Mañana jueves finaliza la Feria del Libro de Bogotá, a la que asisto anualmente con entusiasmo e interés. Independientemente de conferencias y presentaciones de libros no sólo se busca alguna novedad bibliográfica, sino también aquellas novedades que no tienen tanta resonancia publicitaria y que debe ser recomendada por alguien conocedor del tema, que indudablemente lo tengo en el D. E., o bien alguna novedad de esas que se consiguen en la librería del viejo, que, dentro de la Feria del Libro, en Corferias, también las hay, principalmente una de la que es propietario un descendiente del expresidente Miguel Antonio Caro, con quien existe una amistad de varios años y es quien me obsequia los boletos de entrada a la FILBo. En la sede oficial de su librería, en el centro de Bogotá, en un piso doce, es común ver expresidentes de la República abasteciéndose bibliográficamente. Ayer lunes 29 fue el día de Norte de Santander en la FILBo 2024.
Previo a la asistencia a la Feria del Libro, y en medio de un aguacero torrencial, asistí a la Academia Colombiana de Historia, donde me uní a los académicos nortesantandereanos Julio Mario Villamizar Sandoval y Carlos Torres Muñoz, concentrados en las ponencias de las Terceras Jornadas Académicas del Congreso Americano de la Libertad, que estaba en su último día, el viernes 25 de abril. Fue grato el reencuentro con Armando Martínez Garnica, Roger Pita Pico y Rodrigo Llano Isaza, presidente, secretario y tesorero, respectivamente, de la Academia Colombiana de Historia. Nos obsequiaron publicaciones de la corporación, como el Boletín de Historia y Antigüedades, No. 875, órgano de difusión de la Academia Colombiana de Historia, voluminoso y valioso, con artículos de académicos eminentes: María Teresa Ripoll Echeverría, Carlos Rodado Noriega, José Antonio Ocampo, Juan Camilo Restrepo, Álvaro Tirado Mejía y Rodrigo Llano Isaza, entre otros. Agradezco al presidente Armando Martínez Garnica quien me llamó aparte y me obsequio su libro “La época de Francisco de Paula Santander”, una investigación novedosa que resumió en 657 páginas.
Hojeo y ojeo el citado libro La época de Francisco de Paula Santander, y en su capítulo 4, titulado “Impotencia ante la destrucción del orden constitucional”, me gusta cómo el autor empieza el capítulo, tan apropiado para estos días de desesperanza e incertidumbre: “La existencia de un Estado nacional depende de la obediencia generalizada de los ciudadanos a los poderes públicos, y del respeto y acatamiento a su Carta fundamental”. Agrego que la obediencia no es sólo por parte de los ciudadanos, sino también de los gobernantes, quienes a veces también optan por la “destrucción del orden constitucional”.
El pasado domingo, bien temprano, recibo una invitación de un pintor y escritor convencionista que hacía años no veía. Se trata de Gerardo Carrascal Santiago. En compañía del amigo Carlos Torres Muñoz, presidente del Centro de Historia de Chinácota, y curador de arte de MinCultura, nos trasladamos a Madrid, Cundinamarca, donde reside el artista. Su apartamento es un salón de exposiciones, trabaja todos los días más allá de lo mandado y su hogar es sinónimo de armonía imperturbable.