Petro se asomó al balcón del Palacio de Lievano y encontró el respaldo de diversos sectores sociales, quienes desde entonces lo apoyan y lo llevaron a convertirse en el actual huésped de la Casa de Nariño. Una década después, ahora como presidente, Petro desconfia y rechaza a las multitudes movilizadas en las principales ciudades del país, descalificándolas como ignorantes o instrumentalizadas por sectores de la extrema derecha que buscan la caída del gobierno.
Debe reconocerse, no obstante, la genuina vocación popular del gobierno Petro. Privilegia los intereses de las mayorías desfavorecidas y pretende combatir la trágica desigualdad que marca la historia colombiana. También garantiza la protesta social, incluso de ciertos sectores extremos minoritarios del "otro pueblo" compuestos por grupos reaccionarios que no esconden sus rasgos violentos, clasistas y racistas.
¿Cómo explicar, entonces, este "otro pueblo" que desafía al gobierno? La derecha colombiana no tiene tanto poder de convocatoria y hasta ahora está aprendiendo a hacer oposición después de mucho tiempo de estar cercana al poder ejecutivo. Ciertamente, la antipatía contra el gobierno nacional de nuevos alcaldes y gobernadores podría ayudar a explicar parte del éxito de la marcha en ciudades como Medellín o Bucaramanga. Pero la protesta del 21 de abril reunió a una gran multitud indignada y descentralizada que salió a manifestarse por asuntos que van desde la política de seguridad, la reforma a la salud, hasta la falta de ejecución presupuestal y la sensación de desorden e improvisación del gobierno nacional.
Este "otro pueblo" podría ser el resultado de los cambios en los patrones de movilización debido a la disponibilidad de herramientas tecnológicas en una sociedad profundamente polarizada. Según la organización World of Statistics, Colombia es el segundo país del mundo que más tiempo pasa viendo redes sociales. Por este medio, la sociedad colombiana forma sus opiniones e interactúa con los demás. Lo anterior, sumado a crecientes niveles de alfabetización y educación, facilita el acceso a la información, la preferencia de las tecnocracias, y está estrechamente ligado a la participación política, incluidas las protestas.
No es justo ni preciso calificar a los manifestantes como simples borregos manipulados por intereses políticos. Investigaciones recientes sobre la protesta social en la era digital indican que la principal función de líderes políticos, como JP Hernandez o Polo Polo, es coordinar involuntariamente a individuos que ya tienen predisposición al conflicto. Así, las movilizaciones masivas no son el resultado de estrategias políticas, sino más bien el resultado de una intensa polarización afectiva entre grupos que buscan formas de enfrentarse.
De hecho, los psicólogos evolutivos han demostrado que la psicología humana cuenta con mecanismos para resistir la manipulación. Investigaciones recientes, como las de Petersen (2020), sugieren que la mayoría de los intentos de manipulación política resultan ser ineficaces. En este contexto, las decisiones de seguir a líderes demagógicos y creer rumores o fake news pueden entenderse como esfuerzos por resolver los desafíos de coordinación que surgen en los nuevos ciclos de movilización
Esto sugiere que ni la oligarquía ni la extrema derecha golpista estuvieron detrás y coordinaron la protesta del pasado domingo, al igual que los comunistas o el Foro de Sao Paulo no fueron responsables del estallido social del 2021. Tengo la impresión de que el presidente Petro es consciente de esto, pero elige intensificar la polarización como estrategia política. Sin embargo, un gobierno del cambio deberia romper con estas tradiciones y perseverar creativamente para conciliar “su pueblo” con el “otro pueblo”.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion