficit.

Ahora hablemos de gas, ¿cuáles son las tres decisiones que debería tomar el próximo gobierno para evitar la crisis en este sector o para mitigar su impacto?

Más de la mitad de nuestras reservas se han perdido en la última década y aunque este es un problema estructural, con el actual gobierno la situación se agravó. Primero, por no autorizar nuevos contratos de exploración de petróleo y gas, justo cuando las reservas vienen cayendo. Sin nuevos contratos no hay nuevos descubrimientos, y sin descubrimientos no se reponen las reservas.

Segundo, por la reforma tributaria de 2022, que elevó la cargafiscal del sector minero-energético de 48% a 68%. Ese salto nos sacó de los estándares de competitividad con otros países que también compiten por inversión. Si seguimos por este camino, enfrentaremos desabastecimiento de gas desde el segundo semestre de 2026, lo que nos obligaría a importar gas a un costo mucho más alto.

¿Y qué hacer?

Debemos hacer tres cosas: reducir la carga fiscal para volver competitivo el sector; reabrir nuevos contratos de exploración, incluso costa afuera y con fracking; y agilizar todo el sistema de licenciamiento ambiental y social, manteniendo la rigurosidad, pero acortando los tiempos para que los proyectos no se queden estancados.

¿Qué oportunidades reales tiene Colombia de cara a 2026 y los años siguientes?

Veo a Colombia con un enorme potencial para liderar a América Latina en crecimiento económico, generación de empleo, innovación y adopción tecnológica. ¿Por qué? Porque contamos con instituciones sólidas y un capital humano cada vez más preparado. Además, nuestra ubicación estratégica nos convierte en un hub natural para el turismo, la carga y el desarrollo de software. A esto se suma nuestra riqueza cultural, ambiental y la diversidad de climas, que refuerzan ese potencial.

Pero para que Colombia realmente lidere, necesitamos una visión de largo plazo en las políticas de Estado, no políticas de gobierno que cambian cada cuatro años. Debemos enfocarnos en crecimiento, empleo, reducción de pobreza, educación y mayor acceso al trabajo formal para los jóvenes. Algo que siempre me llama la atención es que los inversionistas y las calificadoras internacionales suelen ser más optimistas que los mismos colombianos.


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