La opositora venezolana llegó a Noruega este jueves 11 de diciembre tras un periodo prolongado fuera de la vista pública, luego de haber sido inhabilitada, perseguida y forzada a ocultarse durante más de un año por el régimen de Nicolás Maduro. Su llegada a Oslo había sido objeto de especulación durante las últimas 48 horas.
Aunque inicialmente se esperaba que participara en la conferencia de prensa previa al Nobel, programada para el martes, el evento fue cancelado ante la incertidumbre sobre su desplazamiento. El Comité del Nobel confirmó que las condiciones de seguridad dificultaron organizar su intervención con anticipación.
Al final, la ceremonia del 10 de diciembre se realizó sin su presencia en el escenario. Su silla permaneció vacía y el galardón fue recibido por su hija, Ana Corina Sosa Machado, quien leyó un mensaje preparado por su madre. En él, se afirmaba que “para tener democracia debemos estar dispuestos a luchar por la libertad”.
Así se vivió su aparición
María Corina se ha convertido en un símbolo venezolano de libertad, una mujer que, incluso perseguida, mantuvo firme su voz. Por eso, cuando apareció en Oslo, la escena parecía tomada de un recibimiento destinado a monarcas o líderes espirituales: cientos de personas en la madrugada helada, teléfonos alzados para atestiguar el momento y un coro de “¡valiente, valiente!” que retumbó en la calle estrecha frente al hotel.
La multitud reunida a las 2:33 de la mañana, sabía que estaba viendo algo que, hasta hace días, sonaba imposible. La mujer que durante más de un año tuvo que esconderse, que cambió casas por refugios improvisados, que aprendió a hablar poco para no poner en riesgo a quien la ayudara, estaba ahora asomada en un balcón europeo, iluminada por un foco tenue y una mezcla de alivio y determinación en el rostro.
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Sin embargo, eso no fue suficiente. La líder opositora decidió bajar y acercarse a todos los presentes para mezclarse con la multitud que la esperaba afuera de su hotel en Oslo. Abrazó a quienes pudo, se dejó rodear por celulares que querían capturar el instante entre lágrimas y alegría. Tras meses en la clandestinidad, su reencuentro con aquellos que tuvieron que irse, fue una explosión de emoción, esperanza y gratitud que marcó su primera aparición pública tras recibir el Nobel de Paz.
Con respecto a la prensa, María Corina no respondió preguntas: simplemente avanzó, casi en silencio, mientras a su alrededor se mezclaban periodistas y figuras del exilio venezolano como Leopoldo López, Lilian Tintori y Antonio Ledezma, todos llegados desde España para verla reaparecer. Sus seguidores le extendían rosarios, estampas de santos y pequeñas banderas con mensajes de apoyo que ella tomaba con cuidado, como si cada objeto cargara un pedazo del país por el que está luchando y la ha traído hasta donde está hoy.
Cerca de las tres de la mañana, ya con la voz quebrada por los gritos y el frío de Oslo, regresó al Grand Hotel acompañada por su madre, Corina Parisca, mientras afuera un centenar de venezolanos seguía cantando por su país.
Su increíble viaje a Noruega
Su travesía ya empieza a tomar tintes de mito. Se dice que salió por lancha, que cruzó las aguas oscuras hacia Curazao, que fue una operación clandestina o un acto de fe. The Wall Street Journal reveló que el trayecto incluyó una lancha rápida, un salto arriesgado hacia una isla vecina y, después, un vuelo que la llevaría directamente a Oslo.
El viaje, supervisado según el diario por funcionarios estadounidenses, ocurrió mientras aviones del país norteamericano sobrevolaban la zona. Era una operación quirúrgica, silenciosa, de esas de las que solo espera lo mejor. Cuando finalmente pisó Noruega, Machado había dejado atrás no solo su país, sino una persecución que la obligó a vivir en movimiento permanente
Mientras tanto, en la ceremonia oficial, fue su hija, Ana Corina Sosa Machado, quien recibió el Nobel de la Paz 2025. Vestida con sobriedad, leyó con voz firme el discurso escrito por su madre, centrado en la “larga marcha hacia la libertad” del pueblo venezolano. Varios asistentes se pusieron de pie para aplaudirla, conscientes de que el mensaje provenía de una mujer que aún no sabía si lograría cruzar la frontera con vida.
Horas después, ya en Oslo, Jørgen Watne Frydnes, presidente del Comité Noruego del Nobel, contó que Machado lo había llamado durante el viaje y que solo alcanzó a decirle: “Tanta gente arriesgó su vida”, frase que explica el silencio que rodeó toda su salida.
Desde su cuenta de X, Machado había escrito: “Qué honor escuchar mi discurso en la voz de mi hija, y saber que muy pronto podré abrazarla a ella y a mi familia nuevamente”.
Cuando finalmente se asomó al balcón del Grand Hotel, con los gritos de “valiente” y “libertad” rompiendo el silencio de Oslo, lo que apareció no fue solo una figura política. Fue una sobreviviente. Una mujer que cruzó un mar. Alguien cuya presencia física en ese lugar ya era, por sí misma, una victoria.
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