Jorge Enrique Robledo nació en Ibagué en 1950. Creció en Manizales y estudió arquitectura en la Universidad de los Andes. Ejerció la docencia en la Universidad Nacional, en Manizales, durante 26 años. También fue columnista del periódico La Patria. Ha escrito 12 libros.
Es político de tiempo completo, con varios períodos en el Senado y durante nueve años consecutivos ha recibido el título de mejor senador.
Ahora está en el abanico de los aspirantes a la Presidencia de Colombia para 2022. La Opinión habló con él.
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¿Qué representa políticamente su salida del Polo Democrático y la creación del partido Dignidad?
Varias tendencias nos escindimos legalmente del Polo, una separación que se aprobó casi por unanimidad en el Congreso del partido. Nuestra razón para separarnos fue llegar a la conclusión de que en ese proyecto político ya no era posible concretar unas ideas que, a nuestro juicio, eran y son imprescindibles para el progreso de Colombia.
En cuanto a Dignidad, ha caído muy bien en el país y son muchos los integrantes que no fueron del Polo y que provienen de diversos orígenes sociales y políticos. Estamos a la espera de que el Consejo Nacional Electoral nos otorgue la personería jurídica.
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¿Cuál es la esencia de Dignidad?
Dignidad es muy atractivo porque nuestro programa defiende los intereses de los sectores populares, las clases medias y el empresariado que promueve el desarrollo nacional . Enfatizamos en crear, crear y crear fuentes empleo de buena calidad, a partir de sustituir importaciones por producción nacional y renegociar los TLC. También caen muy bien nuestras propuestas democráticas en educación, salud y ambiente.
Hay actores en la política opuestos al actual Gobierno, pero carecen de unidad. ¿Ve posibilidad de un acuerdo entre los mismos con opción de triunfo para 2022?
Hace dos semanas hubo un hecho bastante significativo para las elecciones presidenciales y del Congreso de 2022. Con Humberto de la Calle, Juan Fernando Cristo, Juan Manuel Galán, Sergio Fajardo y los dirigentes de la Alianza Verde anunciamos que nos proponemos llegar a acuerdos para alcanzar los cambios democráticos que necesita el país, transformaciones que no dan espera porque la crisis es tan profunda, que Colombia puede convertirse en un país inviable. Y este acuerdo debe llevarnos a unir a los colombianos para lograr que otro dedazo no reelija a Iván Duque en cuerpo ajeno.
¿Está satisfecho de su ejercicio político, con todos los efectos que genera?
Les corresponde a los colombianos y las colombianas juzgar mi papel. Pero mi conciencia me dice que he trabajado duro y con honradez y decencia, orientado por lo que pienso es lo mejor para el país.
El Gobierno sostiene que las muertes de líderes sociales y de desmovilizados de las Farc se deben al narcotráfico, ¿qué debe hacerse entonces?
Las causas pueden ser diversas, pero, en todo caso, todas esas muertes deben repudiarse sin vacilaciones. Porque no hay asesinatos malos y asesinatos buenos, llevo diciendo toda mi vida. Tantas décadas de inmensos sufrimientos prueban que la violencia no arregló nada y lo empeoró todo. Y aunque la violencia viene de atrás y todos debemos repudiarla, hoy por hoy, la responsabilidad principal de enfrentarla y vencerla la tiene el gobierno de Iván Duque, que ya va para tres años, con muy mediocres resultados.
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¿Le ve opción a un nuevo proceso de paz?
La historia del mundo y de Colombia enseña que se pueden superar violencias mediante acuerdos de paz, aunque no sean fáciles de alcanzar. Pero también es verdad que esos pactos necesitan voluntad de las partes enfrentadas. Ojalá que el Eln decidiera hacer un cese unilateral del fuego y proponerle conversaciones al gobierno de Duque, de forma que retomaran los diálogos.
Están pendientes varias reformas en Colombia, ¿debe incluirse el Congreso?
Sí. Una buena reforma sería rebajarnos los pagos a los congresistas, porque son excesivos. Eso no acabaría con la crisis económica y social del país, pero sería un paso correcto. Y la mejor reforma al Congreso sería modificar el sistema electoral que se usa para elegirlo, el cual es, de muchas maneras, muy corrupto.
¿Qué opinión tiene sobre los cuestionamientos que se han hecho a las curules de las Farc?
Sea que gusten o no, los acuerdos de La Habana son parte de la Constitución Nacional, luego no pueden violarse. Y está de sobra probado que quienes quieren modificarlos no tienen la fuerza política suficiente para lograrlo. El tema lo agitan más con fines electorales, para conseguirse unos votos, que por otra razón. Un distractor para disimular el mal gobierno.
La corrupción es considerada uno de los graves males de Colombia. ¿Tiene solución?
Colombia tiene la merecida fama de ser uno de los países más corruptos del mundo. Porque no sufre por un problema de ovejas descarriadas, sino por un sistema de corrupción montado entre la cúpula del poder político y grandes poderes privados. Y claro que tiene arreglo y este empieza por no reelegir a los mismos con las mismas, culpables de haberlo creado y mantenido, y por poner en la jefatura del Estado a quienes tenemos el propósito y el valor civil para enfrentarlo con toda seriedad.
Relaciones internacionales
¿Cuál es su opinión sobre el caso de Venezuela, incluidas las malas relaciones entre ese país y Colombia?
Lo primero es hacer votos para que sean los propios venezolanos los que encuentren la manera de tramitar sus diferencias según sus normas constitucionales y pacíficamente. Ojo: si Venezuela se incendia, puede incendiarse Colombia. Y hay que señalar que las principales víctimas de las malas relaciones entre los dos gobiernos han sido el pueblo colombiano y el pueblo venezolano, en especial los habitantes de las fronteras, como bien los saben los cucuteños. Con decir que las exportaciones de Colombia a Venezuela pasaron de 6.000 a solo 195 millones de dólares al año. ¡Cuántas fuentes de empleo y riqueza se han perdido en los dos países!
¿Cómo ve a Estados Unidos con la llegada de Joe Biden a la Presidencia?
Salir de Trump fue muy positivo porque, en su descarado cinismo, tuvo mucho éxito en presentar como virtud el engaño, la mentira y la corrupción, dándole un pésimo ejemplo al mundo. Así se nos recordó cómo no deben actuar en política las personas decentes, lo que hace tan repudiable que lo aplaudan quienes no actúan engañados sino a sabiendas. Pero también es cierto que, en los asuntos de fondo, a Estados Unidos lo ha gobernado y gobernará con Biden el mismo acuerdo bipartidista de siempre –de demócratas y republicanos–.