De niños usaban los tableros de sus pupitres para intentar domar las olas. Hoy, los surfistas cubanos se deslizan sobre tablas auténticas y temen menos a la policía, después que ese deporte, que ya es olímpico, está en fase de reconocimiento en la isla.
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En el pueblo de pescadores de Santa Fe, en el oeste de La Habana, Ayax Borrero, de 34 años, recorre con dos amigos y la tabla bajo el brazo, las escasas calles que separan su casa del mar.
El día está nublado y las olas salvajes, pero no importa. "Generalmente dependemos de eventos climatológicos como frentes fríos, huracanes, que son los que provocan que haya oleaje acá, por eso es en invierno cuando comienza la temporada (de noviembre a abril)", manifestó Borrero, que es arquitecto de profesión.
En Santa Fe, su patio de recreo son las ruinas de una antigua piscina natural en el arrecife, que se dice perteneció a Antolín, un hombre adinerado de antes de la revolución socialista de 1959. El lugar sirve de promontorio para lanzarse al agua.
La pasión de Borrero por el surf viene de la infancia, aunque aprendió a tomar las olas sin una tabla, implemento deportivo casi imposible de encontrar en la isla. "Comencé (...) con unos 7 u 8 años y tablitas de playwood (tableros de pupitres) que en aquel entonces era lo que se usaba", explicó.
"¡Pesaba mucho!", recordaba entre risas, pero agradece el duro aprendizaje. "Después, cuando mi papá me compró mi tabla a los 11 años, yo me paré enseguida", dijo.
"Un poco complicado"
En esa época, los surfistas también usaban las láminas de poliestireno que se emplean en los frigoríficos para fabricar sus planchas. En Cuba, un país golpeado por la escasez, los cubanos le llaman "inventar", o sea, encontrar una solución pese a todo.
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"Aquí el surfing es un poco complicado", decía Yasel Fernández, de 29 años. Nacido en una familia de pescadores, empezó a surfear a los 13 años, pero no fue hasta los 29 que pudo realizar su "sueño" de tener una tabla.
Y la parte material no es el único obstáculo. En una isla donde el mar es un puente para emigrar a Miami, la policía ha visto por décadas a los surfistas con desconfianza.
En marzo, las autoridades estadounidenses rescataron a un cubano que se atrevió a cruzar el Estrecho de Florida en una tabla de windsurf, en medio de una ola migratoria masiva, impulsada por la crisis económica y social que vive el país.
En surf es imposible: "Eres comida para tiburones", aseguró Frank González, un surfista de 35 años y uno de los únicos reparadores de tablas que hay en la isla.
Aún así, la desconfianza perdura. "Es incómodo que tú estés haciendo surf (...) en un sitio específico donde mejor rompe la ola y que llegue la policía y te diga 'vamos afuera'", confesó González, que enseñó a surfear a su hija de seis años.
"Espero que en el futuro la policía llegue a respetar a los surfistas como deportistas", acotó.